14. Él

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Salí del despacho de Dani con una sensación extraña. No quería irme de allí, quería quedarme y seguirla el resto del día en sus actividades en la escuela o en la casa. Quería disfrutar de esa vida y esa luz que ella transmitía y que a mí me daba ganas de vivir.

Pero no era algo posible, tenía que seguir con mi vida. Y por primera vez en muchísimo tiempo tenía ganas de hacerlo. Necesitaba ordenarme, encontrar la punta de ovillo y empezar a desenredar todo lo que hasta ese momento yacía desordenado. Y era una buena idea arrancar por unos días para mí mismo, para escuchar esa voz que siempre trataba de acallar.

Llegué a la posada y me dispuse a escribir un email para Meli. Le expliqué que todo en la fundación seguía en orden y que la directora, Daniela, era una persona grandiosa que lo único que quería era el bienestar de los niños. Le dije que los números estaban en orden y les mandé un par de fotos del salón de informática que me había pasado Daniela para hacerlo. Le informé que me tomaría unos días para descansar y que me desconectaría del mundo, que dejaría el celular en la posada y que no intentaran comunicarse porque no obtendrían respuestas, pero que estaría bien. Además, le mencioné que había hecho una transferencia de un número grande desde mi cuenta personal a la de Daniela, por si llamaban del banco a confirmar y le prometí volver a conectarme a mi regreso.

Una vez que envié el email, ingresé a mi cuenta personal y pasé el monto que deseaba Daniela a la suya, también personal. Sé que eso le generaría inmensas dudas y no le agradaría, pero me daba igual.

Apagué el celular y lo dejé en el cajón de la mesa de noche antes de salir. Una vez en el lobby del hotel le expliqué al empleado que, aunque estaría fuera por unos días, había dejado mis pertenencias y quería llevarme la bicicleta. Aboné por adelantado los días en la posada y un cargo en concepto de garantía por el préstamo de la bicicleta y salí con rumbo al centro de la ciudad.

Allí busqué alguna tienda para comprarme ropa deportiva, interior y de baño, así como un par de zapatillas, toalla y lo que pudiera necesitar. También una mochila para llevarlo todo a cuestas. Una vez que lo tuve todo listo, me encaminé hacia la playa que me habían recomendado y mis días de descanso comenzaron a tomar forma.

Los dos primeros días me dediqué a surfear. Lo único que quería era sentir la adrenalina del mar y del viento golpeando mi cuerpo. Al tercer día decidí pasear por la zona turística y conocer aquel destino que a algunos les parecía tan inspirador. Allí se respiraba verano y vacaciones, pero el bullicio era demasiado para mi gusto, así que apenas pude me retiré de nuevo hacia una zona más privada.

Me alojé en un hotel exclusivo que funcionaba con cabañas, alquilé una y me dediqué a observar el mar romper entre las rocas. El silencio del mundo hizo que mi cabeza comenzara a hablar de nuevo y los pensamientos regresaron a mí de manera desordenada.

Me preguntaba qué estaba haciendo con mi vida y cuál era mi propósito en el mundo. Daniela tenía el suyo muy claro, ayudar a esos niños, darles el amor que necesitaban, sacarlos adelante. Mi padre tenía su empresa y la había sacado a flote a lo largo de todos esos años incluso a pesar del duelo que lo había consumido por años. Meli había querido formar una familia y construir su propio refugio en el mundo, mis amigos y conocidos estaban todos encaminados con sus carreras brillantes y sus futuros abriéndose como flores delante de ellos. ¿Y yo? Seguía perdido, seguía confundido y enfadado con el mundo y con la vida.

No era un duelo interminable como alguna vez una chica con la que salí me lo había dejado saber. Yo había llorado a mi madre por muchos años y la había necesitado en incontables ocasiones, pero sabía que ya se había ido y lo había acabado por aceptar. Lo que no aceptaba era las cartas que la vida me había dado para jugar. No aceptaba que su partida me había obligado a crecer en soledad, como una plantita abandonada en un rincón oscuro que intenta subsistir con el mínimo de agua que de vez en cuando le tira la lluvia o con un rayo de sol que le ilumina cada mañana. Todo eso me parecía injusto.

Ella, el mar y las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora