Pasaron algunas semanas desde el trágico fallecimiento de Chifuyu y Baji. Durante ese tiempo, Kenma y Kuroo habían pasado mucho tiempo juntos, fortaleciendo su relación y apoyándose mutuamente en los momentos difíciles. Kuroo se había convertido en un pilar fundamental para Kenma, proporcionándole consuelo y estabilidad en un momento en que el mundo parecía caerse a pedazos.
Kenma y Kuroo decidieron que no querían perder más tiempo y se reconciliaron, volviendo a estar juntos como pareja. Aunque el dolor de la pérdida aún estaba presente, su amor les daba fuerzas para seguir adelante.
Sin embargo, una nueva preocupación comenzó a surgir. Yamaguchi, quien había estado luchando valientemente contra la leucemia, empezó a empeorar. Los tratamientos parecían menos efectivos y sus visitas al hospital se volvieron más frecuentes.
Un día, mientras Kenma estaba con Kuroo en su apartamento, recibió una llamada de Tsukishima. La voz de Tsukishima sonaba agotada y preocupada.
—Kenma, necesito que vengas al hospital—dijo Tsukishima, tratando de mantener la calma.—Yamaguchi ha empeorado. Los médicos no están seguros de cuánto tiempo más podrá aguantar.
El corazón de Kenma se hundió al escuchar las palabras de Tsukishima.
—Voy para allá— respondió, su voz temblando. Colgó la llamada y miró a Kuroo, quien ya entendía la gravedad de la situación.—Vamos—dijo Kuroo, tomando la mano de Kenma—Te llevaré al hospital.
Al llegar al hospital, Kenma y Kuroo se encontraron con Tsukishima en la sala de espera. La expresión de Tsukishima era sombría, y sus ojos mostraban la preocupación y el cansancio de alguien que había pasado noches en vela al lado de su ser querido.
—Está en la habitación 312—dijo Tsukishima, guiándolos hacia la habitación de Yamaguchi.
Kenma y Kuroo entraron silenciosamente en la habitación. Yamaguchi estaba en la cama, su complexión pálida y su respiración débil. Al ver a Kenma, Yamaguchi esbozó una pequeña sonrisa.
—Kenma, Kuroo— susurró Yamaguchi, su voz apenas audible. —Gracias por venir.
Kenma se acercó a la cama, tomando la mano de Yamaguchi con suavidad.
—No hay de qué, Yamaguchi. Estamos aquí para ti.
Kuroo se quedó cerca, proporcionando apoyo silencioso mientras Kenma hablaba con Yamaguchi. Tsukishima, que había estado sentado al lado de la cama, se levantó para darles espacio, aunque sus ojos nunca se alejaron de Yamaguchi.
—Kenma—dijo Yamaguchi después de un momento de silencio, —ha sido difícil, pero tener a todos ustedes aquí me ha dado fuerzas. No sé cuánto más podré seguir, pero quiero que sepas que aprecio todo lo que has hecho por mí.
Kenma sintió un nudo en la garganta, pero se obligó a sonreír.
—Nosotros somos los que te agradecemos, Yamaguchi. Eres increíblemente fuerte y valiente. Estamos aquí contigo, sin importar lo que pase.
Las visitas al hospital se volvieron parte de la rutina diaria de Kenma y Kuroo. Aunque el estado de Yamaguchi seguía siendo crítico, cada momento juntos se volvía precioso. Los amigos de Yamaguchi también se turnaban para visitarlo, ofreciéndole apoyo y compañía.
A medida que el tiempo pasaba, Kenma y Kuroo encontraron consuelo en su relación, sabiendo que el amor y la amistad eran sus mayores fuerzas en momentos de adversidad. Aunque el futuro era incierto, se comprometieron a estar allí el uno para el otro y para Yamaguchi, enfrentando cada día con coraje y esperanza.