7: Tu felicidad es mi felicidad

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La primavera comenzaba a asomarse tímidamente, llenando el aire con el aroma de flores nuevas y una ligera promesa de días más cálidos. Pero para Luke, la estación no traía consuelo. Cada flor que brotaba, cada rayo de sol, le recordaba los sentimientos que tenía por Aiden, sentimientos que, sabía, nunca serían correspondidos.

Una tarde, después de clases, Luke se encontró con Aiden y Delia en el parque. Los vio desde lejos, riendo y hablando, completamente absortos el uno en el otro. Luke sintió una punzada en el corazón, pero no era una sensación nueva; se había acostumbrado al dolor constante de verlos juntos.

Decidió acercarse, aunque cada paso le pesaba. Cuando Aiden lo vio, una amplia sonrisa iluminó su rostro.

-Luke, ¿quieres unirte a nosotros?- preguntó, con esa amabilidad que lo caracterizaba.

-Claro- respondió Luke, esforzándose por sonar entusiasmado.

Se sentó con ellos, observando cómo interactuaban. Aiden y Delia parecían hechos el uno para el otro, compartiendo bromas y miradas que Luke solo podía soñar con recibir. Cada risa de Aiden era como un recordatorio doloroso de lo que nunca tendría.

Cuando Delia se levantó para ir al baño, Aiden se volvió hacia Luke, su expresión llena de afecto.

-Me alegra que estés aquí, Luke. Siempre me haces sentir mejor- dijo Aiden, su voz sincera.

Luke forzó una sonrisa, aunque por dentro sentía que se rompía un poco más. Sabía que Aiden no entendía lo que realmente significaban esas palabras para él.

-Gracias, Aiden. Yo también disfruto pasar tiempo contigo- respondió Luke, con la voz apenas un susurro.

Esa noche, mientras caminaba de regreso a casa, Luke pensó en lo que debía hacer. No podía seguir torturándose con la esperanza de algo que nunca sería. Sabía que debía poner la felicidad de Aiden por encima de sus propios sentimientos, aunque eso significara renunciar a sus sueños más profundos.

Al día siguiente, Luke buscó a Evan. Necesitaba hablar con alguien que entendiera, alguien en quien pudiera confiar.

-Evan, necesito tu consejo- dijo Luke, cuando lo encontró en la biblioteca.

-Claro, Luke. ¿Qué pasa?- respondió Evan, con una mirada comprensiva.

-Es sobre Aiden. Creo que debo hacer algo difícil, pero necesario- confesó Luke, sintiendo un nudo en la garganta.

Evan lo escuchó en silencio mientras Luke le contaba sus pensamientos. Cuando terminó, Evan asintió lentamente.

-Sé que es difícil, Luke, pero si realmente quieres lo mejor para Aiden, debes apoyarlo en su felicidad, incluso si eso significa renunciar a tus propios deseos- dijo Evan, con una sinceridad que reconfortó a Luke.

Con el consejo de Evan en mente, Luke se armó de valor y decidió hablar con Aiden. Quedaron en verse en la cafetería donde solían reunirse. Luke llegó temprano, su corazón latiendo con fuerza mientras esperaba.

Cuando Aiden llegó, Luke trató de parecer relajado, aunque por dentro estaba nervioso.

-Hola, Luke. ¿Todo bien?- preguntó Aiden, tomando asiento frente a él.

-Sí, solo quería hablar contigo sobre algo importante- comenzó Luke, respirando profundamente para calmar sus nervios.

Aiden lo miró con curiosidad, pero sin rastro de preocupación.

-Quiero que sepas que valoro mucho nuestra amistad, Aiden. Eres una de las personas más importantes en mi vida, y quiero que seas feliz- dijo Luke, tratando de mantener su voz firme.

-Yo también valoro nuestra amistad, Luke. Eres como un hermano para mí- respondió Aiden, con una sonrisa que casi hizo que Luke se echara atrás.

-Por eso... quiero que sepas que apoyo tu relación con Delia. Ella te hace feliz, y eso es lo que más importa para mí- continuó Luke, sintiendo que su corazón se rompía un poco más con cada palabra.

Aiden lo miró sorprendido, pero con gratitud en sus ojos.

-Gracias, Luke. Significa mucho para mí que lo digas. Realmente me importas- respondió Aiden, con una sinceridad que hizo que a Luke se le llenaran los ojos de lágrimas.

Esa noche, al llegar a casa, Luke se sintió agotado emocionalmente, pero también aliviado. Sabía que había hecho lo correcto, aunque le doliera. Poner la felicidad de Aiden por encima de la suya propia era una muestra de amor verdadero, aunque fuera dolorosa.

Los días pasaron y, aunque el dolor no desapareció, Luke comenzó a encontrar consuelo en pequeñas cosas. Pasar tiempo con Evan y otros amigos, centrarse en sus estudios y hobbies, le ayudó a sobrellevar la tristeza.

Una tarde, mientras caminaba por el parque, Luke vio a Aiden y Delia nuevamente. Esta vez, en lugar de sentir dolor, sintió una extraña paz. Sabía que había tomado la decisión correcta. La felicidad de Aiden era su felicidad, y eso era lo que realmente importaba.

Se acercó a ellos, saludándolos con una sonrisa sincera. Aiden lo abrazó, agradecido por su apoyo, y Luke sintió que, de alguna manera, estaba empezando a sanar.

-Hey, Luke. ¿Te unes a nosotros?- preguntó Delia, con una amabilidad que Luke estaba comenzando a apreciar.

-Claro- respondió Luke, sintiendo que, aunque su amor por Aiden nunca desapareciera del todo, había encontrado una nueva forma de vivir con él.

Con el tiempo, Luke aprendió a aceptar sus sentimientos, a valorarlos como parte de su crecimiento personal. Sabía que el amor verdadero no siempre era correspondido, pero también sabía que tenía la capacidad de amar profundamente y que, algún día, encontraría a alguien que pudiera corresponder ese amor.

Mientras tanto, Luke decidió vivir cada día con la esperanza de que la vida le ofreciera nuevas oportunidades, nuevas alegrías. Y así, aunque su viaje fue largo y doloroso, Luke supo que la felicidad de Aiden también era su propia felicidad. Y eso, en sí mismo, era un consuelo inmenso.

La vida siguió su curso, y Luke encontró maneras de llenar su corazón con nuevas esperanzas y sueños. Aprendió que el amor verdadero también podía significar dejar ir, y que su propio valor no dependía de ser correspondido, sino de su capacidad de amar y de poner la felicidad de los demás por encima de la suya. Y así, con cada nuevo día, Luke caminó hacia un futuro lleno de promesas, con la certeza de que la vida siempre tenía algo hermoso que ofrecer, incluso después del dolor.

No elegí enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora