VII

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Legolas fue el primero en abrir los ojos esa mañana, usualmente no dormía mucho, pero la noche que había pasado con su rey había sido más que intensa, al punto en que había agotado todas sus energías, algo que ni la batalla más despiadada había conseguido hasta ese entonces. Sonrió cuando vió el rostro de Éomer, quien lo miraba con ternura, pues se había despertado antes que él.

—Buenos días —murmuró el elfo, aún sin apartarse del pecho ajeno.

—Buenos días —respondió el rohirrim, comenzando a trazar con su dedo pequeños círculos en la piel de su hombro—. Te ves adorable cuando duermes, ¿te lo habían dicho?

—Nunca nadie me había visto dormir antes —reconoció sonriendo—, pero acepto el cumplido —se separó lentamente del cuerpo contrario, tallando sus adormilados ojos.

Éomer le dió un beso a su hombro desnudo antes de incorporarse de la cama para buscar sus prendas. Le encantaría quedarse en aquella cama con su elfo todo el día, pero no sería posible, pues ambos tenían responsabilidades que cumplir. Se ajustaron la ropa con calma, mientras el silencio inundaba la habitación. Sus miradas se encontraron con complicidad y afecto, entendiendo la magnitud de lo compartido la noche anterior.

Legolas comenzó a deshacer sus maltrechas trenzas para poder rehacerlas, pues su cabeza lucía como si varios pájaros hubieran decidido hacer su nido en él. Era impensable que alguien lo viera en esas condiciones.

—¿Me permites ayudarte? —inquirió el rubio, una vez que terminó de vestirse. Legolas le dedicó una mirada inquisitiva, pero posteriormente asintió. No le gustaba que nadie más tocara su cabello, pero tratándose del hombre de sus sueños no había ningún problema.

Ambos se sentaron en la cama, Legolas en frente de Éomer dándole la espalda, dejando que este terminara el trabajo de deshacer los nudos de su cabello. Su tacto era muy suave y gentil, lo cual el elfo agradeció profundamente.

—Nunca hubiera imaginado que supieras hacer trenzas —comentó el peliblanco, divertido.

—Son habilidades que desarrollas cuando tienes una hermana —ambos rieron ante sus palabras.

Una vez que el rubio terminó de trenzar los cabellos de su amado, ambos se quedaron sentados, frente a frente. Legolas no necesitaba las palabras para darse cuenta de que a Éomer lo aquejaba alguna cosa, sus expresivos ojos así se lo hacían saber.

—¿Pasa algo —cuestionó el elfo, ligeramente preocupado.

—Hay algo que ha estado rondando en mi mente desde hace un tiempo y espero que seas honesto conmigo al respecto —habló el rohirrim, después de tomar un hondo suspiro. El elfo asintió expectante —. ¿Qué es lo que sientes por Aragorn?

Aquella pregunta sorprendió al peliblanco, pero era una pregunta justa y algo que ya se veía venir. Al parecer su compañero era más intuitivo de lo que él pensaba y había notado su cercanía con el montaraz. Era la oportunidad de ser totalmente honesto.

—Siento algo muy profundo por él —reconoció, con su habitual serenidad—. Durante mucho tiempo he estado confundido respecto a eso, también respecto a mis sentimientos por ti. No me gustaba sentirme vulnerable.

Éomer asintió, no muy contento con aquella respuesta, pero agradeciendo la honestidad en sus palabras. —¿Y ahora? ¿Todavía tienes dudas?

Legolas negó con la cabeza. —Lo que siento por Aragorn es algo fuerte, no tengo dudas de eso. Tampoco tengo dudas de que lo que siento por ti es aún más fuerte y que quiero estar contigo. Anoche lo supe, sólo sentí el llamado de mi corazón, pidiendo desesperadamente estar contigo, solo contigo y me rendí de inmediato.

El rubio sonrió enternecido al escucharlo decir aquello, pues su corazón también pertenecía al lado de aquel precioso ser, estaba completamente seguro de eso. Tomó con delicadeza el rostro de Legolas y lo besó con suavidad y ternura.

—También quiero estar contigo, hoy y siempre —confesó cuando sus rostros se separaron.

—Pero hay algo más... —intuyó el elfo, confundido, al ver todavía un atisbo de duda en el semblante de su rey.

—Como hombre, sé que mi tiempo es breve en comparación con el tuyo. Me temo que, en algún momento, no estaré aquí para ti, y eso me llena de un dolor que no puedo evitar —explicó con profunda preocupación—. No quiero que sufras por mi partida, no quiero ser una fuente de tristeza en tu vida.

Con ojos llenos de serenidad élfica, el peliblanco se acercó más al rubio. —He vivido mucho tiempo. He visto a amigos partir y he enfrentado la pérdida en muchas ocasiones. Pero tú eres diferente. Lo que siento por ti no se puede comparar con nada que haya experimentado antes —el hombre lo miró, con una mezcla de miedo y esperanza.

—¿Cómo puedes estar dispuesto a arriesgarte a ese dolor? ¿Cómo puedes aceptar algo que sólo te traerá tristeza en el futuro? —quiso saber, incrédulo.

Legolas tomó un profundo respiro, sus palabras fluyendo con la sinceridad de quien ha tomado una decisión consciente e irrevocable.

—El amor verdadero es una fuerza que supera incluso el miedo a la pérdida. Aunque mi corazón pueda doler en el futuro, lo que tengo contigo ahora es más precioso que cualquier preocupación sobre lo que pueda venir. La eternidad no se mide en años, sino en momentos compartidos. No puedo y no quiero renunciar a nosotros por miedo al dolor futuro.

El rey de Rohan se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras del elfo. Finalmente, su rostro se relajó, y una sonrisa triste pero sincera apareció en sus labios.

—Entonces, ¿realmente estás dispuesto a vivir en esta incertidumbre, por mí?

Legolas asintió con firmeza, pues estaba totalmente seguro. Finalmente había vencido su gran temor, estaba dispuesto a arriesgar su corazón pues sabía que ese hombre valía la pena. Tomó una de sus manos en la suya.

—Sí, estoy dispuesto. Prefiero compartir mi vida contigo, aunque sea solo por un tiempo, a vivir sin el amor que siento por ti. Eso vale más que cualquier certeza sobre el futuro.

Éomer apretó suavemente su mano, sus ojos reflejando un sentimiento profundo de gratitud y amor. —Entonces viviré cada momento con la certeza de que, aunque nuestro tiempo juntos sea breve, será el más valioso de todos.

Ambos se fundieron en un suave y cálido abrazo, mientras el susurro del viento que se colaba por la ventana envolvía sus palabras en un manto de paz. En ese instante supieron que, a pesar de las inevitables sombras del futuro, su amor sería una luz que iluminaría incluso los días más oscuros.

Bajo Estrellas Contrapuestas (Legolas x Éomer/Aragorn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora