Capítulo 6 Una gran pelea

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A simple vista era alguien similar a Daishinkán, aunque más alto en estatura y más delgado, su apariencia daba a entender su origen similar además de provenir de la misma fuente, aunque los millones de años en el encierro oscuro, le habían cambiado completamente.

Ante su presencia, los guerreros se sintieron abrumados por una sensación de temor y asombro, conscientes de que se enfrentaban a una amenaza que trascendía su comprensión. Zarama había llegado, y con él, la oscuridad había descendido sobre el Templo de Kamisama, anunciando el comienzo de una batalla que determinaría el destino de todos los universos.

—Es diferente al sujeto que enfrenté— diría Gokú—, quien me derrotó fue alguien muy parecido a los namekianos.

—Deléitense ante su salvador, el Gran Zarama—, fueron las palabras de uno de los Arcanos cuando comenzó a presentar a su dios. Tendrán el gran honor de ser bendecidos por el mismísimo Zarama en persona hablaba orgulloso el Arcano.

—Por lo que veo Champa si logró dañarte— diría Vegeta en tono burlón—, no eres la gran cosa, sólo eres el líder de una secta venida a menos—. Zarama lo observó con una mirada sombría, el tono usado por Vegeta al parecer había resultado molesto para el dios caído y había tocado una fibra sensible.


Vegeta notó la molestia, y en vez de callarse continuó provocándolo.


Dime Zarama, ¿resulta muy molesto darte cuenta que no eres invencible? Más aún cuando te enteres que acabas de llegar a lo que será tu tumba.

El plan marchaba de acuerdo a lo previsto, incluso habían logrado que Zarama en persona llegará a la tierra, y aunque las palabras de Vegeta no sean del agrado de los guerreros, generar esa incomodidad en él era quizá una estrategia adecuada.

Con una voz resonante que llenaba el espacio, Zarama se dirigió a todos los presentes, su mirada penetrante abarcando a cada ser con una intensidad indomable.

—"Hijos míos"—, comenzó, su tono lleno de una malicia y una determinación que helaba los corazones de aquellos que lo escuchaban.

—"Hemos sido rechazados por aquellos que una vez intentamos guiar hacia la inmortalidad. Nos han dado la espalda y han elegido seguir el camino de los mortales, y por eso, serán castigados".

Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de una promesa de venganza y destrucción—. "Nuestro objetivo es claro: acabar con los Kaioshines y con los dioses de la destrucción, aquellos que se han atrevido a desafiarnos y a oponerse a nuestro dominio. No descansaremos hasta que cada uno de ellos haya caído ante nuestra fuerza imparable".

Con un gesto de su mano, Zarama indicó a sus seguidores que se prepararan para la batalla que se avecinaba, sus ojos ardientes con una determinación inquebrantable—. "El universo será testigo de nuestra grandeza, y aquellos que se atrevan a desafiarnos serán reducidos a cenizas ante nuestro poder. Que comience la era de la inmortalidad, y que ningún ser divino pueda detenernos".

La batalla comenzaría, al igual que en el planeta Sadala, el cielo estaba lleno de combates por doquier, rápidamente los guerreros, como designados por la fortuna, eligieron parejas de combate. Una batalla campal era lo que ocurría con el templo de Kamisama como un enorme ring de peleas, los androides especialmente creados por Bulma, se encargaban de mantener la batalla dentro de los límites del escudo lo suficiente como para que el planeta resista semejantes enfrentamientos.

Los Arcanos eran superiores en número, aunque dicha diferencia era equiparada por la capacidad de los guerreros terrestres quienes al ser capaces de sentí el Kí divino de los enemigos, lograron tomar buenas elecciones sobre contra quien pelear.

Dragon Ball La Última BatallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora