Capítulo 7

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Germán

Los números nunca eran suficientes para mamá. Nunca estaba conforme y se molestaba conmigo si en vez de bajar los números subían. Anoche me castigo porque se entero que comí por culpa de la balanza. Lo que más odiaba era esa balanza con mi vida. Tantos años atormentándome desde que papá nos abandono. A partir de que él se fue, mamá comenzó a decirme que era mi culpa y que si papá se fue era por tener un hijo con sobre peso como yo.

—Nadie te va a querer si seguís comiendo un cerdo —me dijo mamá, haciéndome llorar.

¿En serio papá se fue porque no me quería? ¿Por tener no tener hijo flaco? ¿Si bajaba de peso el iba a volver algún día e ibamos a ser una familia feliz?

—No como un cerdo —contesté, bajando la voz.

—Pareces un cerdo.

Me miré a mi mismo pero no podía reconocerme. Era como si tuviera la vista distorsionada cuando se trataba de mirarme. Santiago me dijo que estaba flaco para mamá me decía que estaba gordo, ¿Cuál era la verdad?

—Por mentirme otra vez no vas a comer nada ni hoy ni mañana.

—Pero tengo que comer algo o me voy a morir de hambres.

—No te vas a morir de hambre porque es suficiente con tomar agua.

Mamá tiró de mi brazo para bajarme de la balanza de manera.

—Me llego a enterar que comiste de nuevo y te corto la mano.

La mire con lagrimas en los ojos y miedo.

—No llores más o te voy a dar una verdadera razón para llorar.

—Perdón.

—Anda a lavarte la cara.

Me fui rápido hacia el baño para encerrarme y empecé a llorar en silencio porque no quería que mamá me escuchara. En lo único en que podía pensar es que era un maldito cerdo que no merecía que nadie me quisiera. Abrí la tapa del inodoro para comenzar a vomitar. Tiré de la cadena para después acercarme al lavamanos y lavarme la cara que la tenia roja.

Al salir del baño me dirigí a la cocina para buscar un vaso de agua. No pude evitar notar que mamá le puesto candado a la heladera. Llené un vaso con agua de la canilla y caminé hasta mi cuarto para ponerlo sobre mi escritorio. Agarré una lapicera mientras me sentaba en la silla giratoria y comencé a escribir sobre el cuaderno.

“Mi amada Agnes:

No sabes lo feliz que me hace verte con la pulsera que te hice en tu linda muñeca. No fue nada fácil atar el hilo encerado y admito que las mostacillas se me cayeron varias veces, provocando que tuviera que empezar de nuevo pero valió la pena la frustración.

No le hagas caso a Mia Carrera. La escuche decirte en el recreo que nadie sería tu novio porque no eras linda, pero ¿sabes algo? No sos linda Agnes. Sos hermosa y con gusto, si tuviera alguna vez un poco de suerte, me encantaría ser tu novio. Pero eso nunca va a pasar. Me conformo que hacerte saber lo que me haces sentir desde el anonimato.

Sé que te encantaría saber quien soy pero el encanto no duraría mucho. La magia esta en que no sepas quien soy porque tal vez podría decepcionarte. Lo que menos quiero es que te decepciones de mi. No soy el chico más lindo de nuestra clase ni el mas alto ni el más inteligente pero al menos se hacer una pulsera, aunque me saliera mas o menos. Nada mal para ser la primera, ¿no crees?

Tampoco le hagas caso a Germán Usinger. Lo que te dice no es verdad y no sabes las ganas que tengo de pegarle cuando veo que te lastima con sus palabras. Encajaría bien con Mia Carrera porque parece que fueron cortados del mismo tronco. Dos mala leche que no saben que hacer con sus miserables vidas y que por eso disfrutan de hacerte sentir mal.

Lo que mas admiro de vos es que no dejas que nadie apague tu brillo y no sabes como desearía ser como vos en algunos aspectos de mi vida. Pareces tan segura de vos misma. Te animas a usar colores y estampados mientras los demás siempre están vestidos con colores neutros. No escondes tu cuerpo como los demás esperarían y los que esperan que te cubras por no ser flaca son unos idiotas para no d3cir una palabra mas fuerte. Después de todo solo quería decirte palabras amorosas porque lo que mas te mereces es amor. No entiendo como nadie te encara. En nuestro salón todos están ciegos y parece que soy el único que no lo está.

No cambies nunca y seguí esparciendo tu brillo a donde vayas.

Atentamente: un chico sin nada especial.”

Mi celular empezó a vibrar sobre escritorio. Era una llamada entrante de Santiago.

—¿Qué lo que querés Santiago?

—Te quería pedir perdón por llamarte hijo de puta. Me calenté porque no me gusta que insultes a Rina.

—No dijiste nada que no sea verdad. Soy un hijo de puta.

—No lo sos.

—Santiago estoy intentando estudiar. No podemos hablar mañana en la escuela.

—Te quería hacer una pregunta seria.

—¿Qué pregunta?

—¿Es cierto que vomitaste aproposito?

—¿Quién te dijo eso?

—Eso no importa.

—¿Fue Rina la que te dijo eso? Es mentira Santiago. Te quiere hacer pensar cualquiera.

—¿De que le serviría mentirme con algo así? Es un tema serio Germán.

—No me digas que en serio le vas a creer a la rinoceronte en vez de a tu mejor amigo.

—Estas muy flaco para ser mentira.

—No está mal ser flaco. Lo que esta mal es ser un maldito cerdo.

—¿Ser un cerdo? ¿De que estas hablando?

Le colgué la llamada para después tomar un sorbo de agua. El agua no me llenaba pero según mamá era suficiente y le creía porque ella era nutricionista. Sabia lo que era mejor para mi.

RINA ; Santutu, UnicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora