Capitulo 10

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La semana antes de Navidad había llegado y en mi casa estábamos todos ocupados decorando. Las luces brillaban en la fachada, las guirnaldas colgaban en cada puerta, y el aroma a galletas de jengibre llenaba el aire. Estábamos poniendo los últimos adornos en el árbol de Navidad cuando mi mamá me pasó una caja con las decoraciones que siempre poníamos al final: las bolas de cristal con fotos familiares en su interior.

Mientras colgaba las bolas en el árbol, no podía dejar de pensar en Aria. El recuerdo del beso que me dio en su fiesta aún me hacía sentir un cosquilleo en el estómago. Fue un gesto pequeño, pero significativo, y desde entonces, no podía sacármela de la cabeza. Sentía algo más profundo que solo amistad, pero no sabía cómo expresarlo, y mucho menos si debería decirlo en absoluto.

"Mike, ¿estás bien?" preguntó mi mamá, interrumpiendo mis pensamientos. "Pareces distraído."

"Sí, solo estaba pensando en la escuela y los exámenes," mentí, tratando de sonar convincente.

Mi papá se acercó con una ristra de luces en la mano. "Bueno, es normal estar un poco nervioso con todo eso, pero recuerda que esta es una época para relajarse y disfrutar."

Asentí y sonreí, pero mi mente seguía en otro lugar. Mientras colocábamos las luces y los adornos, mi mente viajaba de vuelta a la fiesta, al momento en que Aria y yo habíamos bailado y luego al beso en la mejilla que me había dejado completamente descolocado. Sentía un flechazo hacia Aria, pero no estaba listo para compartirlo con mis padres. No aún.

Terminamos de decorar el árbol y nos tomamos un momento para admirar nuestro trabajo. Las luces parpadeaban suavemente, reflejándose en las bolas de cristal y creando un ambiente mágico. Nos sentamos juntos en el sofá, bebiendo chocolate caliente y hablando sobre los planes para la Navidad.

"Este año deberíamos invitar a algunos amigos para la cena de Nochebuena," sugirió mi mamá. "¿Qué te parece, Mike? ¿Te gustaría invitar a alguien especial?"

La pregunta me pilló por sorpresa, y casi derramé mi chocolate caliente. "Oh, no lo sé, no había pensado en eso," respondí rápidamente, tratando de sonar indiferente.

"Bueno, si tienes a alguien en mente, háznoslo saber," dijo mi papá con una sonrisa. "Siempre hay espacio para más en nuestra mesa."

Asentí, pero no dije nada más. En mi corazón sabía que quería invitar a Aria, pero también sabía que eso implicaría explicar muchas cosas a mis padres. No estaba seguro de estar listo para dar ese paso. Pasar tiempo con ella en la fiesta había sido maravilloso, y su beso había encendido algo dentro de mí que no podía ignorar, pero también sentía miedo de lo que eso significaba y de cómo podría cambiar nuestra amistad.

Esa noche, mientras me preparaba para dormir, no pude evitar mirar mi teléfono y ver si había algún mensaje nuevo de Aria. No había ninguno, pero eso no me detuvo de pensar en ella. Me dormí con una mezcla de emociones, sintiendo que esta Navidad podría ser diferente a todas las anteriores, y con la esperanza de que, de alguna manera, encontraría el valor para expresar lo que realmente sentía.

Era la tarde del 24 de diciembre, y el aire estaba lleno de aromas deliciosos mientras ayudaba a mis padres a preparar la cena de Navidad. Nuestra cocina estaba llena de actividad; mi mamá estaba ocupada amasando la masa para el pan de Navidad, y mi papá estaba concentrado en sazonar el pavo. Yo estaba encargado de hacer la ensalada y preparar las guarniciones.

"Mike, ¿puedes revisar si las zanahorias ya están listas?" me pidió mi mamá, sin dejar de trabajar en su tarea.

"Claro, mamá," respondí, mientras me dirigía a la olla humeante. Las zanahorias estaban perfectamente tiernas, así que las saqué del agua y las coloqué en un bol para que se enfriaran un poco antes de mezclarlas con los otros ingredientes.

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