CAPÍTULO 7

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Estoy en el horizonte azul, entre el cielo y la tierra. Los días no cambian y cada noche, sueño lo mismo.

El olor de la tierra húmeda.

El grito que nadie oye.

Mi corazón latiendo como un martillo.

Y puedo oírlas llamando: las voces de la muerte.

Quiero seguirlas, encontrar la salida. Pero siempre vuelvo a la misma puerta.

Estoy asustado. Sé que si entró, nunca saldré.

Mi asesino puede seguir viviendo mucho tiempo, puede alimentarse de recuerdos una y otra vez.

Es un animal. Infinito. Sin cara.

De repente lo siente. El vacio regresando. La necesidad vuelve a surgirle.

...

—¿Crees que el señor Bracken se llevó a nuestro hijo?
El sonido de los cubiertos que Rhaenyra dejó caer sobre su plato resonó en el silencioso comedor. Sus hijos la miraron con incredulidad, reflejando su propio desconcierto. Luego, sus ojos se posaron en su esposo, cuya expresión le hizo temer que hubiera perdido la razón.

—¿De qué estás hablando?

—Es una suposición. Una vez ví como miró con lujuria a Lucerys. Quizás fue él y no nos dimos cuenta. —argumentó.

—Daemon, esto ha sido dificil para todos. Pero no puedes andar por la vida acusando a cualquier Alfa que se te cruze de haber asesinado a Lucerys.

—¿Y qué se supone qué haga? ¿Debo quedarme con los brazos cruzados mientras el asesino de mi hijo anda libre por la vida?

—Lo que debes hacer es preocurar a tu familia. Debemos...

—¡Eso es lo que he estado haciendo! ¡Mientras tú no te levantabas de la cama, yo tuve que mantener a esta familia en pie! —golpeó la mesa con su puño, sobresaltando a los niños.

—Jacaerys, lleva a tus hermanos a sus habitaciones. —ordenó, viendo a su hijo llevar a sus hermanos.

—Lucerys era mi hijo —dijo una vez estuvieron solos—. Y lo ame como jamás podré amar a alguien más. Pero ya derramé suficientes lágrimas, ahora debo seguir por mis hijos. Debemos hacerlo.

—Es lo que he estado haciendo.

—No, no lo haces. Vives en el pasado. Lucerys se fue y no volvera. Pero tienes más hijos que necesitan de su padre. Laena me contó que Rhaena apenas come y tú no has ido a visitarla.

—Ella no me necesita. Tiene a ...

—Lo hace. Necesita a su padre, al igual que Baela y Jacaerys. He visto como tratas a Joffrey. Él no es Lucerys, nunca lo será. No intentes reemplazarlo porque...

—¡No hago eso! —replicó, levantandose de su silla.

—¡Sí que lo haces! —contratacó, replicando la acción de su esposo— ¡Lucerys no está, ni volverá! ¡Nuestro hijo está muerto!

—¡Calláte!

—¡No lo haré! ¡Mirá lo que paso por tu... por tu...!

—¡Dilo!

—¡Por tu culpa! —espetó, entre lagrimas— Todo esto paso por tu culpa.

—Lo dices como si no lo supiera.

—No debiste haberlo dejado ir solo. Mi hijo seguiría conmigo si tan solo le hubieras ordenado quedarse en casa o lo hubieras acompañado a la escuela. ¡O simplemente pudiste ir a buscarlo a la escuela!

—Me arrepiento cada día de eso. —confesó, viendo a su esposa irse de la habitación.

Entonces supe que nunca me olvidaría. Nunca me consideraría como muerto.

Fui su hijo, y él fue mi papá.

Y él me amo, tanto como pudo.

Tenía que dejarlo ir.

...

No olviden dejar su estrellita.

Desde mi cielo - Lucerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora