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Después de la exposición, Kenma se sentía vacío pero también agradecido por el apoyo de sus amigos. Las semanas siguientes fueron difíciles; la ausencia de Yamaguchi se sentía como un vacío constante en su vida. Sin embargo, la cercanía con sus amigos y la presencia inquebrantable de Kuroo le dieron la fuerza para seguir adelante.
Un día, mientras Kenma y Kuroo estaban sentados en un parque, mirando el atardecer, Kenma habló sobre sus sentimientos.
—A veces siento que no puedo seguir,— admitió, su voz llena de tristeza.—Pero luego pienso en Yamaguchi, en lo valiente que fue, y me doy cuenta de que no puedo rendirme.
Kuroo apretó la mano de Kenma.
—Tienes razón. Yamaguchi siempre luchó hasta el final. Él no querría que te dieras por vencido. Además, tienes a mucha gente que te quiere y que está aquí para apoyarte.
Kenma asintió, sintiendo una pequeña chispa de esperanza encenderse en su corazón.
—Gracias, Kuroo. No sé qué haría sin ti.
Los meses pasaron, y aunque el dolor de la pérdida seguía presente, Kenma comenzó a encontrar formas de honrar la memoria de Yamaguchi. Se sumergió en sus propios proyectos de dibujo, inspirándose en la creatividad y pasión que Yamaguchi siempre mostró. Con el tiempo, incluso organizó pequeños talleres de arte para niños, algo que Yamaguchi siempre había querido hacer.
Sus amigos también encontraron maneras de seguir adelante. Tsukishima, aunque devastado por la pérdida de Yamaguchi, decidió seguir con su vida, trabajando duro en sus estudios y recordando a Yamaguchi en cada paso que daba. Akaashi, Shoyo y Yaku se unieron a Kenma en sus talleres, ofreciendo su apoyo y ayudando a mantener vivo el espíritu de Yamaguchi.
Un año después de la muerte de Yamaguchi, Kenma y sus amigos organizaron otra exposición en su honor. Esta vez, la exposición no solo presentó las obras de Yamaguchi, sino también las de sus amigos y alumnos, mostrando cómo su legado había inspirado a otros a seguir creando.
Durante la inauguración de la exposición, Kenma subió al escenario para dar un discurso. Miró a la multitud, su corazón lleno de emociones.
—Yamaguchi fue más que un amigo,— comenzó Kenma.—Él fue una inspiración para todos nosotros. Su valentía, su creatividad y su bondad tocaron nuestras vidas de maneras que nunca olvidaremos. Esta exposición es nuestra manera de mantener viva su memoria y de celebrar la influencia que tuvo en todos nosotros.
La multitud aplaudió, y Kenma sintió una ola de calidez y apoyo. Miró a Kuroo, quien le sonreía con orgullo desde la primera fila. Sus amigos también estaban allí, cada uno con una sonrisa y lágrimas en los ojos.
Esa noche, Kenma y sus amigos celebraron la vida de Yamaguchi, recordando los buenos momentos y las lecciones que les había dejado. Aunque el dolor de la pérdida nunca desaparecería por completo, aprendieron a encontrar consuelo en los recuerdos y en el amor que compartían.
Con el tiempo, Kenma se dio cuenta de que, aunque había perdido a Yamaguchi, había ganado una familia en sus amigos y en Kuroo. Juntos, encontraron la fuerza para seguir adelante, llevando siempre en sus corazones el legado de Yamaguchi.
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Con el tiempo, la vida comenzó a encontrar un nuevo ritmo para Kenma y sus amigos. Aunque la pérdida de Yamaguchi siempre estaría presente, el amor y el apoyo de sus seres queridos les permitió seguir adelante.
Un día, mientras Kenma y Kuroo paseaban por la ciudad, encontraron un pequeño café que acababa de abrir. Decidieron entrar y tomar un descanso. Mientras estaban sentados, disfrutando de sus bebidas, Kenma notó un tablero de anuncios en la pared con información sobre eventos comunitarios. Un aviso en particular llamó su atención: un concurso de arte para jóvenes.
—Kuro, mira esto—dijo Kenma, señalando el anuncio.—Están organizando un concurso de arte para niños. Creo que sería una gran oportunidad para continuar el legado de Yamaguchi y fomentar la creatividad en los jóvenes.
Kuroo sonrió, sabiendo lo importante que era para Kenma mantener viva la memoria de su amigo.—Me parece una idea fantástica, Kenma. Podrías involucrar a tus alumnos y hacer que participen. Sería una manera maravillosa de honrar a Yamaguchi.1
Animado por la idea, Kenma contactó a los organizadores del concurso y se ofreció a ayudar. Pronto, estaba inmerso en la planificación y preparación del evento, con la ayuda de sus amigos y compañeros. Akaashi, Shoyo y Yaku también se unieron, entusiasmados por la oportunidad de apoyar a Kenma y continuar el legado de Yamaguchi.
El día del concurso, el pequeño café estaba lleno de niños y sus familias, todos emocionados por mostrar sus obras de arte. Kenma se sintió conmovido al ver tantas caras sonrientes y creativas, cada una aportando algo especial. Los niños presentaron sus dibujos y pinturas con orgullo, y Kenma no pudo evitar pensar en cómo Yamaguchi estaría sonriendo desde donde estuviera.
Mientras caminaba entre las mesas, admirando las obras de los jóvenes artistas, Kenma sintió una profunda sensación de paz. Aunque había perdido a un amigo querido, había encontrado una nueva manera de mantener su espíritu vivo, inspirando a la próxima generación a través del arte.
Después de que se anunciaron los ganadores y se entregaron los premios, Kenma se dirigió al frente para dar un pequeño discurso.
—Gracias a todos por venir y por compartir su creatividad con nosotros—dijo, mirando a la multitud—Este concurso no solo celebra el arte, sino también la memoria de un gran amigo que siempre nos inspiró a ser valientes y creativos. Espero que todos ustedes continúen creando y compartiendo su talento con el mundo.
La multitud aplaudió, y Kenma sintió una oleada de gratitud. Sus amigos y Kuroo lo rodearon, ofreciéndole palabras de apoyo y felicitaciones.
—Lo hiciste increíble, Kenma_ dijo Kuroo, dándole un abrazo. —Yamaguchi estaría tan orgulloso de ti.
Con el tiempo, Kenma y sus amigos continuaron organizando eventos y talleres de arte, creando una comunidad vibrante y solidaria. Cada actividad, cada dibujo, y cada sonrisa de un niño era un recordatorio del legado de Yamaguchi y de la importancia de seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros.
Kenma y Kuroo también encontraron una nueva estabilidad en su relación. Aunque las cicatrices del pasado siempre estarían allí, su amor y apoyo mutuo les dieron la fuerza para enfrentar cualquier desafío.
Un año después del concurso de arte, Kenma y Kuroo estaban sentados en su apartamento, mirando una caja de recuerdos que habían guardado juntos. Entre las fotos y los objetos, había una carta de Yamaguchi, escrita en sus últimos días.
—Queridos amigos— comenzaba la carta.
—Gracias por todo el amor y apoyo que me dieron. Aunque mi tiempo aquí fue corto, me siento afortunado de haber tenido amigos tan increíbles. No dejen de crear, no dejen de soñar. Siempre estaré con ustedes, en cada pincelada y en cada sonrisa. Con amor, Yamaguchi.Kenma sintió las lágrimas rodar por sus mejillas mientras leía la carta, pero también una sonrisa se formó en su rostro.
—Nunca te olvidaremos, Yamaguchi— susurró.
Kuroo lo abrazó, y juntos, miraron hacia el futuro, sabiendo que, aunque la vida estaba llena de desafíos, también estaba llena de amor, amistad y esperanza.