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Pasaron seis meses desde que Yamaguchi empeoró, y cada día fue una lucha llena de altibajos. Los amigos de Yamaguchi se turnaban para visitarlo y brindarle apoyo. Sin embargo, su condición seguía deteriorándose. A pesar de todos los esfuerzos, el destino fue implacable.

Una mañana, Kenma recibió la llamada que tanto temía. Tsukishima, con la voz quebrada, le informó que Yamaguchi había fallecido durante la noche. Kenma se quedó en silencio, sintiendo cómo todo su mundo se desmoronaba una vez más. La noticia lo golpeó con una fuerza abrumadora, dejándolo sin aliento y con un dolor profundo en el pecho.

—Lo siento mucho, Kenma—dijo Tsukishima entre lágrimas.—Hizo todo lo posible, pero ya no podía más.

Kenma colgó el teléfono y se quedó mirando al vacío, incapaz de procesar la magnitud de su pérdida. Kuroo, al ver la expresión devastada de Kenma, se acercó y lo abrazó con fuerza, compartiendo su dolor.

—Estoy aquí, Kenma— susurró Kuroo

—Siempre estaré aquí para ti.

A medida que los días pasaban, los amigos de Yamaguchi trabajaron juntos para honrar su memoria. Decidieron organizar una exposición en el museo, mostrando las obras de arte de Yamaguchi, como él siempre había soñado. La preparación de la exposición fue un esfuerzo colectivo, una forma de mantener viva la esencia de su amigo a través de su talento y creatividad.

El día de la exposición, el museo se llenó de amigos, familiares y admiradores de Yamaguchi. Las paredes estaban adornadas con sus dibujos y pinturas, cada obra capturando una parte de su espíritu y pasión por el arte. Kenma, Kuroo, Tsukishima, Akaashi, Shoyo y Yaku estaban presentes, cada uno llevando su propio dolor pero también el orgullo de haber conocido a alguien tan especial.

Los padres de Yamaguchi estaban allí, con los ojos llenos de lágrimas mientras miraban las obras de su hijo. Aunque el dolor de su pérdida era inmenso, también sentían una profunda gratitud por el amor y el apoyo que los amigos de Yamaguchi habían mostrado.

Kenma, con Kuroo a su lado, recorrió la exposición, recordando los momentos compartidos con Yamaguchi. Cada dibujo y pintura contaba una historia, un recuerdo de la vida de su amigo. Mientras observaba las obras, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

—Es hermoso—dijo Kenma en voz baja.
—Yamaguchi estaría tan feliz de ver esto.

Kuroo lo abrazó, dándole un momento de consuelo.

—Lo está viendo, Kenma. Y estoy seguro de que está orgulloso de todo lo que han hecho por él.

El ambiente en el museo era agridulce. Había un profundo dolor por la pérdida de Yamaguchi, pero también una celebración de su vida y su legado. La exposición fue un tributo conmovedor, un testimonio del impacto que Yamaguchi había tenido en todos los que lo conocieron.

A lo largo del día, las personas compartieron historias y recuerdos de Yamaguchi, riendo y llorando juntos. Fue un día de catarsis y sanación, una forma de honrar su memoria y encontrar consuelo en la comunidad que había dejado atrás.

Kenma, aunque devastado por la pérdida, encontró un pequeño rayo de esperanza en el amor y apoyo de sus amigos y de Kuroo. Sabía que el camino hacia la sanación sería largo, pero no tenía que recorrerlo solo. Con el tiempo, el dolor se suavizaría y los recuerdos de Yamaguchi seguirían vivos en sus corazones.

Do not forget me[Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora