17. Ella

256 77 50
                                    

Después de la cena salimos hacia la playa y decidimos caminar por la orilla para digerir la gran cantidad de comida que habíamos ingerido. La noche estaba clara y fresca y la zona estaba llena de gente que iba y venía como cualquier día de verano en la época más turística del año.

—Tengo que admitir que el lugar es verdaderamente hermoso —dijo de pronto observando todo alrededor—. ¿El clima siempre es así?

—Sí, acá siempre es verano... Es increíble que no hayas venido antes...

—No quería venir... —admitió y perdió la mirada en el mar. Esperé a que continuara porque intuí que lo que diría sería algo más personal—. Este es el mar que se tragó a mi madre...

Su frase tan tétrica como dolorosa me dejó sin habla por unos instantes y fijé también la vista en las aguas oscuras del mar.

—Tuvo que haber sido horrible para ti —susurré—, lo siento... mucho... de verdad...

Él se encogió de hombros.

—Te pensé por muchos días... —añadí.

Él se giró para mirarme con el ceño fruncido y cargado de preguntas, yo sonreí y le hice un gesto para que fuéramos a uno de los bancos a sentarnos.

—La había conocido en ese viaje, yo había llegado al hogar hacía poco tiempo... Era una niña muy triste, ¿sabes? Y ella me hizo tener ganas de seguir —admití—. Me habló de ti...

—¿En serio? —preguntó con sorpresa.

—Me dijo que tenía un hijo casi de mi edad... lo hizo para ganarse mi confianza... para que la viera como a una madre... o es lo que supongo ahora... —Hice silencio para buscar las palabras, él no dijo nada—. Cuando llega un niño que sabes que está roto, tienes que ganarte su confianza. Es horrible ¿sabes? Tienen miedo, han vivido cosas espantosas que guardan en sus recuerdos y que los atormentan... no se abren así como así, no se tiran a tus brazos sin más...

—No sabía que eras una de las niñas del hogar —respondió de pronto y fui consciente de que no se lo había mencionado antes.

—Pertenecí al primer grupo... —afirmé y luego continué—. El caso es que los niños suelen tener afinidad con alguien que les resulta seguro, eso soy yo para Inés... y eso fue tu madre para mí, aunque solo estuvo unos días por aquí.

—Comprendo...

—Cuando me enteré del accidente me sentí muy triste, estuve a punto de volver a caer... pero entonces me acostaba cada noche y revivía en mi mente sus palabras... Miraba a las estrellas segura de que ella estaba en una de ellas... Se convirtió en una especie de ángel guardián para mí... Y también pensaba en la tristeza que debería sentir su hijo...

Me miró con una dulzura que no había atisbado en él y sonrió con tristeza.

—Nunca la encontraron —susurró y yo asentí—, durante meses viví con la esperanza de que todo había sido solo una pesadilla... Pero tuve que aceptar la realidad de que ya no volvería y...

Esperé a que continuara porque sabía que necesitaba tiempo.

—No te va a gustar lo que voy a decirte... —añadió.

—Dilo, no importa...

—Me enfadé con este lugar, con el hogar, con los niños que no conocía. Pensé que si ella se hubiese quedado en casa nada de esto habría pasado, pero ella quiso ayudar a niños que estaban abandonados y...

—Te abandonó a ti —completé.

Sus ojos brillaron con lágrimas contenidas mientras su mirada estaba fija en la luna.

Ella, el mar y las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora