Octavo Azora: Ach Chóara (6)

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A la salida del sol, les persiguieron.

Cuando los dos grupos se divisaron, dijeron los compañeros de Moisés: «¡Nos ha alcanzado!» 

El Jardín será acercado a quienes hayan temido a Alá

y el fuego de la gehena aparecerá ante los descarriados. 

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Una orquesta entera de flautistas, violonistas y coristas djinnes, todos ellos espíritus negros, apareció en un abrir y cerrar de ojos en las gradas, entonando una caótica y frenética canción que hizo retemblar la totalidad del hipódromo. Gradas y pilares retemblaron, expulsando polvaredas que tornó todavía más emblemática y aterradora el escenario. El grupo de hechiceros se distrajo un breve instante con la aparición repentina de aquel aquelarre musical.

Craso error, pues en un abrir y cerrar de ojos, la deidad djinn leonina, Taq-I Kisra, último superviviente de la masacre Darvish, se abalanzó hacia ellos dando un inmenso salto que lo elevó por los cielos hasta figurar contra el disco solar, cubriéndolo con su cuerpo y llenando de oscuridad toda la arena de combate.

Descendió a gran velocidad y arremetió contra los hechiceros de un mandoble de sus sables. Fue tal la velocidad de su ataque que ninguno pudo preverlo a tiempo. La espada estaba a punto de caer sobre ellos. Al-Farabi corrió las páginas de su libro maldito, exclamó un coro en arameo y, justo antes de que el espadón impactara, dos enormes zarpas de osos emergieron del subsuelo y los impulsaron a todos lejos de la bestia leonina.

La colisión generó una gruesa cortina de humo seguida de torbellinos de polvo que recubrieron gran parte de la arena. Abdullah, Jalaal y Daifallah rodaron por el suelo, plantaron sus pies contra el suelo y se detuvieron. Al-Farabi e Ilkán hicieron lo mismo. Todos alzaron las cabezas, y observaron con detenimiento la muralla de polvo que ocultaba la imponente figura de la bestia leonina.

La sombra de la misma se reincorporó con gran vehemencia. De un espadazo cortó en dos la cortina de polvo, revelando de nuevo su aspecto divino. Alrededor de él danzó una gruesa aura marrón oscura que aplicó presión, resquebrajando aún más el suelo bajo él. Giró la cabeza de lado a lado, atronando a los hechiceros con su simple mirada.

Las Sombras de ArabiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora