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-Hogar, dulce hogar.

Bromea Monoma deteniendo el coche de alquiler en la calle donde vive la familia de Shinsou.

Se baja estirando las piernas y los brazos. Más de cuatro horas de viaje. Un viaje largo y silencioso. Shinsou estaba tan nervioso que apenas había pegado ojo en toda la noche dando lugar a que cayera dormido poco después de arrancar.

-¿No te bajas? – pregunta asomándose por la puerta.

-Deme unos segundos, por favor.

Se aleja dándole privacidad. Desde lejos le ve suspirar, murmurar, frotarse las manos, cerrar los ojos. No puede imaginar qué haría él en su situación si perdiese su memoria, pero sí entiende sus miedos y sus nervios al enfrentarse a lo desconocido pues él lo vivió cuando su abuela falleció. Pasó de su cándida despedida como todas las mañanas a no volver a verla nunca más. Aún recuerda lo que sintió cuando su profesor le dio la noticia. Como el suelo desaparecía bajo sus pies. Su corazón se detenía, y el mundo dejaba de funcionar.

Recuerda vivir esas horas de velatorio como si fuera un robot. No sentía nada. No pensaba en nada. Tenía la mente apagada. Los oídos embotados. El alma muerta. No recuerda quién acudió, ni tampoco el pésame de los que acudieron. No recuerda ver a su madre llorar, o a sus tíos o primos. Ni tampoco recuerda llorar él, pero lo hizo. Sabe que en algún momento su alma despertó gritando como un niño en mitad de la noche buscando los únicos brazos capaces de calmarle.

Lo único que recuerda es al mundo volver a ponerse en movimiento derribándole al suelo.

Y ahora al ver a Shinsou ese día lo recuerda con mayor nitidez.

No recordará a su abuelo, pero tendrá la oportunidad que él no tuvo.

Despedirse, darle un último abrazo y beso, darle las gracias por no abandonarle y repetirle hasta la saciedad cuánto lo quiere.

Lanza una mirada al impecable cielo que ve muy distinto al de la ciudad. Luego a las casas de su alrededor luciendo muy parecida a la que él vivió con su abuela. No es el mismo pueblo pero ha visto muchas semejanzas en el camino.

-Estoy listo, doctor.

Le dedica una sonrisa burlona. Shinsou luce como si se hubiera bajado de una montaña rusa después de cinco viajes seguidos.

-Vas a asustarles si te ven tan pálido.

Sin más, besa delicadamente a Shinsou sorprendiéndole.

-Estás más guapo con algo de rubor en tus mejillas, Hitoshi.

Le saca la lengua acompañada de un guiño de ojos.

Shinsou balbucea, saborea el beso recibido. Sigue sus pasos pidiéndole otro para quitarle los nervios. Monoma no acepta, no sabe por qué lo ha hecho pero lo hecho, hecho está. Juguetean. Shinsou busca sus labios una última vez encontrándolos más dulces que nunca.

Cuando se separan, les hormiguea celosa la lengua.

-¿Una vez más, doctor?

-Con dos es más que suficiente.

-Un tercero hará que se me quiten todos los nervios.

-Quieres un tercero porque pretendes meterme la lengua hasta la campanilla.

-Le prometo que solo sentirá mis labios sobre los suyos.

-¿Y lo dices mientras te acercas abriendo la boca y mostrándome tu cachonda lengua?

Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora