Dime dónde está tu escondite

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Izuku se había encerrado toda la noche en su habitación.

Aunque de vez en cuando salía para revisar que su madre se encontrara bien, aún no se sentía listo para confrontarla.

Aunque no quería, sabía lo que ella realmente pensaba que hizo para pagar las cuentas y su sorpresiva nueva vivienda.

Prostitución.

La sola idea le hizo doler el estómago.

Sabía el estigma que recaía en su posición, un Omega joven, sin estudios y sin dinero era vulnerable a caer en tal profesión, y a él, muchas veces se le fue otorgada tal oferta mientras trabajaba cerca de la zona roja de Kabukicho.

En ese entonces tenía 17 recién cumplidos y estaba casi tan desesperado como ahora. Nadie quería darle trabajo a alguien que había desertado de la escuela y los pocos que lo aceptaban pagaban muy poco.

— ¡Hey tú! — le gritó un hombre que lo había visto ser rechazado en uno de los negocios cerca de un bar, acercándose a él — ¿Eres un Omega verdad? — preguntó muy cerca de su cara, tanto que el su asqueroso aliento a alcohol le hizo arder los ojos —. Quieres ganar dinero ¿eh? Te daré ¥16k. sí me dejas anudarte, es un buen trato ¿no?

Ese día había salido huyendo despavorido del lugar.

Sin embargo, las ofertas llegaban a él con más frecuencia de la que le gustaría admitir, desde simples trabajos manuales hasta sexo grupal en clubes BDSM. El dinero que le ofrecían era tentador, pero su miedo a contraer una enfermedad o quedar embarazado eran más grandes, a duras penas podía sostener la enfermedad de su madre que poco a poco iba consumiéndola para pensar en alimentar a una boca más.

Si no hubiera tenido la oferta del señor Todoroki, seguramente habría terminado cediendo a los asquerosos Alfas y Betas que solo querían un cuerpo cálido donde terminar.

Un ruido proveniente de la cocina lo sacó de sus pensamientos, confundido, salió rápidamente de su habitación. El condominio se encontraba en una buena zona y contaba con seguridad las 24 hrs, por lo que dudó que fuera algún ladrón.

En silencio, asomo la cabeza desde el pasillo viendo a su madre.

— ¡Mamá! — exclamó corriendo hasta la mujer, quien se encontraba frente a la encimera maniobrando un cuchillo con una mano temblorosa —. ¡Por favor, mamá!, no cometas una locura ¿Sí?

— ¿Izuku? ¿De qué?... — pregunto confundida para luego darle una mirada a la mano que sostenía el cuchillo — ¡Oh! No, no, no, cariño. Estaba tratando de cortar algunos tomates, pero es bastante difícil con una sola mano — explicó la mujer señalando las verduras.

Izuku respiro aliviado antes de fruncir el ceño.

— ¿Por qué no me llamaste?, Sabes que aún no puedes hacer grandes esfuerzos, ¿Y si hubieras tropezado antes de llegar a la cocina? — reprendió parándose a su lado.

— Quería tener el desayuno listo antes de que despertaras — murmuró con la mirada baja —. Ayer te acostaste sin cenar por mi culpa y... no quiero seguir siendo un estorbo...

El Omega miró con dolor a su madre.

— Te he dicho mil veces que no es así mamá — dijo quitando suavemente el cuchillo de su mano para sostenerla —. Tú me has apoyado toda la vida.

— Lo único que hago es quedarme en casa, yo debería ser quien cuide de ti...

— ¡Y lo haces! Cada día me preparas el almuerzo, incluso en los días malos — dijo sentándola en una silla cercana —. Te preocupas por que siempre llegue a un hogar cómodo y amoroso — continúo depositando un suave beso en la mano de su madre —. Eres la razón por la que me despierto cada día, y se, que por muy malo que sea, te tendré a ti. Sin importar que y... — bajo el cabeza, apenado —. No sabes cómo lamento haberte gritado ayer...

Si el amor es para idiotas, yo soy el más grande del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora