Capítulo 1

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Algunas veces me gustaría no ser el mejor amigo de Germán. No era que quisiera romper mi amistad con él. No llegamos a eso y tampoco creo que pase en un futuro cercano. Pero simplemente quisiera a veces desaparecer cuando se comportaba como un pelotudo. En nuestro salón había una chica que desde el primer día que entro -como en cuarto año-, Germán no la dejaba de molestar. Estábamos en nuestro último año y todavía seguía detrás de ella, llamándola “rinoceronte” por su peso. Rina la única de nuestras compañeras que no era flaca y por eso la molestaban un grupo de pelotudas. El colmo era que Germán también lo hiciera. Le dije miles de veces que dejara de hacerlo, pero no me hacía caso y hace mucho me rendí, entonces intento ignorar cuando la mina lloraba por las cosas que le decía mi amigo.

Si, yo también era un maldito por no hacer nada.

—La vieja de historia me desaprobó —se quejó Germán.

—Y si no estudias es obvio que vas a desaprobar —contesté, comiéndome una mielcita.

—Sí estudie. Lo que pasa es que la vieja esa es tía de Rina. Seguro ella le lleno la cabeza a su tía para desaprobarme.

—No creo.

—Rina es una boluda si pensó que no me iba a dar cuenta.

—¿Y si solo estudiaste mal? ¿Qué tiene que ver Rina? Además, no es necesario llenarle la cabeza a nadie sobre vos porque todos saben que la molestas, Germán.

—¿Vas a empezar de nuevo?

—No, pero no entiendo porque te empeñas a hacerle la vida imposible.

—Es un tema nuestro.

—Más bien tuyo.

—Solo la defendes porque te gusta su hermana.

—Eso no es verdad.

—Igual te entiendo porque Celina es hermosa no como la hermana que esta re pateada.

Me quedé callado, mirándolo serio. No me gustaba que hiciera esos comentarios.

—No me mires así, Santiago. No me gusta Celina.

—No te miro así por eso.

—Pero si Rina es re fea, ¿Qué querés que te diga?

—Sos un pelotudo.

—¿Entonces por que no te vas a ella?

—No te enojes, boludo.

—Entonces no la defiendas más.

—No la defendí.

—Bueno, tenés razón. Comparándola con como estaba en cuarto año está pasable, pero sigue siendo un rinoceronte.

La campana sonó, indicando que teníamos que entrar al salón.

—Tengo que ir al baño —dijo rápido Germán.

—Al viejo de geografía no te gusta que ninguno llegue tarde.

—No me importa. Que me ponga las amonestaciones que quiera. Yo tengo ganas de ir al baño.

Germán se fue por el pasillo y subió las escaleras. Parecía apurado. Entré directo al salón para sentarme en mi banco. Todos mis compañeros fueron entrando hasta que solo quedaron dos asientos vacíos. Uno era el de Germán y el otro…oh, no. Rina.

—¿Quién falta? —cuestiono el profesor, mirando el asiento vacío a mi lado.

—Usinger y Menendez —contesto una de mis compañeras.

Levanté la mano.

—Sí, Santiago puede hablar —dijo el profesor.
—Puedo ir a buscarlos.

—Hagalo rápido.

—Sí, señor.

Me levanté rápido salir del salón. Germán no estaba en el baño , estaba seguro. Estaba molestando a la pobre de Rina porque ella no era de las que llegaba tarde. Era de las primeras en estar sentada en su silla. Subí las escaleras, mirando por los lados. No lo encontraba a ninguna parte.

—¿Santiago? ¿Qué haces acá? —me pregunto Germán.

—¿En donde estabas?

—En el baño.

—Pero Rina…

Germán abrió bien los ojos.

—¿Qué paso con Rina?

—No está en el salón. Pensé que vos…

—No, no estaba con ella.

—Bueno, anda al salón que la busco.

Germán se rio.

—Seguro la boluda no escucho el timbre.

No le contesté. Comencé a caminar hacía donde estaban los baños. No se me ocurrió otro lugar donde ella pudiera estar. Cuando escuche un ruido en el cuarto de limpieza. Deje de caminar para escuchar. Alguien lloraba. Reconocía ese llanto. Era Rina. Abrí la puerta. Ella intento cubrirse la cara con los brazos en forma de protección, como si yo fuera a pegarle. Noté que su cabeza sangraba.

—¿Germán te hizo eso? —le pregunté , horrorizado.

—No, Germán nunca me pego —contesto Rina en un susurro.

—Entonces quién…

—Mia Carrera.

No me sorprende nada de Mía. La mina se creía mucho porque como era linda todos estaban detrás de ella, haciendo lo que ella quería solo por tener su atención.

—No te voy a lastimar. No te cubras más, por favor. Déjame verte.

Rina dudo pero termino bajando los brazos, mirándome con desconfianza. Lleve mi mano sobre su cabeza, manchándome un poco con la sangre.

—¿Cómo te pego?

—Me empujo contra la pared y justo estaba colgado el matafuegos.

—¿Y ella no hizo nada?

—No le importo…me dijo vaca y se rio con sus amigas.

—¿Y por qué no te defendes?

—No puedo.

—Te tenés que defender. Mandarlas a la miércoles.

—No puedo. No puedo. No puedo.

Rina rompió en llanto.

—No llores, por favor. Déjame que te ayude.

—¿Qué…vas a hacer?

—Primero te acompaño al baño a que te limpies la cara, ¿vamos?

Ella se quedo callada.

—¿vamos? —insistí, dándole una mirada que intentaba trasmitirle confianza.

—No me dejes sola.

—No te voy a dejar sola.

RINA ; Santutu, UnicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora