Sexto Azora: Ach Chóara (3)

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Dijo: «¡No! ¡Id los dos con Nuestros signos! Estamos con vosotros, escuchamos.

Id a Faraón y decid: '¡Nos ha enviado el Señor del universo:

¡Deja marchar con nosotros a los Hijos de Israel!'» 

¡Deja marchar con nosotros a los Hijos de Israel!'» 

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Caminaron a pie por el sendero fangoso y ornamentado con cadáveres dantescos de más gente Darvishes. Cuerpos pigmentados de negro por la intemperie se apilaban alrededor de la carretera, y algunos de ellos aún se conservaban; eran humanoides de baja estatura que otrora tuviesen melenas sedosas, vestidos con elegantes túnicas y clámides que otrora tenían joyas y perlas, y algunos de ellos teniendo una parte inferior brumosa y resquebrajada, semejante a un soplido de humareda antes que unas piernas humanas.

A lo lejos los esperaba una gigantesca escalinata de cien peldaños que daba a dos gigantescos portones sellados. Entre ellos y los portones, se abrían extensas praderas de pasto pardo, con más cadáveres desperdigados y restos de ruinas cubiertas por carpas y mantos azules oscuros. La desolación recubría la totalidad del área. Tanto en la tierra como en el cielo se transpiraba un aroma a muerte milenaria que era transmitidas por las fuertes brisas; era un ambiente tal que hasta el halcón colosal de Ilkán se alborotaba de cuando en cuando, graznando y agitándose con impetuoso terror.

Para Daifallah, era la primera vez que veía semejante destrucción que hablase con el viento de las atrocidades aquí ocurridas. Abdullah le había hablado antes de este lugar en historias que le solía contar cuando era pequeño. Shahigan, país y hogar de los Darvishes, unas gentes originarias de las regiones septentrionales de Al-Madain y de quienes religión y cultura defendieron acérrimamente de los Yaum Al-Quiyama y su impecable Yihad. Aunque sus esfuerzos fueron en vano al verse superado militarmente, Daifallah apreció un montón las anécdotas entorno a estas gentes. Llegaba hasta sentirse apenado por ellos, pues en cierto modo... le recordaba a su propia tribu.

Más sin embargo, los Darvishes no fueron simplemente humanoides. Si uno caminaba como lo hacía este grupo de hechiceros por los páramos donde se apilaban cadáveres de ellos, podría ver que había tanto Darvishes con piernas humanas como partes inferiores bulbosas semejantes a una humareda. Esto era porque los Darvishes, si bien de aspecto humano, no compartía similitud con los humanos de Al-Madain. Ellos eran, lo que en la tierra de los Sag-Giga se les conoce popularmente, como Djinnes.

Las Sombras de ArabiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora