Dormí aproximadamente dos horas, nos levantamos a las cinco de la mañana y luego de asearnos lo que hicimos fue salir de la habitación e ir directo hacia un teléfono público para hacer la llamada que Kam tenía programada.
Lo que me dejó guindada en el limbo, y sin saber qué hacer o qué pensar, fue escucharlo hablar en alemán.
Cuando tenía dieciséis años uno de los idiomas que comencé a estudiar de forma autodidacta fue ese, así que lo reconocí rápidamente a pesar de no haberlo practicado por casi cuatro años. Pude entender algo como “no le digas a nadie dónde estoy” “tengo compañía” y “solo haz lo que te estoy pidiendo”.
Decidí no decirle nada acerca de mi poco conocimiento con respecto al idioma y fingí cuando me miró.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Vendrán por nosotros, pero no podemos quedarnos aquí. Hay que ir a un lugar seguro.
—¿A dónde iremos?
—Vamos a comprar algo de comida y regresaremos al motel —informó y comenzó a caminar sin esperarme.
Después de media hora de estar en la habitación me di cuenta de que Kam estaba extraño, caminaba de un lado a otro y miraba por la ventana cada cinco minutos, además podía ver cómo murmuraba, pero no logré entender ni escuchar nada.
Quizás aprender a leer los labios habría sido muy útil en este momento.
Estaba ansiosa, porque él siempre me decía lo que debía y no debía hacer, siempre me informaba de los procedimientos y no me dejaba por fuera de nada, pero esta vez no quería hablar conmigo, ni siquiera cuando estábamos comiendo. No iba a ser tan entrometida para preguntarle, porque en las pocas horas que lo conozco nunca me había ocultado algo que era importante que yo supiera, así que llegué a la conclusión de que si no me lo decía era por algo, probablemente estaba pensando en qué hacer y luego informarme.
Estaba ansiosa, pero no lo demostraría.
—¿Cómo en cuánto tiempo vendrán? —inquirí recostada de la cama.
—¿Por qué? —me miró, me miró detallándome— ¿Tienes sueño?
Ya iban dos veces en las que pensaba que Kam sabía más de mí de lo que me había dicho.
—Sí.
—Entonces descansa —pidió—, te levantaré minutos antes para que te prepares.
Asentí.
—Gracias.
Solo me bastó cerrar los ojos y sentir que me consumía el sueño, pero de repente escuché un ruido y los abrí de inmediato. Kam me miraba con una mano puesta en mi hombro.
—Están por llegar —susurró.
—¿Ya? —jadeé.
—¿Sentiste que no dormiste nada? —me sonrió— Dormiste dos horas.
—¿Dos? —me senté y froté los ojos para ver por la ventana. Efectivamente era más de mediodía— Sentí que pasaron dos minutos.
—Lo siento —de repente tomó mi mano—. Samantha, escúchame…
—¿Qué pasa?
—Haré todo lo posible por estar siempre a tu lado —prometió—, pero si en algún momento estoy lejos por, aunque sea, un minuto, y alguien te dice que te he llamado, que he dicho que vayas a algún lugar, que he dado una orden o algo parecido, no les creas, no lo hagas, ¿Bien?
—Kam —llamé, a punto de decirle que no me dijera esas cosas porque me daba miedo, pero me retracté—, ¿Qué debo hacer entonces?
Su mano en la mía hacía algo extraño en mi corazón, como si estuviese por explotar de los nervios y el miedo al mismo tiempo.
—Corre y grita mi nombre, tan fuerte como puedas. En lo que tenga oportunidad podré protegerte correctamente, por ahora es lo único que te pueda recomendar —lamentó.
Coloqué mi otra mano sobre la de él.
—Gracias, Kam, ya estás haciendo mucho por mí.
Él negó.
—No lo suficiente —no me dejó responder y se puso de pies—. Vámonos.
Me levanté y acomodé mi ropa, era la único que debía hacer a parte de cerciorarme de llevar mis documentos.
Kam tomó el bolso que contenía dinero y algunos bocadillos y salimos de la habitación. Él se había quitado la chaqueta por lo que la herida en su brazo se veía perfectamente, esta mañana la había limpiado, pero no me extrañaría si estuviese infectada.
Al llegar a la entrada, Kam se detuvo y miró hacia los lados.
—No actúes como si fuésemos cercanos —advirtió—, pueden usarlo en nuestra contra. No te ocultes nunca detrás de mí, sabrán que te estoy protegiendo y buscarán las maneras de separarnos para atacar…
—¿Alguien… te va a traicionar? —interrumpí.
—Ya lo está haciendo —me miró.
—Haré lo que dices —acepté, sonriendo levemente.
—Gracias, ahora vamos.
Por inercia intenté tomar su mano, pero me contuve y en su lugar la convertí en un puño en mi costado.
Kam abrió la puerta trasera de un auto y entró, esa fue la primera señal que tuve de que debíamos actuar, porque él siempre era caballeroso y me dejaba entrar primero.
Subí y cerré la puerta con firmeza para no parecer débil, al ver a mi alrededor divisé a dos hombres en los puestos delanteros mirándome por el espejo retrovisor, eran grandes y tenían ojos aterradores. Uno de ellos me sonrió de forma amable, incluso parecía querer decirme “tranquila, estás a salvo”.
Yo le sonreí de vuelta porque no supe cómo actuar.
Ellos de repente comenzaron a hablar en alemán mientras el auto iba a toda velocidad, yo mantuve mi mirada en la tela del asiento frente a mí, intentando concentrarme para poder captar algo de lo que decían ya que hablaban muy rápido.
Estaba muy segura de que Kam no era alemán, o no del todo, porque podía ver con perfecta claridad sus rasgos asiáticos.
Todo sería distinto si hablaran inglés, italiano o portugués, que eran idiomas que yo podía dominar bastante bien, pero el alemán…
Logré entender de que aún estaban buscando a Kam, mencionaron algo como presidente y policía, también de que el padre de alguien estaba muriendo.
Kam respondió con pequeñas frases, cosas que sí entendí “todo está bien. Perfecto. Sí. No. Lo haré” entre otros.
Ya me estaba mareando de escucharlos hablar y de lo rápido que íbamos.
Mi corazón comenzó a latir como loco cuando vi el cartel que nos daba la bienvenida a la cuidad vecina.
Yo no tenía idea de a dónde coño íbamos.
Tenía sed.
Empecé a sudar frío cuando un arma le fue entregada a Kam, recordé el cuchillo que tenía escondido en su ropa.
¿En qué me había metido?
«Mamá, tuviste a una hija estúpida.»
Intenté no ver por demasiado tiempo el arma y me enfoqué en la ventana.
—¿Está bien?
Al escuchar a alguien hablando en español alcé la mirada y la fijé en el hombre que me miraba por el espejo retrovisor, era el conductor.
Juro que estaba a punto de mirar a Kam para preguntar con la mirada qué debía hacer a continuación.
Pero no lo hice.
—Estoy bien —contesté. El hombre asintió y volvió su mirada hacia el frente.
Yo realmente no sabía quién era el traidor, ambos estaban siendo amables conmigo y Kam no parecía tratar a uno mejor que a otro.
Debía estar atenta, lo sabía.
El auto dio un giro brusco y cuando miré hacia el frente me di cuenta de que estaba entrando por una carretera desolada, llegamos hasta un galpón bastante viejo, y en mal estado, y nos detuvimos.
—Quédate aquí —ordenó Kam sin mirarme, bajándose del auto y cerrando la puerta de forma brusca.
El tipo que estaba de copiloto, el que me había sonreído amablemente al principio, también bajó con él y en el auto solo quedamos el hombre serio y yo.
Sentía que me iba a desmayar, por supuesto que sí, ya estaba mareada y tenía la boca tan seca que no podía tragar saliva por más que quisiera.
De repente el hombre se bajó del auto y abrió mi puerta de forma apresurada.
—Bájate —ordenó.
Yo quería quedarme sentada, claro, pero él sacó un arma y me apuntó con ella, así que me bajé de inmediato.
—¿Qué…?
—¿Quién eres tú? —inquirió, colocando el arma pegada a mi frente.
Él tenía el dedo en el gatillo, él estaba dispuesto a dispararme en cualquier momento, él era el traidor.
Kam me había dejado con el traidor.
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El ángel de Kam ©
Romance¿Qué harías si un hombre herido entra a tu casa a escondidas y luego te pide que lo salves? Samantha simplemente quería botar la basura y regresar a la comodidad de su hogar, pero, al entrar, una persona con un aspecto preocupante la sorprende rogán...