Capítulo 10 El Multiverso Presente

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Mientras tanto, Zarama y sus Arcanos, Arcanos que gracias a la intervención divina tanto del mismo Zarama, así como de las súper esferas del dragón, gozaban de un poder nunca antes sentido por ellos. Con frialdad y confianza se acercaban al Templo, su presencia oscura creciendo en intensidad. La estructura sagrada, un bastión de paz y equilibrio, se veía amenazada por la sombra de la aniquilación.

Daishinkán, con una mirada de resolución, preparó las defensas del Templo. —"No dejaremos que caiga. Debemos mantenernos firmes hasta que lleguen los refuerzos."— Zeno Sama, ahora en el interior de su templo, observaba custodiado por sus dos guardaespaldas personales, la única defensa contra los enemigos que ahora los superaban en fuerza y número.

El Templo de Zeno Sama, una edificación resplandeciente y majestuosa en el corazón del multiverso, se convirtió en el campo de batalla definitivo. Las barreras de energía brillaban intensamente, y el cielo alrededor del Templo se oscureció por la presencia maligna de Zarama y sus Arcanos.

Llegó el momento en que Zarama, acompañado por su horda de Arcanos, se acercaba al Templo de Zeno Sama, la estructura central que simbolizaba el equilibrio de todo el multiverso. A medida que se aproximaban, el cielo se oscurecía con su presencia ominosa, y cada paso resonaba como un tambor de guerra en el corazón de los defensores del universo.

Daishinkán, el sumo sacerdote, estaba de pie en las puertas del Templo, su mirada tranquila pero llena de determinación mientras observaba la llegada de Zarama. Recordó los tiempos pasados cuando Zarama fue encarcelado por su intento de desafiar el orden divino, y ahora veía cómo esos actos desembocaban en una amenaza aún mayor.

"Zarama," —dijo Daishinkán con voz serena pero firme, —"has vuelto a desafiar la paz del multiverso. ¿Es que no has aprendido de tus errores pasados?"

Zarama, rodeado de su círculo de Arcanos, dejó escapar una risa oscura y resonante. —"Oh, Daishinkán, tú y tu ingenuidad eterna. He regresado para reclamar lo que es mío por derecho. Esta vez, no habrá celdas que me detengan."

El sumo sacerdote mantuvo su compostura, aunque sabía que cada momento contaba. Mientras Zarama se preparaba para su ataque final, Daishinkán, quien había estado haciendo tiempo, comenzó a sentir cómo detrás de él se materializaban figuras divinas y guerreros de todo el multiverso. Los dioses de la destrucción con sus ángeles, los guerreros más poderosos como Goku, Vegeta, Jiren, y otros, todos ellos se alineaban, preparados para enfrentar la oscuridad que se cernía sobre ellos.

El aire vibraba con anticipación mientras el Templo de Zeno Sama se convertía en el epicentro de una inminente batalla cósmica. Daishinkán, con su mirada serena pero vigilante, observaba la llegada de Zarama y sus Arcanos con una calma que ocultaba su creciente preocupación pero con la confianza a tope. Sabía que el destino de todo el multiverso pendía de un hilo, y cada segundo era crucial.

Desde los confines de los universos, se abrió un portal dimensional, y uno a uno, como héroes legendarios emergiendo de la mitología, llegaron los guerreros más poderosos y los dioses de la destrucción con sus ángeles. Primero aparecieron los dioses junto a sus respectivos Kaioshines, sus figuras imponentes y caras serias, cada uno llevando consigo el peso de su universo y la responsabilidad de protegerlo.

Jerez del universo dos junto a Pell, Mule junto a Ea del universo tres, Quitela y Kuru del universo cuatro y nueve, ahora como dios de dos universos por la muerte de Sidra del universo nueve, Arak y Ogma del universo cinco, Bills y Shin del universo seis y siete por el sacrificio de Champa, Liqueur con Iru del universo ocho, Rumush y Gowasu del universo diez, Toppo y Cae del universo once y finalmente Glin junto a su Kaioshin Ag del universo doce además del universo uno por la muerte de Iwan.

Dragon Ball La Última BatallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora