Capitulo 9

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—No deberías creer nada de lo que te digo —respondió.

Mi corazón al parecer dejó de latir por un segundo y lo retomó tan fuerte y rápido que creí me daría un infarto.

—¿No debería? —susurré. Él se acercaba a mí, pero no iba a lograr que retrocediera.

—No —aseguró.

—¿Entonces qué hago aquí, Kam? Dímelo.

—No sé, ¿Qué haces aquí?

Su respuesta me hizo querer llorar de la rabia.

—¿Por qué me estás haciendo esto? —inevitablemente mis ojos se llenaron de lágrimas.

No pude enfocar a tiempo cuando él se acercó a mí y me rodeó con sus brazos. Me sorprendí muchísimo, pero en ningún momento se me pasó por la mente utilizar la hojilla contra él.

—Sam —susurró en mi oído—, no llores, estoy bromeando contigo.

Mi pecho se sintió de una manera desagradable.

—¿Bromeando? —sollocé.

—Sí, preciosa, estaba bromeando, lo siento —se disculpó —. Lo siento de verdad.

Empujé su pecho intentando alejarlo de mí, pero no me lo permitió.

—¡No te creo! —exclamé— ¿No me acabas de decir que no crea nada de lo que digas? Pues no te creo.

—Escúchame, sé que Tahil te apuntó con su arma, él me lo dijo, pero era porque no sabía quién eras ¿Okey? —comenzó a explicar sin soltarme y hablando cerca de mi oído— Ya he hablado con él, no le dije nuestra relación y lo mucho que debo cuidarte porque no sé si él pueda traicionarme también, pero le dije que no debía desconfiar de ti.

—Estaba asustada…

—Lo sé, lo sé —acarició mi cabello—. Discúlpame, por favor, te dejé sola porque aquí hay muchas personas y no conozco a cada uno de ellos, vine a escondidas para que no asumieran nada acerca de nosotros…

—¿No me estás mintiendo? —pregunté.

—No —él me soltó, pero no se alejó demasiado de mí.

Asentí.

—Tengo hambre y sed —informé, él tuvo que cubrir su boca para que no se escuchara su carcajada—. Lo digo en serio.

—Bien, conseguiré algo para ti.

—¿A qué hora nos vamos?

—A la una. ¿Dormiste algo? —negué— Bien, puedes dormir en el avión.

—¿Curaste tus heridas? —negó— Si quieres trae algo para ayudarte.

—No le abras la puerta a nadie más.

—Ok.

Kam salió de la habitación cuidadosamente y cerró la puerta, yo le pasé el pestillo.

Ni siquiera logré sentarme cuando sonó de nuevo.
¿Se le había olvidado decirme algo?

Me acerqué a la puerta con cuidado, pero al no escucharlo llamarme, yo tampoco dije nada.

—Diana no quería que te relacionaras con estas personas —escuché.

La mención de mi madre me hizo quedarme quieta a unos centímetros de la puerta, la voz se me hacía conocida.

—¿Qué…?

—Tu madre siempre cuidó que no estuvieras en este mundo —me interrumpió—, ¿Qué haces aquí, Samantha?

—¿Quién eres tú? ¿Por qué conoces a mi mamá y me…?

—La última vez que te vi tenías trece años —escuché su risa y un pequeño golpe en la puerta—, y fue por accidente porque tu mamá nunca quiso que nos vieras o nosotros a ti. ¿Cómo llegaste a cruzarte con Kam?

—¿Quién eres? —volví a preguntar, intentando mantener la calma.

—¿Qué importa, Samantha? —espetó— Debes irte de aquí.

—Es lo que haré ¿No? Me iré con Kam en unas horas.

—¡No! —siseó— No puedes estar cerca de él.

—¿Por qué no?

—No sabes quién es, no sabes de lo que es capaz. ¿Cómo lo conociste? Dímelo.

—Él me conoció primero, yo no…

—Lo sabía —interrumpió de nuevo—, ¿De verdad quieres ser la obsesión de alguien como él? No, no quieres, así que…

—No me iré, no puedo —interrumpí yo.

—¿Por qué no?

Decidí decirle, solo eso.

—También estoy huyendo —susurré—. Kam y yo no somos amigos, no lo conozco, tampoco lo haré; nos separaremos cuando lleguemos a nuestro destino.

Escuché su risa.

—No estés tan segura de eso.

—¿Por qué? ¿Por qué te ríes?

—No lo conoces, no lo conoces —jadeó—, pero es tu decisión.

—Mamá confiaba en él.

—¿Eso te dijo?

—¿Qué quieres decir? —inquirí, pero no hubo respuesta— ¿De qué hablas? ¿No es verdad?

Nada, no hubo respuesta, esperé varios segundos y abrí la puerta lentamente, pegué un brinco en mi lugar cuando vi que la persona frente a mí era Kam.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Nada.

Le di espacio para que entrara y aproveché para mirar hacia el pasillo, no había nadie. Cerré y entré.

—Te traje pan relleno y jugo, la pizza se la comieron toda.

—Está bien —sonreí—, ¿Tú comiste? ¿Trajiste para limpiar tu herida? ¿Vas a dormir en el avión también?

—No he comido. Las cosas están en mi bolsillo. Si puedo dormir en el avión, lo haré.

A mí me gustaba muchísimo cuando yo hacía varias preguntas y él las respondía todas.

Ambos comimos y luego le ayudé a limpiar sus heridas, no se veían tan bien, pero tampoco tan mal, esperaba que cuando estuviéramos en España él pudiera ir al médico.

—Kam —llamé, yo estaba acostada y él se lavaba las manos en el baño—, el hombre que conducía hoy, ¿Quién es?

—Se llama Tahil —me recordó—, es el jefe de seguridad de mi familia.

—¿Tiene mucho tiempo contigo?

Estaba segura de que el hombre que me habló detrás de la puerta era él.

—Desde que tengo uso de razón —confesó. Apagó el grifo y se acercó hasta sentarse a mi lado—, ¿Por qué?

—Solo pregunto —disimulé—. ¿Entonces por qué desconfías de él?

—¿Por qué no hacerlo? Las personas cambian, no puedes confiar ciegamente en alguien ¿Lo sabes?

—¿Tú… confiarías en alguien como tú? —inquirí.

—No.

Su respuesta fue tan rápida.

—¿Debería confiar en ti?

—Sí.

—¿Por qué?

—Porque prometí protegerte —me recordó— y yo cumplo mis promesas.

Le sonreí agradecida.

—¿Tahil conocía a mi mamá? —terminé preguntando.

—Sí, ¿Por qué?

—Tengo curiosidad, ¿Qué relación tenían?

Kam me miró y luego apartó la mirada, parecía estar pensando seriamente si decirme o no.

—Creo que ellos…

—Dime.

—Creo que ellos tenían una relación amorosa.


Me senté al escuchar su respuesta, sin poder creer lo que oía.

—¿Qué?

—Eran chismes que escuchaba de los otros guardaespaldas, no estoy tan seguro —me habló.

—Kam, ¿Qué idiomas hablas?

—De hablar bien… español, coreano, italiano y alemán. ¿Por qué?

—¿Y mal? —pregunté perpleja.

—Mandarín, portugués y ruso.

—¿Cómo es que sabes tantos idiomas?

—Mi padre… está relacionado con gente de todo el mundo, él me impuso aprender estos idiomas —respondió—, ¿Y tú?

—Solo español —mentí.

—Entiendo.

—¿Crees que hayas entendido bien el chisme que escuchaste? ¿En qué idioma lo dijeron?

Kam se rio de mi pregunta.

—Todos nuestros guardaespaldas hablan alemán, pocos hablan español.

—Vale, entonces lo dijeron en alemán.

—Sí.

Eso significaba que había escuchado bien, pero solo era eso, un rumor.

—¿Eres coreano?

—Y alemán.

—Vaya…

—Tú tienes facciones alemanas —comentó mirando mis ojos.

—¿De verdad? —toqué mi rostro— No soy de allá y mi mamá tampoco lo era.

—¿Y tu papá?

Él esperaba mi respuesta atentamente.

—No lo conozco —le sonreí—, mi madre me contó que desapareció antes de que supiera que iba a tener una hija, probablemente esté muerto.

—¿Cómo desapareció? ¿Las abandonó?

—¡No! —me reí— Mi mamá dijo que fue a casa de unos amigos, ese amigo tenía malas juntillas y se llevaron a todos debido a problemas, días después aparecieron todos muertos, pero mi padre no estaba entre ellos.

—Tu madre debió haber sentido mucha desesperación…

—Así es, ella contaba eso con mucho dolor.

—¿Sabes cómo es físicamente tu padre? —inquirió, su interés en el tema no me hacía sentir demasiado cómoda.

—¡Si! Teníamos una foto, pero mi mamá dijo hace varios años que la perdió, aunque todavía tengo su imagen en mi memoria.

—¿Te pareces a él, verdad?

—¿Cómo sabes?

—Tu nariz, cabello y ojos no se parecen a los de tu mamá, parecen alemanes.

—No lo sé, no pregunté mucho por mi padre, a mamá realmente le dolía.

—Entiendo.

—¿Qué hora es?

—Eran las doce, quizás falta poco para irnos —acercó su mano a mi cabello para acariciarlo—. ¿Recuerdas lo que debes hacer, verdad?

—¿Parecer una chica dura?

—Ya eres una chica dura.

—Más lo dices, más me lo creo.

Él sonrió y se levantó, pero me sorprendió cuando acercó su rostro al mío hasta tener sus labios demasiado cerca.

—No te muevas —ordenó.

—¿Qué…?

¿Kam iba a besarme?

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La verdad es que se me olvidó que tenía que actualizar, acuérdense que el libro ya está completo, solo es actualización, así que pueden recordarme en los comentarios mi función, gracias.

El ángel de Kam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora