Noveno Azora: Hud (1)

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He aquí una Escritura cuyas aleyas han sido hechas unívocas y, luego, explica das detalladamente, y que procede de Uno Que es sabio, Que está bien informado.

¡Que no sirváis sino a Alá! Yo soy para vosotros, de parte Suya, un monitor y nuncio de buenas nuevas.

Y ¡que pidáis perdón a vuestro Señor y, luego, os volváis a Él! Os permitirá, entonces, disfrutar bien por un tiempo determinado y concederá su favor a todo favorecido. 

Pero, si volvéis la espalda, temo por vosotros el castigo de un día terrible.

Pero, si volvéis la espalda, temo por vosotros el castigo de un día terrible

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Abdullah Alhazred halló la forma de mantener la compostura de su cuerpo y su alma, batallando contra el dolor de las heridas físicas y hasta mentales. Se guardó la Gliptina dentro de su ropón negro y soltó un suspiro crispado. Aquel fue la primera vez que puso todo su ser en un combate para acabar contra un enemigo que lo superaba con creces en fuerza física y en magia Akham. Un monstruo de naturaleza divina que, de no haberlo combatido con la ayuda de los demás, habría acabado con su vida. Abdullah lo admitía para sí mismo, sin tapujos u orgullo frágil. Allí habría perecido, en las colmenas de las ruinas sepulcrales, a manos del último guerrero que gritó el último bramido de una valiente civilización caída bajo el corte yugular del imperio islámico.

Todos habían salido malheridos; diversas heridas, pero casi todas ellas mortales. El único que no tenía heridas de gravedad era Al-Farabi (apenas y tenía moretones y sangrados superficiales). Con su ayuda, cargaron los cuerpos de Jalaal y Daifallah y los refugiaron en el ancho pasillo contiguo que venía justo después del alto altar agujereado que estaba al fondo de la plataforma, despejada de murallas y de pilares tras los ataques de pilastras lumínicas de Kisra. Las heridas de ambos eran similares; amplios agujeros verticales que abrían sus estómagos por los que chorreaba excesiva sangre.

—Sus heridas son excesivamente mortales —dijo Al-Farabi, nervioso—. ¡Y no tenemos recursos médicos para asistirlos!

—Sí los tenemos —afirmó Abdullah. Le dio un par de cachetadas a Daifallah. Este respingó y abrió los ojos que por poco cerraba para caer en la inconsciencia—. Muchacho.

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⏰ Última actualización: Aug 04 ⏰

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