6. Sufriendo en silencio

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El sol se alzaba lentamente, marcando el comienzo de otro día en el que Luke tendría que enfrentarse a la realidad de sus sentimientos no correspondidos. Habían pasado semanas desde aquel doloroso San Valentín, pero el recuerdo de Aiden con Delia seguía fresco en su mente, como una herida que no terminaba de cicatrizar.

Cada mañana, al despertar, Luke sentía el peso de la tristeza aplastando su pecho. La luz del día era un recordatorio de que debía continuar con su vida, aunque cada paso que daba le parecía una batalla. Al llegar a la escuela, el ambiente estaba cargado de murmullos y risas, pero Luke se sentía apartado, como si una barrera invisible lo separara del resto del mundo.

A veces, en medio de una clase, su mirada se perdía en la figura de Aiden, sentado unas filas más adelante. Recordaba con amargura cómo antes solían intercambiar sonrisas y bromas durante las lecciones. Ahora, todo eso parecía pertenecer a un tiempo distante, casi irreal.

-¿Estás bien, Luke?- preguntó su amigo Evan, notando la expresión ausente de Luke.

-Sí, solo un poco cansado- respondió Luke, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos.

Evan lo observó con preocupación, pero no insistió. Sabía que Luke estaba pasando por algo difícil, aunque no comprendía del todo la profundidad de su dolor.

En los pasillos de la escuela, Luke evitaba a Aiden y Delia siempre que podía. Cada vez que los veía juntos, una punzada de dolor atravesaba su corazón. Las risas compartidas, las miradas cómplices, todo era un recordatorio constante de lo que nunca podría tener.

Una tarde, después de las clases, Luke se quedó en la biblioteca, buscando refugio entre los libros. Las palabras impresas eran su escape, su manera de evadir una realidad que lo desgarraba por dentro. Mientras hojeaba un libro, sus pensamientos se nublaron, y sin darse cuenta, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

-¿Por qué no puedo simplemente olvidarte?- susurró para sí mismo, su voz quebrada por la angustia.

El sonido de la puerta de la biblioteca abriéndose lo sacó de su ensimismamiento. Levantó la vista y vio a Aiden entrar, su presencia llenando el espacio con una naturalidad que solo él poseía. Luke se tensó, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Quería escapar, pero sus piernas parecían no responderle.

Aiden lo vio y se acercó, sonriendo como solía hacerlo. Para él, todo parecía estar bien. Luke intentó devolver la sonrisa, pero la tristeza en sus ojos era inconfundible.

-Hey, Luke- dijo Aiden, con su tono habitual de amabilidad- ¿Todo bien?

-Sí, solo estoy... estudiando un poco- respondió Luke, tratando de sonar casual.

Aiden asintió y tomó asiento frente a él, sacando algunos libros de su mochila. Luke se quedó mirándolo, luchando por mantener la compostura.

-Sabes, he estado pensando... deberíamos salir algún día de estos, como solíamos hacer- sugirió Aiden, sin notar el dolor que sus palabras causaban en Luke.

-Quizás- murmuró Luke, bajando la mirada para que Aiden no viera las lágrimas que amenazaban con brotar.

Los minutos pasaron, y finalmente, Aiden se levantó para irse. Luke lo observó mientras salía de la biblioteca, sintiéndose más solo que nunca. El silencio que quedó tras su partida era ensordecedor.

Al llegar a casa esa noche, Luke se encerró en su habitación. Se tumbó en la cama, mirando al techo mientras los recuerdos de Aiden inundaban su mente. Cerró los ojos y dejó que las lágrimas fluyeran libremente, permitiéndose por un momento sentir todo el dolor que había estado reprimiendo.

En la oscuridad de su cuarto, recordó la primera vez que se dio cuenta de que estaba enamorado de Aiden. Habían ido a la playa con algunos amigos, y Aiden, riendo, lo había empujado al agua. Luke recordaba cómo su corazón había dado un vuelco al ver a Aiden bajo la luz del sol, su sonrisa tan brillante y cálida como siempre. Desde ese momento, supo que sus sentimientos eran más que simples amistades.

-Siempre has sido mi todo, y ni siquiera lo sabes- murmuró Luke al aire vacío, su voz apenas un susurro.

Los días pasaron lentamente, cada uno una lucha constante contra el dolor que sentía. Luke se aferraba a sus estudios y a sus amigos, tratando de encontrar consuelo en las rutinas diarias. Pero cada vez que veía a Aiden y Delia juntos, el peso de su tristeza se hacía insoportable.

Una tarde, mientras caminaba solo por el parque, su teléfono vibró en su bolsillo. Lo sacó y vio un mensaje de Aiden.

-Hey, ¿quieres salir esta noche? Delia no puede, y pensé que podríamos pasar el rato como antes.

El corazón de Luke se encogió al leer el mensaje. Sabía que debería decir que no, que debería protegerse del dolor, pero una parte de él anhelaba esos momentos con Aiden.

-Claro, ¿a qué hora?- respondió, su dedo temblando ligeramente al escribir.

Quedaron de verse en una cafetería cerca del centro de la ciudad. Luke llegó primero, su corazón latiendo con fuerza mientras esperaba. Cuando Aiden llegó, su presencia lo llenó de una mezcla de felicidad y tristeza.

-Hola, Luke- dijo Aiden con una sonrisa.

-Hola- respondió Luke, intentando sonar casual.

Pasaron la noche hablando y riendo, como solían hacerlo antes de que todo cambiara. Luke se sumergió en la ilusión de esos momentos, permitiéndose olvidar, aunque fuera por un breve tiempo, el dolor que sentía.

Pero al final de la noche, cuando Aiden se levantó para irse, la realidad volvió a golpearlo con fuerza.

-Gracias por salir conmigo, Luke. Realmente lo necesitaba- dijo Aiden, dándole un abrazo rápido antes de irse.

Luke se quedó allí, en la puerta de la cafetería, observando cómo Aiden se alejaba. Una vez más, se sintió aplastado por el peso de sus emociones no correspondidas.

Al llegar a casa, se dejó caer en su cama, agotado. Sabía que no podía seguir así, que debía encontrar una manera de sanar su corazón roto. Pero no sabía cómo. El amor que sentía por Aiden era tan profundo y tan doloroso que parecía imposible de superar.

Una noche, mientras escribía en su diario, Luke decidió que debía hablar con alguien sobre lo que sentía. No podía seguir sufriendo en silencio. Se armó de valor y llamó a Evan.

-¿Evan? Necesito hablar contigo- dijo Luke, su voz temblando.

-Claro, Luke. ¿Qué pasa?- respondió Evan con preocupación.

-Es... sobre Aiden. No puedo seguir guardando esto para mí solo- confesó Luke, sintiendo una mezcla de alivio y miedo al finalmente decirlo en voz alta.

Evan lo escuchó en silencio mientras Luke le contaba todo. Cuando terminó, Evan le ofreció su apoyo y comprensión, algo que Luke había necesitado desesperadamente.

-Puedes superar esto, Luke. No estás solo- le dijo Evan, y esas palabras le dieron a Luke una pequeña chispa de esperanza.

Con el tiempo, y con el apoyo de sus amigos, Luke comenzó a encontrar la fuerza para seguir adelante. A pesar del dolor, supo que algún día sanaría y que su corazón volvería a encontrar la felicidad. Mientras tanto, se permitió sentir cada emoción, aprendiendo a aceptar el dolor como parte de su crecimiento.

La vida siguió su curso, y aunque las cicatrices en su corazón siempre estarían allí, Luke encontró maneras de vivir con ellas. Sabía que el amor verdadero no siempre era correspondido, pero también sabía que tenía la capacidad de amar profundamente y que algún día, encontraría a alguien que pudiera corresponder ese amor.

Y así, aunque su viaje fue largo y doloroso, Luke supo que el sufrimiento en silencio no duraría para siempre. La vida le ofrecía nuevas oportunidades, y él estaba decidido a aprovecharlas, con la esperanza de que algún día, su corazón roto se sanara por completo.

No elegí enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora