Capítulo 1

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Cuando sentí que no podía respirar por la nariz debido al llanto, cerré mis labios fuertemente.
Se supone que debía respirar por la boca aunque sea, pero no quería.

Yo quería morir.

¿Tenía algo en este mundo que me hiciera querer seguir viviendo? No, no había nada. No habían metas, familias, amistades o relación amorosa; no había nada.

El simple pensamiento me generaba un ardor en el pecho indescriptible. Mis labios luchaban por abrirse para así jadear y conseguir un poco de aire, pero no quería, no quería.

¿Para qué seguir viviendo? Mañana tendría que levantarme a las seis de la mañana, preparar el desayuno para Roberto, ser manoseada por él y después ir a trabajar. ¿Y luego? Luego regresar a casa para ser maltratada hasta que él sacie su lado sádico y que por fin me deje ir a casa a descansar, un descanso que nunca llega porque mi mente decide rememorar cada una de las cosas hasta entrada la madrugada.

Si duermo tres horas al día es mucho.

La idea de escapar es muy tentadora todos los días, pero ¿A dónde iría? No tenía dinero y lo único que me quedaba era esta casa. La única posesión que tenía mi madre en vida y que me había dejado a mí.

El mayor error que pudo cometer ella fue dejarme en manos de mi tío antes de morir.

Mi mamá confiaba ciegamente en él.

Ahora yo estaba pagando las consecuencias de su ingenuidad.

Roberto era mi mayor pesadilla, una que no acabaría hasta que alguno de los dos dejara este mundo o se alejara miles de kilómetros del otro.

Cuando salí brevemente de mis pensamientos me di cuenta de que hacía varios minutos que había comenzado a respirar de nuevo, por lo que no iba a morir todavía, entonces me puse de pies y recogí las bolsas de basura que había en las papeleras, y así sacarlas ya que mañana pasaba el aseo.
Antes de poner un pie fuera de la casa me cercioré de que Roberto no estuviese en la puerta de la suya; las luces se veían encendidas así que salí lo más silenciosamente posible e hice lo que debía de la misma forma. Cuando llegué a la puerta de mi casa sentía que el corazón se me iba a salir de lo rápido que iba; mirando hacia su puerta comencé a cerrar la mía con mucha lentitud hasta que lo logré.

Coloqué mi frente contra la puerta y boté el aire contenido.

Ya no quería recibir maltratos de su parte. Estaba muy cansada.

Me giré dispuesta a bañarme para dormir, pero me detuve bruscamente al ver a un hombre cubierto de sangre parado en medio de mi sala de estar.

El cuerpo se me puso frío y cuando intenté abrir los labios para gritar me di cuenta de que me había quedado sin voz.

Estaba tiesa en mi lugar y no podía hacer nada más que mirarlo fijamente.

—No te asustes, por favor —jadeó, y cuando lo hizo me di cuenta de que sus dientes también estaban manchados de sangre.

Había mucha.

—Ah… eh… yo… k…

Ninguna frase coherente logró salir de mis labios, y comenzaba a creer que nunca más volvería a hablar debido al shock que me estaba generando ver a un hombre en esa condición dentro de mi casa.

Estaba muy segura de que era un fantasma.

—Soy Kam —con cada palabra que decía me daba cuenta de que le costaba hablar—, entré por la puerta trasera…

¿Entonces era humano?

No sabía qué opción podía ser peor.

—Ah…

—Escúchame —incluso cuando dio un paso hacia mí tampoco pude moverme, me iban a matar y yo no podía moverme, mierda—, no te voy a hacer daño… solo necesito quedarme aquí…

—¿Ah? —jadee.

—¿Quieres sentarte? —preguntó. Yo en realidad quería correr lejos de él, pero la conexión entre mis neuronas no estaba funcionando como debía— Sé que debes estar asustada, pero te repito: no voy a hacerte daño. Por favor, déjame quedarme aquí hasta que vengan a buscarme.

Intenté mover un dedo primero, sí o sí debía reaccionar. Cuando uno de mis dedos acató la orden comencé a mover el otro, y así sucesivamente hasta que logré mover la mano; la sensación era asquerosa, pero me estaba esforzando.

Cuando logré mover los dedos del pie sintiéndome lista para atacar, el hombre cayó de rodillas sosteniéndose el estómago.

—¿Qué…?

No me dio tiempo de preguntar nada porque luego cayó hacia delante completamente debilitado.

Me apresuré hacia él y con un pie lo moví para saber si estaba consciente, él me miró desde el suelo, pero no hizo ningún amago de moverse, entonces supe que no podía hacerlo.
Cuando lo miré bien me di cuenta de que sangre estaba saliendo de una herida en su brazo.

—No te voy a hacer daño —susurró nuevamente.

—Voy a llamar a la policía —le dije. Él negó—. ¿Estás huyendo de ella?

—No —respondió—, pero ellos… ellos van a empeorar mi situación.

—¿Alguien te está siguiendo? —asintió— Entonces lo mejor sería decirle a la policía.

—La persona… que me está siguiendo —tosió, y cuando lo hizo tuvo que doblarse sobre sí mismo porque parecía dolerle—… tiene a alguien en la policía.

—¿Alguien? ¿Te refieres a alguien que le da información? —asintió— ¿Quién eres?

—Soy Kam —repitió.

—¿Eres un fugitivo? ¿Asesino? ¿Ladrón? —me alejé dos pasos mientras preguntaba— Habla rápido.

—No soy ladrón ni fugitivo —sonrió con los labios cerrados.

—Bien —suspiré, luego lo miré y jadee abruptamente—. Espera, ¿Entonces sí eres un asesino?

—Todos somos asesinos en este mundo…

—Yo no he matado a nadie —me defendí.

—¿Segura? —asentí— ¿Sabías que… existen los asesinatos indirectos? Si no me ayudas… ahora y muero… te convertirías en una asesina.

Arrugué el entrecejo y comencé a dar pequeños brinquitos en mi lugar, una manía que tenía cuando debía pensar algo apresuradamente.

—¿Te llevo al hospital?

Él negó.

Ni policías ni hospital.

No sabía quién era ese hombre, pero obviamente no podía dejarlo morir. Además, ¿Qué podía perder? Si me mataba sería mejor para mí, así que, tomada mi decisión, corrí hacia la puerta trasera, la cerré con seguro y fui hasta la cocina por un vaso de agua fría.

—¿Me ayudarás? —inquirió al verme.

Asentí.

—Tómate esto —exigí dándole el agua—, luego vamos al baño para quitarte toda esa sangre y curar las heridas.

Él sonrió, pero no hizo el amago de moverse.

—Gracias —susurró, y luego de eso cerró los ojos.

—Oye —llamé, pero no contestó, entonces me di cuenta de que se había desmayado.

Las manos me habían empezado a temblar y las piernas ni las sentía, pero decidí que no dejaría morir a nadie así que fui hasta la cocina nuevamente y regresé con paños y una cubeta llena de agua; me cercioré de que siguiera desmayado y, cuando comprobé que efectivamente lo estaba, con el paño húmedo le comencé a limpiar el rostro, tenía un poquito de tierra y ésta se estaba mezclando con la sangre, así que lo limpié lo mejor que pude.
También le metí el paño en la boca para limpiarle los dientes, el cual había sido uno de los factores que más me aterrorizó ya que parecía un depredador mientras hablaba, pero en ese estado ahora parecía ser yo quien tenía el control de la situación.
Cuando acabé con su rostro y miré su torso me di cuenta de que él llevaba una simple camiseta que parecía ser blanca antes del desastre que pasó. Con unas tijeras la rompí y le limpié.

En ese momento me admití que solo estaba siendo valiente porque él estaba inconsciente y porque, de alguna forma, temía por el castigo divino que recibiría si no ayudaba a mi prójimo. Además ése hombre podía matarme si no lo ayudaba, la verdad sea dicha, así que no tenía muchas opciones.

Al terminar de limpiarle medio cuerpo solo pude distinguir una pequeña herida en su brazo derecho y una aún más pequeña en su abdomen. Le abrí un poco para verificar que no fuesen tan profundas y al finalizar decidí ir por las otras partes de su cuerpo.

Obviamente no le quitaría el pantalón, ni loca, pero sí toqué la tela para buscar áreas que estuviesen húmedas y saber si había otra herida, pero solo toqué tierra.

Le quité los zapatos y las medias que tenía, estaban manchados y en mal estado así que al levantarme coloqué todas sus cosas en una bolsa al lado de la papelera, porque creo que ni siquiera podía lavarlo.
Cuando regresé con alcohol y vendas me puse a pensar en que él no estaba tan herido para justificar todas las manchas de sangre que tenía en el cuerpo . Ese pensamiento me asustó aún más, pero no me detuve, me obligué a limpiarlo correctamente y luego arrastrarlo hasta uno de los muebles.
Cuando le alcé la cabeza para acomodarlo bien mi mano se empapó de sangre espesa.

Tomé una toalla para limpiarlo y ver qué estaba pasando. Cuando regresé mi vista hacia su rostro, sus ojos marrones claros  me esperaban confundidos.


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¡Gracias por leer!

El ángel de Kam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora