En un mundo donde la traición se paga con sangre y los secretos son la moneda más valiosa, Gianna Lombardi ha aprendido a sobrevivir jugando con las reglas de la mafia... y rompiéndolas cuando es necesario. Pero cuando su pasado regresa para desafia...
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Enero de 2019, Sicilia
Los gritos masculinos resonaron por los pasillos, seguidos de varios golpes y, finalmente, un disparo. Gemí con frustración en la almohada y esperé, observando si el silencio caía.
Me rodé hasta el final de la cama y estiré el cuello hacia un lado hasta que los huesos crujieron, luego repetí el movimiento hacia el otro lado.
Había llegado hace apenas una hora, después de un vuelo de once horas, y pensé que iba a conseguir algo de descanso antes de la acción. Claramente, me equivoqué.
El suelo de mármol estaba gélido, y los techos se alzaban imponentes, dejándome con una sensación de impotencia.
Cuando pasé el umbral del salón, apenas pude esquivar el teléfono que voló en mi dirección. Miré cómo el aparato se hacía añicos en el suelo y luego desvié mi mirada hacia Dante.
Busqué a Elena con la mirada, pero no había rastro de la mujer en la habitación, ni tampoco de sangre, así que no me preocupé demasiado.
—Buena entrada —dijo Giovanni desde el sofá y rodé los ojos.
Odiaba al tipo; era un perrito faldero que seguía a Gianna a todas partes y esperaba pacientemente las migajas de atención que ella le daba.
—La llevamos ensayando unos cuantos meses —respondí sin gracia mientras me sentaba en el sofá opuesto en el que él estaba.
Dante dio una vuelta sobre sus pies y empezó a pasear de un lado a otro mientras se pasaba las manos repetidamente por el pelo.
—¿Ahora cómo se supone que vamos a contactarnos con los chicos?
Dante giró la cabeza hacia Giovanni con tanta fuerza que me sorprendió que no se hubiera roto el cuello. Él también lo odiaba.
Pero claramente el cretino no se iba a tirar hacia atrás en la búsqueda de la mujer. Prácticamente, besaba el suelo que ella pisaba joder.
Como si fuera cosa del destino, Gianluca entró en la habitación y le entregó un móvil nuevo a su jefe. Giovanni chasqueó la punta de la lengua con molestia.
Apoyé la cabeza en el sofá y cerré los ojos, en un intento fallido de descansar la vista. Aun así, me quedé quieto durante unos segundos, maldiciendo a la maldita mujer que había decidido escaparse de su compromiso en vez de afrontarlo como la princesa de la mafia que era.
Abrí los ojos al escuchar pasos y observé cómo Elena ingresaba con cautela en la habitación. Sus pasos resonaron con fuerza debido a los tacones que llevaba y no se me escapó que me eran ligeramente familiares.
—Gianna te va a matar —informó Gianluca con media sonrisa.
La mujer estaba vestida de cabeza a los pies con ropa de la víbora Lombardi. Con una camiseta de manga larga negra apretada, unos pantalones de combate del mismo color y los tacones rojos. Incluso su pelo estaba en una coleta alta, como lo solía llevar Gianna cuando tenía trabajo que hacer. Su jodido pelo se balanceaba de la misma forma que el de Gianna lo hacía.