Capitulo 2

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Pasaron tres años desde aquel día en el que ayudé a Aria a encontrar sus lentes en el patio de la escuela. Nuestra amistad floreció de una manera que nunca hubiera imaginado. Con cada año que pasaba, nos volvimos más unidos y aprendimos a confiar el uno en el otro como nunca antes. Aria y yo compartíamos nuestras alegrías y tristezas, nuestros sueños y miedos. Nuestra conexión era especial, y sabíamos que siempre podríamos contar el uno con el otro.

Una tarde, después de la escuela, Aria y yo estábamos en la biblioteca trabajando en un proyecto de ciencias. Habíamos decidido crear un pequeño robot que pudiera moverse y responder a comandos simples. Estábamos tan absortos en nuestro trabajo que no notamos el paso del tiempo.

"Mike, ¿alguna vez has pensado en conocer a mis padres?" preguntó Aria de repente, rompiendo el silencio.

La pregunta me tomó por sorpresa. Aunque habíamos hablado mucho sobre nuestras familias, nunca habíamos hecho un esfuerzo consciente para presentarnos a nuestros padres. "Bueno, supongo que no lo había pensado mucho," respondí, bajando la mirada hacia las piezas del robot que teníamos delante. "Pero me encantaría conocerlos. Y también me gustaría que conocieras a mis padres."

Aria sonrió ampliamente. "¡Genial! Entonces, ¿qué te parece si vienes a mi casa este fin de semana? Te presentaré a mis padres y luego podríamos hacer que tus padres nos visiten en otro momento."

La idea de conocer a los padres de Aria me ponía un poco nervioso, pero la emoción en su voz me convenció. "Me parece bien," dije con una sonrisa tímida. "Vamos a hacerlo."

El sábado llegó más rápido de lo que esperaba. Estaba un poco nervioso mientras caminaba hacia la casa de Aria, sosteniendo un pequeño regalo que había comprado para sus padres: una planta en maceta que mi mamá me ayudó a escoger. Mis padres me desearon suerte antes de salir, y yo sabía que esperaban conocer a Aria y a sus padres pronto.

Al llegar a la casa de Aria, me recibió su madre, la señora Evans, una mujer alta y delgada con una sonrisa cálida. "¡Hola, Mike! Aria nos ha hablado mucho de ti. Es un placer conocerte," dijo mientras me hacía pasar.

"El placer es mío, señora Evans," respondí, entregándole la planta. "Espero que les guste esto. Es un pequeño regalo."

"¡Oh, qué detalle tan encantador! Muchas gracias, Mike," dijo mientras tomaba la planta y la colocaba en una mesa cercana. "Aria está en su habitación. Puedes subir si quieres."

Asentí y subí las escaleras, siguiendo las indicaciones de la señora Evans. La casa de Aria era acogedora y estaba llena de luz. Había fotos familiares en las paredes y el aroma de algo delicioso cocinándose en la cocina.

Al llegar a la habitación de Aria, toqué la puerta suavemente. "¿Aria? Soy yo, Mike."

"¡Entra, Mike!" respondió ella con entusiasmo.

Abrí la puerta y encontré a Aria sentada en su escritorio, rodeada de papeles y lápices de colores. Su habitación era un reflejo de su personalidad: colorida, creativa y llena de vida. "¡Hola, Mike! Me alegra que hayas venido," dijo mientras se levantaba y me daba un abrazo.

"Gracias por invitarme," respondí, sintiendo que mis nervios se calmaban un poco. "Tu casa es muy bonita."

"Gracias," dijo Aria con una sonrisa. "Ven, quiero que conozcas a mi papá."

Bajamos juntos las escaleras y nos dirigimos hacia la sala de estar, donde el señor Evans estaba sentado leyendo un libro. Era un hombre alto y robusto, con una barba bien cuidada y una expresión amable. "Papá, este es Mike, mi mejor amigo," dijo Aria mientras nos acercábamos.

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