El lunes llegó en el barrio.
La joven Sheila se terminaba de arreglar para su primer día de clases en su nueva escuela, la técnica n°3.
Ya lista salió de su habitación para salir junto a su padre para que le muestre en camino.
Ambos subieron al auto y salieron de casa. El mayor iba diciéndome por donde tenía que ir y que caminos tomar para llegar rápido. Y después de unos minutos llegaron a la puerta del Colegio, el cual ya había abierto hace unos minutos atrás. Los chicos seguían entrando y esta veía desde la ventana hacia adentro del establecimiento.
—¿y? ¿Vas a entra', nena? — apuro Tata esperando que esta saliera de una vez.
—espera— murmuro la menor todavía con la mirada hacia adentro. Este chasqueo la lengua impaciente.
—dale, pichón. Hacela corta que tengo que ir a laburar.
—que laburar si lo único que tenes que hacer es vender merca— lo miro juzgadora.
—¿que me miras así, nena? Yo no hago eso— desvío la mirada hacia el frente, pero la teñida lo seguía viendo analizandolo.
—dale, pendeja.—¡ya voy! Dios mío— susurro mientras agarraba su mochila para de una vez por todas salir.
—suerte, amor. Pasala lindo en la cárcel— expresó con tono burlesco mientras esta salía del auto de mala gana. Cerró la puerta del auto con fuerza y fue hacia adentro del Colegio.
—¡eh, nena! — le grito por su acción. Esta tan sólo giro y le levanto ambos dedos del medio, para seguir con su camino.
—la amo— expresó orgulloso de ella mientras encendía el auto para marcharse.Amaba con todo su alma a su hija. A pesar de todo lo que pasó y la relación que tenían, la quería y era su hija quiera o no. Siempre estuvo orgulloso de ser padre y le encanto la idea de criar a una nena. Después de todo lo que pasó este seguía feliz de ser padre de Sheila. Era su hija, su vida, su todo, pero sobre todas las cosas, el amor de su vida, la última mujer de todas.
≈≈≈
La joven Sheila caminaba por su nuevo colegio en busca de la Dirección para preguntar sus datos. Cuando chocó con alguien tirando las cosas del contrario.
—uh, disculpa— se agachó para ayudar a la otra.
—no pasa nada— murmuro amable. Y una vez terminaron de agarrar sus cosas se levantaron. Hasta ese momento no se vieron las caras, pero cuando lo hicieron ambas quedaron petrificadas.
—Mari— soltó boquiabierta.
—¡Sheila! — ambas se enredaron en un abrazo de reencuentro, mientras soltaban unas risas asombradas.
Las dos jóvenes era amigas desde muy chicas, pero se separaron cuando Sheila se fue del barrio, haciendo que su amistad se terminará de un día para el otro. Estas siguieron hablando con unos meses después de que la teñida se allá ido, pero al pasar de los días ninguna de las dos volvió a contactarse con la otra, dejando su amistad inconclusa.
—no lo puedo creer, ¿que haces acá? — pregunto sorprendida la morocha, sin poder creer todavía como su amiga de la infancia había vuelto.
—volví, Mari. Me vine a vivir con mi viejo— contesto sonriente. Ella tampoco podía creer ver otra vez a su mejor amiga. Tanto para contar tenía.
—¿como? ¿Y tu vieja? — pregunto inocente. Sheila borro su sonrisa quedando sería. Recordó que su amiga no estaba enterada que su madre había fallecido ya hace dos meses atrás.
—uh, ¿dije algo malo? — consultó apenada, sin comprender el cambio repentino de ánimo de su amiga.
ESTÁS LEYENDO
El Apache -𝐷𝑎𝑛𝑖𝑙𝑜 𝑆𝑎́𝑛𝑐ℎ𝑒𝑧-
Hài hướcSheila, o mas conocida como bicha, se muda a su antiguo barrio con el hombre que más odiaba en su vida; su padre, que aunque no conectaban después de años se vuelven padre e hija inseparables. Pero la mudanza de bicha no solo trae el reencuentro de...