Se dirigieron al interior del castillo por orden de su madre, siendo guiados por ella, su padre, su abuela y su hermano a la sala del concejo que en ese momento estaba vacía; no soltó la mano de Aemond en ningún momento de su caminata, queriendo sentirse seguro en su agarre y la pesadez de sus dedos entre los suyos.
—Madre, ¿qué...?
—Mi niño, por el amor a los dioses —susurró su madre antes de echarse a llorar abrazándolo con fuerza—. Creí que te había perdido de nuevo. Perdóname, perdóname por no poder protegerte otra vez.
—Mamá, esto no fue culpa tuya. Sabíamos que Borros atacaría en cualquier momento, sólo que esta vez yo fui su objetivo. Él sabía, aún dentro de su ignorancia, que no alcanzaría a Jaerys o a Rhaenar y fue por mí con engaños —consoló Lucerys respondiendo al abrazo de su madre con gusto, aunque tuviera que soltar la mano de Aemond.
—¿Cómo logró sacarte del castillo tan fácilmente, Luke? —preguntó Daemon con voz tomada, acariciando sus rizos en el poco espacio que el agarre de su madre dejaba.
—Me envió una nota haciéndose pasar por Aemond, padre. Me citó en la playa y yo caí en su trampa; luego de eso me llevó a Bastión de Tormentas con un claro objetivo sabiendo bien que no iba a darle a Jaerys o a Rhaenar. —Ante sus palabras el agarre de su madre en torno a su cuerpo se volvió más fuerte y un ruidito indignado y asqueado salió de la boca de todos los presentes—. Pero ya estoy aquí, estoy en casa, mamá. Estoy a salvo —susurró contra su hombro, escondiendo su cara en su cuello cuando sus ojos se llenaron de lágrimas.
Ninguno de los presentes cruzó más palabras hasta que su madre terminó de desahogarse y se separó de él con una sonrisa y unas caricias a sus mejillas antes de voltear a ver a Aemond y abrazarlo de igual manera. La reacción de su tío fue completamente diferente a la suya, la tensión tomó su cuerpo y sus puños se cerraron a los lados de su torso asustado y preparado para luchar por su querían matarlo, pero no estaba listo cuando Rhaenyra comenzó a agradecerle que, de nuevo, llevará a su adorado niño a casa.
—Gracias por traerlo de nuevo, hermano. Muchas gracias —susurró la mujer separándose de su abrazo, tomando sus mejillas al igual que hizo con Luke para darle una sonrisa llorosa—. Jamás tendré como pagártelo.
—No... no fue nada, hermana —dijo el príncipe con voz ahogada y su ojo abierto como si no pudiera creer lo que estaba sucediendo; queriendo aplacar el calorcito de su corazón ante el suave agarre que su hermana mayor tenía en sus mejillas—. Sólo hice lo que es correcto —farfulló estremeciéndose ante el pulgar que pasó por su cicatriz con una caricia casi imperceptible.
—Aun así, muchas gracias, Aemond —repitió de nuevo la reina dejando un beso en la frente de su hermano que sólo lo hizo temblar aún más, dentro de su mente, Aemond sólo podía pensar en cómo había sido recibido en Rocadragón de nuevo, a diferencia de su hogar en Desembarco del Rey.
—Tengo que admitir que eso fue ridículamente osado de tu parte, Aemond —dijo con veneno Daemon cuando Rhaenyra se separó de él, posando sus ojos en su cintura con una ceja levantada—. Y aún más osado robar la espada y la daga de tu propio rey.
—No le pertenecían a él, le pertenecen a la legítima heredera al trono de hierro, tío Daemon —replicó el príncipe dando un paso atrás para desabrochar la espada y la daga de su cintura para tenderla a Rhaenyra—. No merece ser manchada por alguien como Aegon, él no merece ser llamado un Targaryen, ni siquiera Maegor el Cruel manchó tanto la historia familiar como mi hermano —dijo con seriedad.
Rhaenyra sólo pudo observar la pesada arma y tomarla en sus manos con reverencia junto con la daga, ambas tenían historia, ambas habían visto el feudo franco de Valyria y ahora volvía a sus manos donde siempre debieron estar.
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La maldición de los dioses (Lucemond)(EN PAUSA)
FanfictionMuchas personas a su alrededor le habían dicho que su condición era una bendición, un motivo de agradecimiento a los dioses por tan hermoso regalo que le habían hecho, pero para Lucerys no era así. Para él solo había sido una maldición, una que le h...