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PRESENTE

—Victoria, sopla.

—No.

—Es tu cumpleaños, tienes que soplar.

Vincent la miraba con su rostro curtido y arrugado, sin mostrar una pizca de compasión y moviendo la pierna en un tic que la estaba poniendo de los nervios. Su bastón subía y bajaba en cada movimiento. Macarrones con queso, a su lado, se relamía y la miraba con esa superioridad que odiaba. Lo hacia a propósito, lo conocía bien.

Esa era su vida y una de las causas de querer meterse en la cama y no salir nunca más.

El único ser con el que tenía vínculo estrecho era un gato que ni siquiera le caía bien, que ni siquiera era de ella y que solo compartían piso porque se colaba por la ventana de la cocina para robarle la comida y le tenía tanto respeto que no se atrevía a echarlo.

—Niña, ¿Quieres soplarlas de una vez? — el graznido de Vincent le hizo dar un brinco en su sitio y obedecerlo — Que no se te olvide el deseo.

Victoria asintió y pensó en qué era lo que más deseaba.

Miró a su alrededor, su piso de cuarenta metros cuadrados y a sus únicos invitados: un octogenario y un gato gruñón, e hizo una mueca. Le resultaba todo tan triste. Un año atrás, la imagen era la misma, aunque una llamada por FaceTime desde Sidney hizo que tuviera una tercera invitada muy especial, pero aquel día Margot no había podido llamarla por la diferencia de horario.

Si se remontaba un poco más atrás, se veía celebrando sus veinticuatro, sonriendo sin remedio, rodeada de su familia en Cancún, con una bikini de flores y soplando las velas con tanto alcohol en sangre que casi había provocado un incendio. Y si lo hacía un poco más, y llegaba a sus dieciocho, el nudo en su garganta se acrecentaba más, recordándose rodeada de sus amigos, tan joven, tan bonita, tan enamorada, con tantas ganas de comerse el mundo...

Y ahora, a los veintisiete... ya ni parecía ella. Su vida se había ido al traste.

Se concentró en ese hecho y cerró los ojos, deseando con todas sus fuerzas volver a tener la suerte de su lado y sentirse la Victoria que algún día había sido, una persona interesante y llena de ilusiones, y no una fracasada sin remedio.

Macarrones con queso maulló y ella sopló las velas, y después, entre los tres, se comieron la tarta de zanahoria en un pestañeo.

—¿Lo pediste? — le preguntó Vincent.

Victoria asintió, sintiéndose avergonzada por tener como único deseo ser cualquier otra persona, menos ella. Vincent le ofreció una cajita envuelta en papel brillante de color azul.

—Vincent... — le dijo sonriendo — no tenías que hacerme ningún regalo.

—¿Y qué clase de cumpleaños seria?

—El de alguien como yo, supongo.

Su vecino sacudió la cabeza con desaprobación y Victoria supo que estaba pensando en porqué su familia no estaba allí, celebrando con ella. O un puñado de amigos que no existían, porque ella los habia echado de su lado. Eso hacía con la gente, era un don que tenía.

Better Than Revenge || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora