CAPÍTULO QUINCE

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No tardó en estar listo y con su armadura puesta, sonriendo levemente al verse en el espejo y darse cuenta de que está era perfecta para él, y que además de los colores y el blasón Velaryon en su pecho, está también tenía el dragón tricéfalo labrado en sus hombreras en honor a la Casa de su madre.

Salió de su habitación con pasos decididos hacia Monte dragón, encontrándose con su abuelo, su tía Helaena y sus hijos esperándolo allí, haciendo que su corazón se estremeciera, no quería tener que despedirse de ellos.

—Abuelo, yo...

—No lo sientas, entiendo porque lo dijiste, mi niño, y aunque no me guste, sé que tienes razón en sus palabras —dijo con dulzura a pesar de su mirada cargada de tristeza, volteando hacia su acompañante para tomar una daga y una espada que puso en su cinturón, reemplazando las armas que había puesto en ellas—. Mandé a hacer estas para ti desde que naciste, están listas para la batalla, hechas con el mejor acero y tan filosas como hermana oscura —explicó cuando terminó de acomodarlas, colocando su mano en su hombro cubierto por el metal—. Estoy orgulloso de ti, Lucerys, y estoy seguro de que tu padre también lo está.

Luego de sus palabras, lord Corlys se alejó de él para dejar espacio para su tía Helaena, que dejó un beso en su mejilla en ese momento pálida por lo que su abuelo le había dicho.

—Rhaenys podría salvarse gracias a ti, Luke. No pierdas el temple del dragón —susurró a su oído como un secreto, revelándole que su visión había cambiado desde que había tomado la decisión de partir para ayudar a su abuela. Lucerys sólo asintió y se arrodilló frente a su hijo, que corrió para abrazarse a él a pesar de la armadura que lo cubría.

—Cuídate, papá —dijo el niño apretando su abrazo—. Eres un gran jinete de dragón, la abuela estará bien contigo cubriendo sus espaldas.

—Gracias por tu confianza, mi niño, te juro que volveré contigo y con tu hermano —prometió besando su frente con una sonrisa triste—. Cuídalos por mí, ¿está bien? —pidió acariciando su mejilla antes de levantarse, dejar un beso en la frente de Rhaenar en manos de su tía y caminar hacia Arrax que lo esperaba inquieto, era hora de irse, de salvar a su abuela de la traición.

—Arrax, Aeragón —ordenó con voz firme cuando estaba acomodando en la silla de montar, suspiró al darse cuenta de que esa sería su primera vez en batalla.

Estuvo atento al camino que su bestia hizo hasta la salida de la cueva, teniendo cuidado con el filo de las piedras y el desnivel del suelo, dándole una última mirada a su familia antes de ordenarle que volara hacia las tierras de la corona, suplicando una y otra vez, mientras volaba a toda velocidad, que no fuera tarde y su abuela estuviera bien.

Fueron largas horas de viaje hacia Reposo de Grajo, esquivando escorpiones puestos a traición durante su camino, odió cada vez más a los Verdes por hacer todo aquello de manera tan traicionera. Sus ojos no dejaron de vigilar el cielo a su alrededor esperando que Tessarion no apareciera de repente sobre él y lo obligara a esquivarlo, sólo para darse cuenta que, lastimosamente, la bestia y su jinete ya debían estar con su abuela o lo suficientemente cerca para no escuchar los rugidos enfurecidos de Arrax mientras planeaba por los cielos de Poniente haciendo resonar la ira de su jinete.

Tomó las riendas con más fuerza e incitó a su bestia a volar con más velocidad, sintiendo como aquel presentimiento que tenía desde que su abuela se había marchado de Rocadragón, ahora apretaba aún más su corazón; respiró profundo cuando, poco después, vio el resplandor de las escamas de Meleys danzar violentamente en el cielo, y el brillo de FuegoSol y Tessarion darle batalla de manera casi violenta.

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⏰ Última actualización: Nov 11 ⏰

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La maldición de los dioses (Lucemond)(EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora