Victoria y Timothée se odian.
Victoria y Timothée no se pueden ni ver.
Pero cada vez que se cruzan, sus encuentros son tan explosivos y trascendentales como el maldito Big Bang, en el mejor y peor de los sentidos.
Para Timothée, Victoria es una espe...
¿Te acuerdas de la rubia de la que te hablé y cuya presencia me impactó para mal (muy mal, mal en exceso)? La chica que nos interrumpió a Svetlana y a mi. Si, esa... Pues creo que la odio. O al menos, eso intento. Me encantaria poder odiarla como creo que lo hago y que fuese verdad.
¿Por qué la odio, te preguntarás? Pues porque acepté ese estúpido proyecto solo por ella. He aceptado solo por ella y ni siquiera sé el motivo.
Bueno, si lo sé. Eso es lo peor de todo.
Me hace sentir débil, fuera de lugar, perdido, como si todo lo conseguido no me perteneciera. Ya había olvidado lo que era sentirse de ese modo. Y por eso la odio. Por eso, y por muchas cosas más que aún no soy capaz de poner en palabras.
Algún día te contaré. No me digas, ya lo sé. Soy un idiota.
PAULINE
Si, lo eres.
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Todo el mundo tiene un pasado.
Este puede ser bueno, regular o malo. Pero siempre formará parte de uno mismo, por mucho que nos pese.
El de Victoria era lamentable, y entraba en ese grupo de pesados, muy pesados, que deseaba poder borrar con un chasquido de dedos. Pero aquel día, habia hecho acto de presencia y brillaba ante ella como un cartel de neón, en forma de un correo en spam.
Al parecer, el cosmos se estaba riendo de ella y no le era suficiente con que sus compañeros de trabajo la odiaran, que su jefa la presionara en todo momento y que el protagonista del primer programa que conduciría en su vida sea un idiota insufrible. Claro que no. Si no que ahora iba por más y la hacía reunir con la peor parte de su pasado.
Sus compañeros de instituto.
Su vida apestaba.
Agarró el teléfono de su escritorio y pulsó el número tres de llamada rápida. Al primer tono, la voz de su hermano Adam contestó. No dijo ni «Hola».
—¿Te ha llegado la invitación? — le preguntó.
—Si.
Se llevaban solo once meses y ese era el motivo de que habían sido compañeros de clase toda la vida.
—¿Nos compramos un vestido?
—Y zapatos a juego — contestó Victoria, siguiéndole la broma.
—No vas a ir, ¿Verdad?
—No está en mis planes humillarme frente a nuestros compañeros de instituto en una estúpida celebración de graduados.
