Capítulo XI

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Las puertas del elevador se abrieron justo a tiempo.

La gente salió dándoles espacio.

Ambos se separaron como si la piel contraria les quemara.

Salieron a toda prisa sin mirarse. Respiraban con dificultad.

Llegaron en dos zancadas a sus respectivos apartamentos. Sin voltear a verse abrieron la puerta de cada uno, pero no entraron.

Fue Zee quien se dio la vuelta primero, jaló del brazo al castaño atrayéndolo hacia él. Besándolo con desesperación y pasión.

Saint soltó su portafolios y se abrazó al cuello del pelinegro. Este le quito el saco entre tirones y jaleos. Saint le deslizó la corbata, le quitó también el saco.

A traspiés entraron al apartamento de Zee.

De una patada cerraron la puerta.

Saint fue alzado del suelo por el trasero, chocando su espalda abruptamente contra la puerta. Enredo sus piernas en la cintura del pelinegro.

Sin dejar de besarse se restregaban sin descaro.

-¡Aaaaaa!...- gimió Saint como libertad cuando su boca fue liberada.

Zee le chupo el cuello hasta dejarle una marca morada. Con una mano lo sostuvo contra la puerta y con la otra le desabotonó los pantalones.

Saint bajó sus piernas de la cintura de Zee, este pudo bajarle el pantalón junto con los bóxer.

Volvió a besarlo con lujuria, metiéndole la lengua hasta lo más profundo de su garganta.

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