Capitulo 11: La verdad

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En las clases aburridas como el discurso de un político, que nos enchufaba sobre todo el profesor de ciencias naturales, con Lena nos gustaba jugar al "Ahorcado".

La mañana del jueves el duelo había estado apasionante; ella me había ganado el primero justo en el límite y en el segundo la había derrotado.

Estábamos empezando el decisivo, el del desempate, cuando el timbre terminó la clase. Ni nos enteramos cuando a los cinco minutos entro Don Rafael, el profesor de ciencias naturales, porque estaba a punto de liquidarla. En el entusiasmo por marcar el momento fatal, hice un mal movimiento y el papel cayó al suelo.

La brisa que entraba por la ventana lo arrastró y terminó su viaje justo sobre la punta gastada de los zapatos marrones del profesor. Lo levanto y lo miro unos instantes. La lengua del ahorcado me había quedado muy expresiva y recordé con horror que al costado yo había escrito «¿Adivina que profesor es?». Y había dibujado una enorme barriga.

—Veo que tenemos un artista muy talentoso en clase, ¿no?—dijo el profe con una sonrisa que no tenía nada de divertida.

Se hizo un silencio que llegó hasta el último rincón.

—¿Y bien? ¿Quién es el dueño de esta obra de arte?.

Lo único que se escuchaba eran los gritos de los de jardinera que jugaban en el patio. Lena y yo nos miramos con disimulo, mientras nos preguntábamos qué hacer.

Todos teníamos claro que lo último que tenía este profesor era sentido del humor y algo tan estúpido como ese papel podía  causar un cero en la nota del trimestre. Se subió los pantalones hasta que el cinturón quedo en la mitad delbpecho. Llevaba unas medias verdes con rombos rojos.

Para mi completo asombro, Noah levantó la mano. La mirada de toda la clase se concentró en su espalda.

—Ah, usted. Parece que hoy por lo menos ésta despierto. Debí de haberlo imaginado— empezó a decir con aire satisfecho.
—No, no es mío es papel—dijo Noah.

—¿Entonces para qué levantó la mano?—dijo con una voz que no anunciaba nada bueno.

—Es que vi cuando el viento lo hizo entrar por la ventana.

—¿Ah, sí? ¿Y espera que me crea eso?.

—Es verdad. ¿A qué tu también los has visto, Esteban? Justo nos estábamos preguntando de quien sería es hoja—dijo con voz inocente, y se dio vuelta para mirar a Esteban -uno de sus tantos amigos-.

Con su expresión le enviaba un mensaje mudo de que lo apoyara.
Esteban era rápido así que en seguida dijo:

—Sssí, sí, claro, yo también lo vi.

Don Rafael pareció meditar unos segundos si valía la pena seguir con ese asunto. Luego de mirar a los dos con las cejas arqueadas, dijo con su expresión de profesor-víctima-de-esos-chicos-imposibles-pero-el-único-capaz-de-ponerlos-en-vereda:

—Bien. Seguimos en el libro.

El rumor de mochilas que se abrían y manos que pasaban hojas distendió un poco el ambiente tenso, pero Lena y yo todavía estábamos muy sorprendidas.

Al tocar el timbre y despedirme de Lena, porque esta era la ultima clase, no tuve más remedio y me acerque hasta Noah que se encontraba cerca de la salida:

—Oye.. Gracias, por lo de hoy—

—No es nada—dijo como si le quitara importancia. Así que sin más, asenti y estaba a punto de irme, cuando sentí que me había sujetado el brazo, haciéndome quedar muy cerca de él, viendo esos hermosos ojos color miel que me habían lastimado.

—Lo siento—dijo soltando su agarre, y separándose un poco de mi para después agregar—Solo quiero hablar contigo para explicarte lo que sucedió

—Noah..—le dije en tono de advertencia, pero me interrumpió:
—No te pido que volamos o algo, solo te pido que me dejes explicarte de verdad de lo que sucedió — dijo mirándome fijamente.

— ¿La verdad?—pregunté, y el asintió, no tuve otra opción y así que acepte. No porque lo iba a perdonar, solo quería saber lo que de verdad paso..

La Ventana de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora