Capítulo 13 Sacrificio y Esperanza

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Un nuevo temblor comenzó a sacudir al templo de Zeno Sama, la muerte de Gin y Ag propició lo mismo que lo ocurrido con los universos cuatro y nueve, la implosión de los universos uno y doce, la posterior respuesta de Zeno Sama no se hizo esperar.

En medio del frenético combate, los guerreros del multiverso luchaban con todas sus fuerzas contra los arcanos. Los dioses de la destrucción y sus ángeles estaban dando todo de sí para proteger a los Kaios y mantener el equilibrio del universo. Sin embargo, la batalla estaba a punto de tomar un giro aún más sombrío.

Awamo, el ángel del universo uno, se encontraba luchando valientemente. A pesar de la falta de conexión con sus universos, se mantenía firme, dispuesto a dar su vida para proteger el multiverso. Sin embargo, los arcanos, seres oscuros y astutos, vieron en su vulnerabilidad una oportunidad.

Awamo estaba rodeado por una legión de arcanos, su báculo brillando con una luz intensa mientras luchaba. Cada movimiento suyo era una danza de poder y gracia, pero incluso su destreza no podía sostenerlo eternamente contra tal número de enemigos. Un arcano especialmente poderoso lanzó un ataque imprevisto y letal. Awamo, con un destello de comprensión y aceptación en sus ojos, no pudo evitar el golpe fatal. Su cuerpo celestial se desvaneció en una explosión de luz pura, enviando ondas de choque a través del campo de batalla. El eco de su existencia se sintió en cada rincón del multiverso.

En medio del caos de la batalla, la muerte de un ángel no era un evento común, era un cataclismo en sí mismo. Estos seres primordiales, piezas clave en el funcionamiento del multiverso, eran pilares de estabilidad y orden. La caída de un ángel significaba más que la pérdida de un combatiente poderoso; era un golpe directo a la estructura misma de la existencia.

En el fragor de la batalla, la muerte del ángel resonó como una catástrofe en el corazón del multiverso. Awamo, valiente y poderoso, se había desvanecido en una explosión de luz pura, sus existencia extinguida por los arcanos. El impacto de su caída fue sentido profundamente por Zeno Sama y Daishinkán, la conexión espiritual que tenía con el ángel, transmitiendo un dolor indescriptible.

Daishinkán, el sumo sacerdote, sintió una oleada de dolor tan intensa que lo dejó momentáneamente incapacitado. Su usual compostura y fortaleza se desmoronaron brevemente mientras el sufrimiento de la pérdida lo abrumaba. Zarama, siempre astuto y oportunista, no tardó en aprovechar esta debilidad momentánea, lanzándose hacia Daishinkán con una furia implacable.

En ese crítico instante, Zeno Sama tomó una decisión. Con un gesto decidido, envió a sus guardaespaldas, los dos Zeno, al campo de batalla. Estos seres, manifestaciones directas de su voluntad y poder, aparecieron en un destello de luz cegadora, su presencia imponente llenando el espacio con una energía abrumadora.

Los guardaespaldas de Zeno Sama, hasta ahora una fuerza desconocida en su capacidad de combate, se lanzaron al enfrentamiento con Zarama. Con una sincronización perfecta y una fuerza sin igual, enfrentaron al dios caído. Sus movimientos eran rápidos, precisos y devastadores, cada golpe resonando con una potencia que parecía sacudir la misma estructura del espacio a su alrededor.

Zarama, sorprendido por la aparición de estos nuevos oponentes, encontró su avance frenado. Los guardaespaldas de Zeno Sama demostraron ser combatientes excepcionales, capaces de igualar e incluso superar su poder en ciertos momentos. La batalla entre ellos fue espectacular, una danza de poder y habilidad que dejó a los guerreros del multiverso asombrados.

A lo lejos, los dioses de la destrucción, los ángeles y los guerreros más fuertes observaban con asombro. Nunca antes habían visto a los guardaespaldas de Zeno Sama en combate, y la demostración de su fuerza era impresionante. Incluso Gokú y Vegeta, que habían enfrentado innumerables adversarios poderosos, quedaron impactados por la magnitud del poder desplegado ante ellos.

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