44.-

28 3 0
                                    

Draco se acercó a Mara mientras ella buscaba la cristalería en los armarios de la cocina. Mara sacaba con cuidado las copas de vino, y Draco se encargó de los platos, llevándolos a la mesa. Al colocarlos, notó que Mara parecía distraída y distante. Se giró hacia ella y le preguntó:

—¿Todo bien? Te veo un poco ausente.

Mara lo miró y sacudió la cabeza.

—Estoy estresada y cansada, como todos aquí —le dijo, ofreciéndole una sonrisa forzada. Draco asintió, reconociendo que era verdad.

Mientras acomodaban la mesa, conversaron sobre los detalles de la cena y los preparativos. De vez en cuando, Mara echaba un vistazo a la cocina, donde Abraham seguía moviéndose con eficiencia pero evitando el contacto visual con ella.

Draco, que notó la tensión pero no estaba completamente al tanto de la situación, decidió tocar el tema de manera casual para ver si Mara se abría a una conversación.

—¿Qué pasa entre tú y Abraham? —preguntó Draco mientras organizaba los cubiertos.

Mara lo miró con una mezcla de sorpresa y frustración.

—Es un buen chef, es uno de los mejores amigos de mi hermano y tu novio. No tengo problema con él y lo trato igual que siempre —respondió tranquilamente, aunque su mente empezaba a maquinación.

Se había preguntado por qué Draco mencionaba el tema, ya que ella había mantenido una actitud profesional con Abraham frente a todos, y solo Aslan sabía lo que realmente estaba pasando. La pregunta de Draco la hizo cuestionar si había algo más detrás de su curiosidad.

Draco frunció el ceño, notando la incomodidad de Mara.

—Siento que hay algo raro entre ustedes.

—Sí, se llama convivencia forzada —admitió Mara. —Y no es solo eso. Tal vez es paranoia tuya. Quiero a Markus y a Abraham; ellos me vieron crecer —subrayó la última parte—. Pero puedes contar con los dedos de una mano las veces que me has visto hablar con ellos más de cinco minutos seguidos. La mayoría de esas veces han sido con Markus, quien hasta me ha ayudado en temas románticos —dijo, riendo al recordar la última vez que lo vio.

Draco asintió, entendiendo que Mara estaba lidiando con algo más, pero decidió no presionar más.

—Lo entiendo. Si necesitas hablar de algo, aquí estoy —dijo Draco, ofreciendo una sonrisa de apoyo.

Mara lo miró con confusión y negó con la cabeza. Sentía que algo estaba pasando. La conversación se desvió hacia temas más ligeros mientras terminaban de organizar la mesa.

Finalmente, la mesa quedó lista y la cena casi preparada.

—Me voy a bañar —anunció Draco, sacudiéndose las manos.

—Yo también —dijo Mara, estirándose.

—No, quédate aquí mientras me baño y, cuando yo baje, tú subes a bañarte.

De repente, Mara tuvo la sospecha de que Draco podría estar intentando crear un conflicto entre ella y Abraham, no necesariamente amoroso, pero quizás algo que la hiciera quedar mal. Estaba tan cansada que su mente la llevaba a pensar en cosas absurdas, y la actitud de Draco solo alimentaba esa teoría.

—¿En mi casa solo hay un baño? —preguntó, con un tono desafiante.

—¿Qué? —respondió Draco, confundido.

—Como para que yo te diga que me quiero bañar al mismo tiempo que tú y tú me saltes con eso.

—Mara...

AslanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora