Quinto Azora: Ach Chóara (2)

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Y cuando tu Señor llamó a Moisés: «Ve al pueblo impío,

al pueblo de Faraón. ¿No van a temerme ?»

Dijo: «¡Señor! Temo que me desmientan. 

Me acusan de un crimen y temo que me maten».

Me acusan de un crimen y temo que me maten»

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Manos de cobre se entrelazaban en un rezo dedicado hacia largas hileras de tumbas fantasmagóricas que flotaban por encima del turbante dorado del hombre arrodillado. Sus oraciones, dichas en voz alta y replicando los suras de la Fatiha, eran solo escuchadas por los perennes vientos que soplaban del norte, y por los invisibles oídos de Alá, que todo lo ve, todo lo oye y todo lo sabe.

Y Al-Farabi sabía que Alá escuchaba sus rezos; por ese motivo los exclamaba con gran ímpetu, sin importar que aquellos a quienes estuviera ovacionando sus nombres y suplicaba sus descansos eternos bajo la ley del Corán, habrían sido considerados unos Kufr, unos "infieles". Y aunque aquellos quienes sus almas ya no vagaban por este mundo en sombras, donde ni los cenotafios albergaban vestigios de sus existencias, Al-Farabi no habría podido ayudarlos a salvarlos de su hecatombe. Fueron condenados por su gobierno ideal, y él no podía objetar contra el estado que él adora más que a su propia vida.

El silencio de las tumbas negras se perpetraba con un tenebroso ambiente que Al-Farabi ignoraba. E ignoraba también el hecho de que, lo que hacía, sería considerado un acto criminal contra el gobierno ideal de Al-Madain. Aunque se tomaron la molestia de crear tumbas para estos infieles, no seguidores de la ley sharía, el gobierno central los seguía considerando unos "traidores" de la fe islámica, simplemente por no haber seguido los mismos preceptos o ideales. Al-Farabi siempre jugó con sus ideas aristotélicas, compartió sus ideas y promulgó un poco de su misticismo dentro de la corte, pero jamás pensó en desligarse de su religión.

Al fin y al cabo, esas mismas ideas escolásticas lo ayudaron a reforzar su idolatría hacia los Yaum Al-Quiyama y a aclamar que Alá es el único Dios al cual adorar en este mundo.

La sección de cenotafios negros en la que se hallaba se caracterizaba por tener lápidas con símbolos de laureles o de la esfera solar, emblemas grecolatinos que hacían asunción a las facciones a la que pertenecieron estos hombres en vida. Grupos de filósofos grecolatinos radicales, contrarios al Islam de los Quiyama, pero no opositores de los mismos, pues siempre trabajaron en conjunto con estos dentro de su aparato político. Al-Farabi, postrado de rodillas, le rezaba a una lápida en particular que tenía caligrafía griega y llevaba el nombre de "Plotino".

Las Sombras de ArabiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora