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Con temor palpable pero una voluntad inquebrantable, los tres amigos se aventuraron en aquel tétrico y desconocido territorio. Después de una búsqueda angustiosa, encontraron finalmente al ejército de los muertos. Aragorn, como descendiente de Isildur, les propuso un pacto: luchar a su lado a cambio de su liberación del tormento eterno. Sin embargo, el ejército desapareció sin dar respuesta, dejándolos en una encrucijada desesperada.

Al salir de ese lugar maldito, Aragorn no pudo contener las lágrimas de desesperanza. Sin el apoyo de los muertos, sabía que las fuerzas del Señor Oscuro eran casi invencibles. Legolas, siempre sereno, extendió su mano en un gesto de apoyo, pero Aragorn necesitaba mucho más. Envolvió a su compañero en un abrazo sincero que le fue correspondido con la misma intensidad. Ambos encontraron consuelo mutuo, olvidando temporalmente el sombrío destino que los aguardaba.

Durante un largo momento, el mundo exterior desapareció para ellos. Sentir los brazos del otro fue reconfortante y les proporcionó la calma necesaria en aquel momento crítico. Con el tiempo, Aragorn rompió su abrazo, pero aún así mantuvo sus manos en la cintura de Legolas. Este último secó con ternura las lágrimas del montaraz, provocando una sonrisa en su rostro.

—No hay esperanza para Gondor, pero no los abandonaré —murmuró el pelinegro con determinación—. Eres libre de quedarte si así lo deseas.

—Sabes que te seguiré a cualquier parte, tampoco pienso abandonarte —respondió con suavidad, sus ojos azules encontrando aquella intensa mirada gris en un momento de complicidad profunda.

Aragorn se perdió en aquella preciosa mirada antes de reunir el coraje para confesar sus sentimientos más profundos.

—Sé que probablemente moriré en combate, y está bien, no le temo a la muerte, pero no puedo abandonar este mundo sin decirte algo muy importante —el peliblanco lo miraba expectante—. Te amo, Legolas. Lo supe esde que nos encontramos en Rivendel por primera vez.

—Aragorn... —susurró visiblemente sorprendido, pero antes de que pudiera responder, fue interrumpido por el pelinegro.

—No tienes que decir nada. Solo necesitaba que lo supieras. Me siento aliviado de haberlo dicho por fin en voz alta —sonrió con genuina dicha, el elfo le devolvió la sonrisa, visiblemente conmovido por la revelación inesperada.

—¿Puedo besarte? —preguntó en montaraz con voz suave y anhelante.

Legolas respondió acortando la distancia entre ellos y capturando los labios ajenos en un beso dulce y tierno. En ese momento, Gimli los observó con ojos muy abiertos por la sorpresa, era evidente que ese par se habían olvidado por completo de su presencia.

Finalmente se vió obligado a interrumpir involuntariamente el emotivo momento con un carraspeo repentino.

—Siento interrumpir, pero... —sus palabras quedaron suspendidas en el aire.

Antes de que pudiera terminar, el líder de los muertos se hizo presente nuevamente, devolviendo la esperanza al trío de amigos.

—Pelearemos con ustedes —sentenció el líder espectral, restaurando la determinación en el corazón del trío de amigos.

La gran batalla de Minas Tirith estalló con el feroz asalto de las fuerzas de Sauron, comandadas por el Rey Brujo de Angmar y sus Nazgûl. Las murallas de la ciudad resistieron tenazmente, aunque los defensores enfrentaron una prueba ardua, demostraron un valor excepcional y liderazgo en la contienda.

La balanza del conflicto comenzó a inclinarse a favor de los gondorianos y los rohirrim con la llegada providencial de Aragorn y el ejército de los muertos.

El Rey Théoden había guiado valerosamente a sus tropas hasta enfrentarse al Rey Brujo, resultando gravemente herido y finalmente falleciendo en combate. Su sobrina Éowyn se enfrentó al verdugo de su tío, contando con la inesperada ayuda de Merry, y juntos lograron abatirlo.

Con la caída del Rey Brujo y la derrota de sus fuerzas, los defensores de Gondor y Rohan aseguraron la victoria definitiva.

Después del tumulto, la calma descendió sobre los sobrevivientes. Legolas, todavía lleno de adrenalina, buscó entre los caídos a sus compañeros hasta que una escena detuvo su paso en seco.

Éomer sostenía en sus brazos a su hermana inconsciente, lágrimas desgarradoras rodaban por su rostro. Legolas se apresuró a su lado para ofrecerle apoyo, mientras Aragorn se unió rápidamente al grupo. Juntos llevaron a Éowyn donde se atendían a los heridos, y con la ayuda de Legolas y sus conocimientos en medicina élfica, Aragorn logró curar las heridas graves de la valiente mujer. Éomer, entre lágrimas de alivio, abrazó a Legolas en un gesto de profundo agradecimiento, el cual el elfo recibió con afecto. Aragorn, algo incómodo ante la escena, se retiró discretamente después de recibir un sincero "gracias" del rohirrim.

Minutos más tarde, Éomer y Legolas dejaron el bullicio del campamento atrás y encontraron un momento de paz en una terraza orientada hacia el este. Legolas observó en silencio al rohirrim, cuyos ojos azules mostraban determinación pero también un dejo de tristeza que no había estado presente antes de la batalla.

—Ahora el peso de la corona descansa con mayor fuerza sobre tus hombros —comentó el elfo, rompiendo el silencio que los rodeaba. Éomer asintió lentamente, suspirando mientras recorría con la mirada los muros de Minas Tirith.

—Es cierto. Mi tío Théoden ha caído en batalla, y ahora soy el rey de Rohan. Una responsabilidad que nunca busqué, pero que debo aceptar con honor.

El peliblanco se acercó un poco más, sintiendo la necesidad de tenerlo más cerca.

—Siento que tengas que llevar esa carga emocional.

El rey de Rohan miró hacia Legolas, encontrando el azul sereno en los ojos del elfo.

—El peso de la corona es sólo una parte de mi carga. Hay otro asunto que me pesa en el corazón —Legolas asintió esperando que Éomer encontrara las palabras adecuadas—. Desde que te conocí, he sentido una conexión especial contigo. No sé cómo explicarlo en palabras humanas, pero es como si nuestros destinos estuvieran entrelazados de alguna manera.

El elfo sintió una oleada de emoción al escuchar esas palabras. —No eres el único que siente una conexión. Mi corazón ha encontrado en ti una luz en medio de la oscuridad.

Los dos quedaron en silencio por un momento, dejando que sus palabras se asentaran en el aire. Finalmente, Éomer tomó la mano ajena entre las suyas, sus ojos llenos de determinación y ternura.

—Siento por ti algo muy profundo y verdadero. No sé qué nos depare el futuro, pero quiero que sepas que mis sentimientos por ti no cambiarán bajo ninguna circunstancia.

El elfo sonrió con ternura, antes de fundirse en un abrazo profundo y lleno de significado con el rey. Así, bajo el cielo claro de la Ciudad Blanca, donde los estandartes de Rohan y Gondor ondeaban en unión, ambos compartieron un momento de conexión más allá de las palabras. Legolas aún estaba lleno de dudas y miedos, pero en ese momento sólo se permitiría disfrutar de aquel dulce momento.

Bajo Estrellas Contrapuestas (Legolas x Éomer/Aragorn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora