Mario vs Haru/ Peach vs Pauline (parte 2/3)

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Era la tarde del 27 de abril, y el sol comenzaba a bajar en el horizonte, proyectando largas sombras sobre el instituto de Mushroom Kingdom High School. El ambiente, que antes había estado lleno de energía juvenil, ahora se sentía más pesado y denso, en parte por el cansancio de un día largo y en parte por las tensiones no resueltas que parecían colgar en el aire como una nube oscura sobre los estudiantes que aún permanecían en el aula.

Los estudiantes de la Clase de  2º-A se habían dispersado para irse a casa, sus risas y charlas se habían desvanecido en el eco de los pasillos vacíos. Solo Mario, Peach, Haru y Pauline permanecían en el aula, cumpliendo con el castigo impuesto por la profesora Elizabeth. El salón, que normalmente resonaba con las conversaciones y las risas, ahora estaba envuelto en un incómodo silencio, roto solo por el sonido de las escobas raspando el suelo y los trapos deslizándose sobre las superficies.

El tiempo parecía detenerse mientras los cuatro trabajaban para limpiar el aula. Cada uno estaba atrapado en su propio mundo, los pensamientos corriendo salvajemente mientras intentaban procesar lo que había sucedido. Las miradas se evitaban como si el contacto visual pudiera detonar la tensión latente que hervía justo debajo de la superficie.

Peach, con un trapo en la mano, se dedicaba a limpiar las ventanas, pero sus ojos a menudo se desviaban hacia el exterior, como si esperara que el paisaje del atardecer le ofreciera una vía de escape de la situación que la asfixiaba en el interior. Sus movimientos eran mecánicos, casi automáticos, mientras su mente repasaba una y otra vez los eventos que la habían llevado hasta allí. De vez en cuando, lanzaba una mirada rápida a Mario, buscando en él una señal de que todo estaría bien, pero encontrando solo la misma confusión y enojo que sentía en su propio corazón.

Mario, a su lado, movía las sillas con más fuerza de la necesaria, como si el acto de mover los objetos pudiera de alguna manera aliviar la frustración que se acumulaba en su pecho. Lanzaba miradas furtivas hacia Haru, observando con desconfianza cada movimiento del chico. En su mente, la rabia luchaba por salir, reprimida solo por la conciencia de que cualquier estallido de emoción podría prolongar aún más su castigo.

Haru, en cambio, parecía sumido en una aparente calma mientras barría una esquina del salón. Sin embargo, esa tranquilidad superficial era solo una fachada. Bajo esa expresión endurecida, su mente bullía con resentimiento y un deseo casi instintivo de revancha. Sabía que Mario lo observaba, podía sentir su mirada como un ardiente rayo en su espalda, pero se negaba a darle la satisfacción de una reacción. En cambio, se concentró en su tarea, con los músculos tensos y la mandíbula apretada, como si el simple acto de barrer pudiera exorcizar la furia que sentía.

Pauline, ubicada en la otra punta del aula, limpiaba las mesas con movimientos rápidos y casi agresivos. Su rostro estaba marcado por una mezcla de disgusto y fastidio, no solo hacia la situación en sí, sino también hacia los compañeros de clase con quienes se había visto obligada a compartir el castigo. Cada vez que pasaba cerca de Peach, podía sentir cómo la tensión se volvía más espesa, casi tangible. Pauline estaba harta, harta de la perfección de Peach, harta de la condescendencia de Mario, y harta de la situación en general. Pero, al igual que Haru, se mordía la lengua, sabiendo que cualquier palabra podría desatar una tormenta que ninguno de ellos podría manejar.

El tiempo pasaba, los segundos se alargaban como si fueran horas, y finalmente, el aula quedó impecable. Pero, a pesar de que la tarea estaba completada, el ambiente en el salón seguía siendo tan tenso como al principio. El aire estaba cargado, y cada uno de ellos podía sentirlo. Parecía que bastaba una chispa para que todo explotara de nuevo.

Los cuatro se detuvieron un momento en el centro del salón, sin saber muy bien qué decir o hacer. Peach fue la primera en romper el silencio, su voz sonaba cansada, pero firme, como si intentara poner fin a una situación que sabía que no podía mejorar. "Bueno, ya terminamos. Será mejor que nos vayamos."

Una secundaria diferente (Super Mario bros)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora