Capitulo 14

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Sentí las manos de Kam tomar mi cintura, pude sentir su aliento en mi oído.

—Tranquila —susurró.

—Lo sabías —concluí—, lo sabías…

—Sam…

Me zafé de su agarre y lo miré a la cara, mi respiración estaba agitada y mi corazón latía sin control.

—¡No me digas Sam! ¡¿No pudiste decírmelo simplemente?! —exclamé.

Si ellos nos mataban ya ni siquiera importaba.

Tenía a unos pasos la versión de la foto de mi padre, más gordo y arrugado, pero seguía siendo ese hombre.

Y todos parecían saberlo…

—No era algo que debía decirte yo —excusó.

Menos yo.

—¿Ah, no? ¿Pero sí pudiste pedir un favor a mi nombre? —me reí irónica.

Kam pensó en mis palabras hasta que una de sus cejas se alzó en una mueca de incredulidad, por fin entendiendo a lo que me refería.

—¿Sabes alemán? —no le respondí— Samantha…

Él dio un paso más cerca de mí, pero escuchamos cuando le fue quitado el seguro a un arma así que giramos en esa dirección. El señor que parecía ser mi padre le apuntaba a Kam, así que me puse frente a él para protegerlo.

¿Sabes por qué prefería morir antes de que Kam lo hiciera? Porque si él moría no sabría qué hacer con mi vida, porque mi existencia comenzó a girar entorno a la de Kam desde que decidí confiar en él e irme hasta donde él decidiera llevarme.

No podía permitir que alguien lastimara a Kam.

Si alguien lo lastimaba yo no podría protegerlo, si alguien me lastimaba Kam sí podía cuidar de mí. Solo estaba consciente de nuestra situación y actuaba de acuerdo a ella.

Miré a mi padre a los ojos, no lo hice para retarlo, simplemente no podía despegar la mirada de alguien que me había heredado la mayoría de las facciones de su cara.
Estaba tan impactada que no podía ni siquiera llorar.

—¿Qué le hiciste a mi hija, Kam? —preguntó él.

Entonces lo confirmé, era mi padre.

En lugar de felicidad, sentí odio, la razón de ello derivaba de las dos décadas que viví sin él y los años que mi madre sufrió pensando que estaba muerto.

—Tenemos tres noches y dos días juntos, no le he hecho nada —respondió Kam.

¿Tres noches? A mí me parecía una eternidad. ¿Cómo pude haber confiado en alguien en tan poco tiempo? Quizás tenía algún problema psicológico, quizás estaba sufriendo de apego emocional… no lo sabía.

—Samantha —llamó mi padre—, aléjate de él, ven conmigo.

¿incluso sabía mi nombre?

Dereck.

Mi padre se llamaba Dereck.

A pesar de no saber ni recordar lo que mi madre me había dicho de él, sabía que se llamaba Dereck, que no tenía su apellido porque supuestamente había muerto antes de que yo naciera y que él no debería de saber de mi existencia, porque él desapareció antes de que mi mamá se lo dijera.

—¿Cómo sabes quién soy yo? —inquirí.

—¿Cómo sabes tú quién soy yo? —devolvió— ¿No es por medio de fotos?

—Tú no la conoces por medio de fotos —se burló Kam.

—¿Y tú cómo la conoces? —la sonrisa de Dereck era tan cínica como la del pelinegro, ellos sabían algo el uno del otro que, al parecer, yo no podía saber.

Pero obviamente lo sabría en algún momento.

—¿Nos vas a sacar de aquí sí o no? —preguntó Kam de forma tajante.

Yo no quise mirar el rostro de Dereck, en su lugar me giré y miré a Kam, intentando trasmitirle todo el odio que podía con mi mirada.
Él me respondió con una sonrisa y luego tomó mi mano para guiarme hasta el helicóptero, supuse que mi padre había dicho que sí.

El viaje fue silencioso a pesar de que vi a Kam querer decir algo varias veces, pero no se atrevió; pensé que se debía a que ya no podía decir cosas sin que yo lo entendiera, porque él no sabía que el alemán yo lo machacaba solamente, y yo no pensaba decírselo. Además parecía que mi papá no sabía hablar coreano o algún otro idioma a parte del español y alemán.
Había algo que me mantuvo tranquila todo el camino sin importar que estaba enojada, fue el hecho de que Kam nunca soltó mi mano y que Tahil se sentó a mi lado.
Él ya no era alguien temible para mí, eso se debía a que había salvado mi vida hace algunas horas. Y todavía no le había agradecido.

Es algo que le debería por mucho tiempo.

No pude ver dónde habíamos aterrizado por los hombres sentados a mi lado y la poca visibilidad que me daban las ventanas ya que eran pequeñas, pero cuando bajé me quedé totalmente sorprendida.

¿Sabes lo que pensé en ese momento?

Estas personas definitivamente eran mafiosos.

Ya no tenía ninguna duda porque todo encajaba perfectamente.

El hecho de haber aterrizado en un lugar con el césped tan verde y cuidado, que el terreno sea tan amplio y que la casa que había en mi campo visual no sea una casa sino un mansión, me ayudó a despejar la mayoría de dudas que tenía.
Me daba risa, absolutamente mucha risa, porque habían tantos hombres con camisas negras y pantalones de jean que esto, sin ninguna duda, era el lugar de un mafioso o un presidente, y ninguno de estos dos era presidente.
Mientras todo se unía en mi mente me di cuenta de algo preocupante, y era que yo no podía sentir mi cuerpo desde el momento en el que me enfrenté a las personas que quisieron matarme. Pensé que se debía a la adrenalina del momento, y quizás sí lo era, pero esta vez lo tomé un poco más en serio y me logré percatar de que era algo importante.

Era importante el hecho de que no podía sentir mi cuerpo.

Era desagradable.

Sin hacer demasiado espectáculo me acerqué a Kam y le susurré al oído:

—No me siento bien.

Tahil estaba tan cerca de él que escuchó lo que dije, él fue quien me tomó de la cintura y sin decir nada me cargó en sus brazos.
Había una razón del por qué eso se sintió seguro para mí, y era porque yo había crecido sin un padre, entonces era la primera vez que alguien mayor me cargaba como si fuese una pequeña niña a la que había que cuidar.
Mi corazón sabía que Tahil me cuidaría, mi mente también lo sabía, por eso mis ojos se cerraron y caí en la inconsciencia.

El ángel de Kam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora