CAPÍTULO CATORCE

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Separarse de Lucerys y los niños no fue fácil en lo absoluto, aun cuando estaba seguro de haber hecho lo correcto en acompañar a su tío en aquel viaje tan importante, seguía extrañándolos a los tres de manera casi dolorosa, aunque las cartas de Lucerys fueran un gran alivio para saber cómo estaban Jaerys y Rhaenar, e incluso, él mismo.

Sólo había pasado una semana desde su separación y casi dos desde que traicionó a Aegon sacando a Helaena y sus sobrinos de Desembarco del Rey y, definitivamente, su campaña para convencer a más lores para ondear el estandarte de Rhaenyra iba mejor que nunca.

Jacaerys envió cuervos anunciado que había conseguido el Norte en su viaje, incluyendo la Isla del Oso y las Islas de Hierro y a su violento y sangriento comandante naval Dalton Greyjoy, también reafirmó la alianza con el Vale y su tía abuela Jayne Arryn, y ahora este era custodiado por Baela en Danzarina lugar para asegurarse de que ningún abanderado Hightower se atreviera a atacar, o peor, intentar convencer a la señora del Valle de unirse a su causa.

Daemon, por otro lado, había conseguido la lealtad de los señores de las Tierras de los Ríos, Los Tully, los Grey e incluso los Blackwood se habían arrodillado ante él y jurado lealtad a la legítima reina sin siquiera ser amenazados como su abuelo Otto había tenido que hacer para conseguir la lealtad de los señores que estaban en la Fortaleza Roja cuando se dio la usurpación.

Todo iba bien, aunque las noticias de los espías de su tío en la Fortaleza Roja no eran muy alentadoras: Daeron se había unido a su hermano mayor, y ahora patrullaba los cielos de Desembarco del Rey día y noche, mientras Aegon se emborrachaba furioso por haber perdido a su heredero.

Presentía que su ira no era por algún instinto paternal despertado milagrosamente, sólo estaba furioso porque el escape de Helaena había demostrado lo débil que era su reclamo, y ahora tendría que casarse con otra mujer que no fuera una Targaryen para conseguir un heredero, algo que debilitaría aún más las opiniones sobre su reinado usurpado.

Suspiró observando el lado al lado del castillo de Harrenhal por una de las ventanas de piedra calcinada con cierto cansancio, la guerra hasta el momento era de cuervos y mensajeros, aún no se había levantado una espada en batalla, pero eso no aseguraba que fuera así hasta que Rhaenyra recuperará el trono, estaba seguro de que Aegon tomaría algún tipo de decisión estúpida por la frustración y la lengua venenosa de Otto y Larys hablándole al oído, y pronto no tardaría en derramar sangre enemiga, o aún peor, sangre Targaryen.

Se sacudió su introspección cuando sintió una presencia detrás de él, reconociendo los pasos de su tío casi de inmediato aún sin tener que mirarlo, era algo que había aprendido a identificar con el tiempo dentro de Rocadragón y ahora en Harrenhal, sabiendo que sólo estaban los dos para apoyarse y, en cualquier momento, podrían sufrir algún tipo de ataque enemigo buscando dar de baja a dos de los mejores jinetes que Rhaenyra tenía en su ejército, descontando por supuesto a Baela, Rhaenys y la propia reina, que no se había quedado de manos cruzadas y patrullaba de cerca los bloqueos impuestos a Desembarco del Rey junto con Rhaenys para forzar la abdicación. No podía evitar admirar a su hermana, tan diferente a Aegon en todos los aspectos, haciéndolo pensar, de nuevo, en que ella era mucho más apta para reinar que su hermano mayor.

—¿Alguna noticia de Rocadragón, tío? —preguntó Aemond con sus manos en su espalda, sin voltear a mirarlo, teniendo el presentimiento de que Daemon no venía sólo a informar sobre su hogar ancestral. Desde que partieron de Rocadragón, su tío y él tenían una conversación pendiente sobre sus sentimientos por Lucerys y todo lo que había hecho por él en bastión de tormentas.

—Nada nuevo, el usurpador sigue intentando conseguir abanderados por la fuerza, algunos caen, otros se rehúsan y son asesinados por Criston Cole por su atrevimiento al rechazar las "amables" ofertas de rey —informó con burla acercándose a él con el mango de hermana oscura firmemente apretado, lleno de ira por todo este circo en el que se habían visto envueltos por la ambición desbordada del maldito Otto Hightower.

La maldición de los dioses (Lucemond)(EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora