24. Él

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Fui al comedor y traté de tragarme la mala onda que traía luego de esa conversación. Era increíble cómo Daniela podía darle la vuelta a las cosas de un tirón. Había sido la mejor noche de mi vida y ella lo había estropeado todo sin ningún sentido. Tomé aire antes de entrar y sonreí al ver que los niños me habían guardado un asiento a su lado.

La siguiente media hora fue un caos de gritos y alegría, todos estaban entusiasmados con el torneo y comenzaron a dar ideas acerca de los colores del equipo.

—Yo creo que Inés podría dibujarnos unos modelos y luego votamos a ver cuál nos gusta más —dije y la niña me miró con los ojos brillantes—. ¿Te animas?

Asintió con emoción y todos gritaron felices.

Me gustaba la gran hermandad que formaban esos chicos, se querían y se respetaban unos a otros incluso con sus dificultades o diferencias. Eso los hacía especiales y muy admirables.

—¿Crees que yo podré jugar? —preguntó Ramón, un niño que cojeaba un poco al caminar.

—Yo creo que sí, todo depende de ti, Ramón —respondí—. ¿Quieres jugar?

—Sí... pero no corro muy rápido... a lo mejor hago que el equipo pierda.

—No te preocupes por eso, yo veré en qué posición puedes jugar, ¿te parece?

El niño sonrió y asintió.

Una de las chicas encargadas del hogar ingresó y les dijo que era la hora del baño así que todos llevaron sus platos y tazas al sitio destinado para la limpieza y salieron en orden al tiempo que se despedían de mí.

Julia se acercó y me sirvió más café.

—No puedes ilusionar a los niños si luego vas a marcharte, Luca —dijo también—. Tampoco es bueno que hagas esto para impresionar a Daniela.

La miré y fruncí el entrecejo.

—No quiero impresionarla —respondí molesto, pero ella sonrió como si no me creyera—. Lo digo en serio, Julia... ¿Por qué no pueden creer que lo hago porque me nace? Me gustan los niños... me hacen sentir bien...

Ella sonrió y se sentó a mi lado, tendría unos diez años más que Daniela y guardaba mucha sabiduría en su rostro.

—Si lo haces por los motivos correctos está bien, Luca... Todos te lo agradeceremos...

Asentí.

Luego la vi mirar hacia los lados, como si quisiera cerciorarse de que nadie nos oía.

—Daniela es la mejor persona que conozco, ¿sabes? Nos conocemos desde que ella llegó al hogar cuando solo tenía diez años... No tenía ganas de vivir, se sentía sola, perdida y abandonada... Intentó suicidarse, Luca... con diez años intentó quitarse la vida —susurró y clavó su vista en mis ojos cargados de sorpresa—. La encontré yo, se había bebido un veneno que tenían las limpiadoras de aquella época en algún lugar del desván. Lograron salvarla... pero ella no deseaba vivir... Y luego, luego todo cambió. Daniela es la persona con más ganas de vivir que yo he conocido en mi vida, Luca...

—¿Por qué me dices todo esto? —pregunté.

—Porque sé que ella no habla de su historia con nadie... y es probable que tú no sepas que para que ella sea hoy la persona que es, tuvo que bajar a lo más profundo del infierno, Luca... No quiero que regrese allí... eso es todo...

—¿Crees que quiero jugar con ella? —inquirí ofendido, ella negó.

—No... pero a ti no te conozco y a ella sí... solo te lo estoy contando. Si tus intenciones son buenas, no tienes por qué preocuparte.

—Yo tampoco quiero sufrir, Julia —Me sinceré.

Ella chasqueó la lengua y negó.

—No se trata de sufrir o no, eso es imposible de evitar por más que Dani se empeñe en convencerse de lo contrario... No hay día sin noche, no hay luz sin oscuridad... No hay alegría sin tristezas...

—¿Entonces? ¿De qué se trata?

Se encogió de hombros.

—De hacer por el otro lo mejor que podemos, de darnos con sinceridad... de no dar lo que no podemos dar ni prometer lo que no cumpliremos. De no crearle al otro castillos en el aire... ¿Tiene sentido? A los niños que están aquí, a los adultos que fuimos niños de aquí... nos cuesta creer, ilusionarnos, soñar... por eso preferimos sinceridad antes que promesas vanas... Seguridad y certezas... antes que ilusiones.

Asentí.

—No le voy a fallar a los niños, Julia... Y tampoco quiero hacerle daño a Dani.

—Eso suena muy bien, Luca... —dijo y me puso una mano en el hombro con mucho cariño—. Gracias por lo que hiciste por ellos hoy... y también por ella.

—¿A qué te refieres?

—Al tiempo de juego con los niños...

—¿Y lo de ella? ¿Lo de Dani?

Julia sonrió con picardía.

—A sacarla de su zona de confort... a complicarle la vida...

—Pensé que decías que necesitaba seguridad —respondí confuso.

—Que muevas un poco el mundo tan estructurado en el que Dani ha organizado su vida no le viene nada mal, amigo. Todos los extremos son malos, y Dani no puede vivir encerrada en un cubo —bromeó con diversión y yo sonreí.

 Todos los extremos son malos, y Dani no puede vivir encerrada en un cubo —bromeó con diversión y yo sonreí

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Ella, el mar y las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora