27. Ella

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Muy poca gente sabía de mi historia, la mayoría de ellas ya no estaban en el hogar, salvo Julia, que se enteró cuando nos hicimos amigas y nos confesamos nuestros secretos.

Y ahora Luca... porque merecía saberla, porque él había tenido un papel que desconocía. Porque me había enviado la estrella que coloqué bajo mi almohada cada noche durante mi infancia y parte de mi adolescencia aferrándome a los sueños que prometí tener.

Era increíble si lo pensábamos, pero bonito, tan bonito que el alma se me había derretido y sabía que estaba terrible e irremediablemente enamorada de él.

A lo mejor era solo un trance debido al subidón de emociones, a lo mejor era solo mis ganas de querer a alguien y de ser querida. Esas mismas que siempre había negado aceptar en voz alta. A lo mejor no era real, pero no me importaba... Iba a jugarme por eso, aunque no funcionara porque era imposible que a esas alturas hiciera otra cosa.

Lo guie hasta mi habitación llevándolo de la mano, y una vez allí me quedé frente a él y lo miré a los ojos.

—Hazme el amor, Luca. —Le pedí.

—¿No era una cosa de una noche? —preguntó divertido mientras se acercaba a abrazarme.

—No soy chica de una noche, aunque intente convencerme de ello —respondí mientras él se acercaba más a mí.

Me besó, coló sus manos en mi nuca y levantó mi cabeza hacia él para que el beso fuera más profundo.

—¿Y mañana vas a hablarme o vas a decidir ignorarme por semanas? —murmuró al tiempo que mordía mi labio inferior volviéndome loca—. Porque yo tampoco soy chico de una noche y contigo me he sentido usado.

—No mientas...

—Lo digo en serio —respondió y bajó sus manos por mi espalda para apretar mi nalga entre sus manos—. Puedes usarme cuanto quieras si lo haces varias noches, pero no puedes darme tanto para después dejarme con hambre.

Sonreí en medio del beso y le metí la lengua en la boca, voraz, hambrienta.

—Me gustas, Daniela. Todo de ti me gusta y no quiero que esto acabe. No sé a dónde vamos, pero me gustas y quiero ir contigo a dónde sea.

—Tú también me gustas, y tengo miedo... No quiero que nadie salga perjudicado y menos los niños que se han encariñado contigo...

—Te prometo que no los pondré en el medio de nosotros —susurró y bajó sus labios por mi cuello.

—¿Y si me enamoro? —pregunté de nuevo.

Él bajó sus besos por mi cuello al tiempo que comenzaba a desprender los botones de mi blusa.

—¿Y si yo me enamoro? —inquirió él.

Me encogí de hombros. Él me sacó la blusa y me miró a los ojos.

—¿Y si los dos nos enamoramos? —preguntó con una sonrisa dulce.

—Me gusta esa idea —susurré.

—¿Me das permiso entonces? —preguntó él y me mordió el hombro.

—¿Para qué?

—Para enamorarme de ti...

—Sí... Hazlo... —susurré entre los suspiros poque su lengua se posó sobre mi pecho y no me dejaba pensar con claridad.

—Hmmm... Bien... muy bien...

Terminó de desvestirme entre besos y caricias suaves y me cargó entre sus brazos. Yo envolví mis piernas desnudas sobre su cintura y él caminó conmigo hasta la pared más cercana, por la cual me recostó y comenzó a besarme el cuello. Yo estaba completamente desnuda, pero él aún llevaba pantalones.

Ella, el mar y las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora