6. Roman

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Conocía mucha gente en la industria. Había tratado con tantas nacionalidades que no me acordaba de la mayoría, les sacaba todos los secretos hasta que estuvieran vacíos y no podían hacer nada más que rogar por clemencia. Reconocía el enojo escondido, la frustración y sobre todo las ganas de joder a los demás.

Gianna Lombardi prácticamente brillaba por sus ganas de joder aquella noche.

Había elegido un vestido blanco tan corto que en varias ocasiones su ropa interior roja se dejó ver mientras bebía vodka puro sin parar. Su pelo estaba en una trenza alta y complicada, que me recordaba a su apodo de víbora por como le caía sobre el hombro.

Pero lo que realmente aterraba a la gente y hacía que no se acercara a ella era la serpiente que tenía enroscada alrededor del brazo derecho. Subía y bajaba por su mano, enroscando la cola alrededor mientras Gianna acariciaba ocasionalmente su cabeza en gesto de cariño.

Varias mujeres se habían acercado a saludar al principio de la noche, y todas acababan corriendo en cuanto observaban los ojos negros de la serpiente mientras el animal adoptaba una posición de ataque.

—¿Quién fue el inútil que le regaló una víbora a tu hermana?

Dante tragó más de la mitad del contenido de su vaso antes de suspirar y frotarse la barbilla con frustración.

Gianna capturó su mirada y como si supiera que hablaba de ella, sacudió los dedos en su dirección y le guiñó un ojo con picardía mientras bebía su décimo shot de vodka.

—A Gianluca se le hizo divertido darle a una psicópata un bicho mortal, aparentemente tiene ganas de morir.

Tarareé sin nada que decir mientras observaba como el animal se arrastraba hacia arriba y subía a ritmo lento hacia el cuello de la mujer.

Enroscó suavemente la cola alrededor de la base de su cuello, como si supiera que no quería hacerle daño y levantó la cabeza, observando los alrededores justo como su dueña solía hacer. La vista hizo que varios participantes de la fiesta dieran un paso atrás.

—Que nos haga un favor y la ahorque —Dante levantó su vaso hacia mí y lo choqué con el mío.

—Que así sea.

Marco Santoro intentó acercarse a la pelinegra, pero esta le despidió rápidamente con la mano derecha mientras su recién mascota sacó la lengua de forma rápida y amenazante.

Al final iba a ser verdad que los animales se parecían a los dueños.

Ambos observamos como Marco Santoro se acercaba con paso vacilante hacia nosotros, claramente asustado por el animal que su futura mujer llevaba colgando.

—¿Le has regalado una puta serpiente?

Dante entrecerró los ojos por la falta de respeto y Marco Santoro se hizo pequeño ante la ira del Capo. Casi reí, si no podía aguantar la mirada de Dante, Gianna se lo iba a comer en menos de cinco minutos, y eso sería jodidamente divertido de ver.

—Lo que le regale o deje de regalar a Gianna no es de tu incumbencia, Santoro.

—Lo es teniendo en cuenta que es mi mujer.

—Aún no —apunté y le guñí el ojo mientras tomaba un sorbo de mi bebida.

Y nunca lo sería, pero esa información no era algo que estaba dispuesto a compartir.

Un grito bajo resonó en la sala y la diversión burbujeaba en mi interior. No era un secreto que los métodos de Gianna me divertían al mismo tiempo que me ofendían, la mujer sabia como montar un espectáculo igual que sabía hacer una masacre, era su especialidad.

Marco intentó acercarse a mí, pero Dante se interpuso en su camino con los hombros tensos.

—No me hagas que te eche de tu fiesta de compromiso, Santoro, ve a jugar y deja a los adultos trabajar.

Parecía que el hombre iba a protestar, pero algo en la expresión de su jefe hizo que parara su ataque, apretara la mandíbula y caminara en dirección opuesta.

Paseé la mirada por la sala mientras Marco Santoro se alejaba, y mis ojos se pararon sobre una castaña que parecía tener demasiada diversión en el bar mientras se balanceaba sobre sus tacones.

—Tu mujer está borracha como una cuba.

Dante movió su mirada hasta Elena y suspiró con fuerza mientras observaba como su mujer se inclinaba sobre el bar mientras movía las manos con entusiasmo hacia el camarero.

—A ella también tendría que estrangularla alguien —y con eso se alejó hacia Elena, dejándome solo en el rincón.

Eso permaneció así durante poco tiempo, ya que una rubia apareció a mi lado menos de cinco minutos después, mientras Gianna seguía aterrorizado a los participantes de la fiesta. 

ATARAXIA (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora