Capítulo 16 El Dios del Todo

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El templo de Zeno Sama era un campo de batalla devastado, con la energía de los combates resonando en cada rincón. Gokú, con su nuevo poder y determinación, sostenía el multiverso sobre sus hombros, sus músculos tensos y sudorosos por el esfuerzo monumental de antes, ahora lograban soportar el peso con tranquilidad, pero aún así, con esa nueva fuerza, no podía dejar que todo calapse. El rostro de Gokú mostraba desesperación y una intensa frustración. Quería unirse a la batalla, quería destruir a Zarama de una vez por todas, pero sabía que no podía abandonar su posición.

Vegeta, por otro lado, había tomado una decisión. Con su nueva transformación, ya no necesitaba ayudar a Gokú a sostener el multiverso. Movido por una venganza ardiente por la muerte de Bulma, Vegeta dejó a Gokú solo en su tarea y se lanzó contra Zarama con una furia implacable.

Zarama apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Vegeta lo alcanzara. La primera explosión de energía fue devastadora, un golpe directo que envió a Zarama volando a través del templo, rompiendo columnas y dejando un rastro de destrucción a su paso. Vegeta no dio tiempo para recuperarse; con velocidad y precisión, continuó su ataque, golpeando y pateando a Zarama con una fuerza implacable. Cada golpe resonaba como un trueno, y el poder de Vegeta parecía superar todo lo que Zarama había enfrentado antes.

—"¡Esto es por Bulma!"—, gritó Vegeta, su voz llena de furia y dolor. —"¡Esto es por todos los que has matado!"

Zarama, sorprendido por la nueva fuerza de Vegeta, se defendió como pudo. Pero cada defensa parecía inútil frente al poder abrumador del sayayín. Los golpes de Vegeta eran rápidos y certeros, y cada uno parecía acercarlo más a la victoria. La ventaja inicial de Vegeta fue clara, y Zarama comenzó a mostrar signos de desesperación.

Sin embargo, Zarama no era un enemigo común. Era un ser con un poder colosal, y no iba a ser derrotado tan fácilmente. Con un rugido de furia, Zarama canalizó toda su energía, creando una barrera de fuerza pura que repelió a Vegeta momentáneamente. Aprovechando el respiro, Zarama se levantó y comenzó a contraatacar. Sus movimientos eran ahora más calculados y feroces, su rostro mostrando una determinación implacable.

La batalla entre los dos titanes se intensificó. Los golpes de Vegeta y Zarama se intercambiaban con una velocidad asombrosa, cada uno igualando al otro en poder y habilidad. Vegeta, movido por la venganza, y Zarama, luchando por su supervivencia, se enfrentaron en una lucha titánica que sacudía los cimientos del templo.

Gokú, mientras tanto, observaba con desesperación y ansiedad. Podía sentir cada golpe, cada explosión de energía. Quería unirse a la batalla, quería ayudar a Vegeta y destruir a Zarama de una vez por todas, pero sabía que no podía dejar que el multiverso colapsara.

—"Vegeta..."— murmuró Gokú entre dientes, su rostro lleno de preocupación. —"Aguanta un poco más..."

La lucha continuaba, y aunque Vegeta y Zarama parecían igualados, el desgaste en el dios caído empezaba a notarse. Ambos luchadores estaban cubiertos de heridas y sangre, aunque para Vegeta sólo eran rasguños, para Zarama era un esfuerzo realmente grande el que estaba haciendo, su respiración era pesada y sus movimientos, aunque poderosos, comenzaban a mostrar signos de fatiga.

Zarama, ahora combatiendo con todas sus fuerzas, lanzó un poderoso ataque que impactó directamente en el pecho de Vegeta, enviándolo a través de varias columnas. Vegeta se levantó lentamente, su mirada fija en Zarama, llena de una furia indomable.

—"No te escaparás de mí, Zarama"—, dijo Vegeta, su voz firme y decidida.

Con un grito de guerra, Vegeta cargó de nuevo, sus puños envueltos en energía pura. La batalla no había terminado, y ambos luchadores sabían que solo uno podría salir victorioso.

Dragon Ball La Última BatallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora