33. Ella

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Desperté el domingo cuando Luca me trajo el desayuno a la cama, sonreí y me sentí halagada, desayunamos y luego disfrutamos de un día completo de actividades de lo más increíbles. Un baño en una piscina térmica, una limpieza de cutis, otro paseo a caballo porque había amado el del día anterior, un almuerzo exótico y extremadamente caro, una siesta y más sexo.

Pero cerca de las siete de la tarde decidimos regresar. Luca me dejó en mi casa y fue a la posada a dormir, yo quería que se quedara, pero él dijo que su padre le había enviado un trabajo y que debía hacerlo en la posada porque allí estaba su computadora personal. Acepté porque pensé que era buena idea pasar por el hogar y hablar con Julia sobre todo lo que había pasado esos días.

Llegué y los niños acababan de ir a la cama. Visité a cada uno y le besé en la frente, quise decirles que los quería, lo intenté, pero no me salió.

Busqué a Julia en el comedor, me esperaba con un té caliente y una sonrisa dulce.

—¿Qué tan enamorada estás? —preguntó.

Negué.

—Ni siquiera podría medirlo —suspiré—. Me dijo que me quiere.

Julia me miró con los ojos bien abiertos.

—Vaya... ¿Y cómo te sentiste al respecto?

—Abrumada... Pensé que no necesitaba oírlo ni decirlo, pero se ha sentido bonito, Julia... Me ha dado una crisis de nervios y miedo cuando lo hizo, porque... bueno... yo...

—Lo sé —respondió mi amiga y me tomó de la mano, habíamos tenido esa conversación innumerables veces cuando yo era más pequeña—. Dani... él quiere a esta chica que eres hoy, a la que ha conocido aquí, a la que todos conocemos. ¿Cuántas veces te lo voy a decir? Eres esto que eres... y así te queremos todos...

Suspiré.

—¿Tú también?

—¿No lo sabías?

Sonreí.

—Sí, pero no lo has dicho nunca.

—Porque a ti te molesta que te lo digan... Recuerdo que Carmen te lo dijo una vez, hace mucho, y saliste corriendo... dijiste que era porque te había caído mal algo, pero yo sabía que te habías asustado. No sé si tu miedo tiene que ver con que te quieran o con que tú tengas que admitir que también quieres a alguien.

—Pero obvio que yo quiero a mucha gente —respondí.

—Sí, en genérico es fácil...

—¿Por qué tendría miedo de querer?

—No lo sé... Nos pasa a los que nos hemos sentido abandonados... nos da miedo que nos vuelvan a abandonar...

—Puede ser...

—Pero tú también tienes miedo de decepcionar, de no ser lo que el otro espera que seas...

—Eso es porque no sé quién soy —admití.

—Sí que lo sabes, Daniela. Eres la chica que dirige este lugar y que ama y conoce a cada niño que ha pasado por aquí, la que da su vida por ellos y los está ayudando a convertirse en grandes seres humanos. Eres mi mejor amiga, la que ha sido capaz de entenderme y de apoyarme cuando ni yo misma he podido, la que sabe mis secretos. Eres una buena maestra, una gran amiga, una persona querible, Dani... No eres lo que no has sido, sino lo que has decidido ser...

Sus palabras calaron en lo profundo de mi ser porque le había puesto letras a mis miedos. Tenía miedo de ser quien no había sido y no gustarme...

—¿Alguna vez te has puesto a pensar qué habría sido de mi vida si crecía en mi hogar? ¿Cómo me llamaría, qué habría estudiado, quiénes serían mis padres y mis hermanos? ¿Cuáles serían mis sueños?

—Entiendo que eso te preocupe —dijo Julia asintiendo—, pero esa niña no existe, Dani... por horrible que suene no ha existido desde el momento en que ese hombre te sacó de allí. Somos la historia que creamos día a día, y esta es la historia que creaste tú. Y es más mágico, porque con un inicio horrible has logrado arreglar la trama por la mitad y crear un personaje único y maravilloso. Otros en tu lugar, hubieran convertido su historia en una de villanos.

Asentí.

—A lo mejor deberías buscarlos, Dani —se animó a decir. Negué con vehemencia.

—No, no quiero.

—Saber quiénes fueron te ayudará a cerrar las puertas que quedaron abiertas.

—¿Y si me entero de que no me querían y no me buscaron lo suficiente? No podría con eso, no podría, Julia —afirmé y ella suspiró.

—No creo que haya sido así... A lo mejor si encuentras algún familiar que te cuente la historia desde el otro lado consigues un poco de paz y aceptación, a lo mejor allí comprendes quién eres de verdad... o, mejor dicho, a lo mejor al fin aceptas que eres esta chica que tiene loco de amor a Luca y a todos los que la conocemos.

Sonreí con dulzura y la abracé. Quería decirle que la quería, pero no podía, no me salía.

—Lo sé... no necesitas decírmelo, yo lo sé —susurró y entonces lloré porque tenía a la mejor amiga del mundo y no podía decirle cuánto la quería.

 no necesitas decírmelo, yo lo sé —susurró y entonces lloré porque tenía a la mejor amiga del mundo y no podía decirle cuánto la quería

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Ella, el mar y las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora