Capítulo 1 : El Comienzo de Todo

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Christian miraba su reflejo en el espejo del baño, ajustando una vez más el cuello de su camisa. A pesar de que el calendario marcaba un nuevo comienzo de clases, para él, cada año se sentía como una repetición interminable de la misma pesadilla. Tomó una respiración profunda, intentando calmarse antes de salir hacia la escuela. Hoy sería diferente, se prometió a sí mismo. Con su mochila al hombro, salió de su casa, despidiéndose con un gesto mecánico de su madre, quien apenas lo notó, ocupada en una discusión telefónica.

Al llegar al instituto, el bullicio habitual llenaba los pasillos. Las voces, las risas y los murmullos se mezclaban en un caótico mosaico de sonidos que a Christian le resultaba ensordecedor. Intentó mantener la cabeza baja, deseando pasar desapercibido, pero los recuerdos de años anteriores lo seguían como sombras persistentes.

-¡Christian! -una voz familiar lo sacó de sus pensamientos. Se giró para ver a Daniel, su compañero de clase, acercándose con una sonrisa aparentemente amigable. Daniel siempre había sido un enigma para Christian. A veces parecía amigable, otras, su peor enemigo.

-Hola, Daniel -respondió Christian, intentando sonar casual.

-¿Listo para otro año? -preguntó Daniel, palmeándole la espalda con fuerza. Christian asintió, tratando de ignorar el nudo en su estómago.

-Sí, listo para lo que sea -contestó, forzando una sonrisa.

La primera clase del día era historia, y Christian se sentó en su lugar habitual cerca de la ventana. El profesor comenzó a hablar sobre los eventos de la Revolución Francesa, pero Christian tenía la mente en otra parte. Miró alrededor del aula, observando a sus compañeros. Notó a Alberto, uno de los chicos que solía seguir a Daniel como una sombra. Alberto le lanzó una mirada de desdén antes de volver a sus apuntes.

Después de la clase, Christian se dirigió a la biblioteca. Siempre había sido su refugio, un lugar donde podía perderse en los libros y escapar de la realidad por un rato. Mientras buscaba entre las estanterías, una voz suave lo interrumpió.

-Perdona, ¿me puedes ayudar a encontrar este libro? -preguntó una chica con el cabello castaño recogido en una coleta. Tenía una expresión amigable y curiosa.

-Claro -respondió Christian, sonriendo ligeramente. -¿Qué libro estás buscando?

-"1984" de George Orwell -contestó ella. Christian la guió hasta la sección adecuada y encontró el libro para ella.

-Gracias, soy Claudia -dijo, extendiéndole la mano.

-Christian -respondió, estrechando su mano. Se sintió sorprendido por lo fácil que había sido hablar con ella. Pasaron el resto del recreo conversando sobre libros y clases, y Christian se sintió animado por la nueva amistad.

La campana sonó anunciando el final del recreo, y mientras caminaban juntos hacia la siguiente clase, Claudia le hizo una propuesta.

-Oye, ¿qué te parece si nos juntamos a estudiar alguna vez? -sugirió, sonriendo.

-Me parece bien -dijo Christian, sorprendido por su propia disposición. Se despidieron antes de entrar a sus respectivas aulas, y Christian no pudo evitar sentirse un poco más optimista sobre el nuevo año escolar.

Cuando llegó la hora del almuerzo, Christian se dirigió al comedor con una mezcla de anticipación y ansiedad. El comedor siempre había sido un campo minado de posibles conflictos. Agarró una bandeja y se dirigió a una mesa en una esquina, esperando que pasar desapercibido fuera posible.

Justo cuando se sentaba, vio a Claudia entrar. Ella lo vio y sonrió, caminando directamente hacia su mesa.

-¡Hey, Christian! ¿Te importa si me siento contigo? -preguntó.

-Claro, adelante -respondió Christian, tratando de ocultar su sorpresa.

-Gracias. Los comedores siempre son tan caóticos -dijo Claudia mientras colocaba su bandeja en la mesa-. ¿Cómo te ha ido el resto de la mañana?

-Bien, supongo. Las clases han sido normales. ¿Y tú? -contestó Christian, comenzando a relajarse un poco.

-Lo mismo, aunque creo que ya estoy un poco abrumada con tanta información nueva -respondió Claudia, riendo suavemente-. Pero bueno, me alegra haber encontrado a alguien con quien compartir el almuerzo.

Mientras conversaban, Christian se dio cuenta de que se sentía más cómodo de lo que había estado en mucho tiempo. Claudia era fácil de hablar, y su presencia parecía ahuyentar los murmullos y miradas de los demás. Sin embargo, al mirar de reojo, vio a Daniel y Alberto hablando en voz baja, lanzando ocasionales miradas en su dirección. El nudo en su estómago volvió, pero trató de ignorarlo y enfocarse en la conversación con Claudia.

-¿Qué tal si estudiamos juntos esta tarde? -sugirió Claudia-. Podríamos encontrarnos en la biblioteca después de clases.

-Me parece una buena idea -dijo Christian, agradecido por la oportunidad de pasar más tiempo con ella y menos tiempo solo.

La tarde pasó rápidamente, y Christian se sintió más ligero al final del día. Recogió sus cosas y se dirigió a la biblioteca, donde Claudia ya lo estaba esperando.

-Hola de nuevo -dijo ella, sonriendo-. ¿Listo para enfrentarte a las matemáticas?

-Listo como siempre -respondió Christian, riendo. Se sentaron juntos y empezaron a repasar los ejercicios.

Mientras trabajaban, Christian notó lo fácil que era concentrarse con Claudia a su lado. Ella era paciente y comprensiva, y juntos lograron avanzar bastante. Después de un par de horas, decidieron hacer una pausa.

-Gracias por estudiar conmigo, Christian -dijo Claudia-. Ha sido un buen día.

-Sí, gracias a ti -respondió él, sintiendo una extraña mezcla de alivio y esperanza-. Oye, Claudia, me alegro de haberte conocido.

-Yo también, Christian. Creo que podemos ser buenos amigos -dijo ella, mirándolo con una sonrisa cálida.

Se despidieron y Christian se dirigió a casa con una sensación de satisfacción. Aunque el camino de regreso siempre le parecía más largo, hoy se sintió diferente. Sin embargo, al llegar a casa, esa sensación de optimismo se desvaneció rápidamente.

Al abrir la puerta, los gritos de sus padres llenaron el aire. La discusión parecía interminable, como siempre. Christian suspiró y se dirigió a su habitación, cerrando la puerta detrás de él para bloquear el ruido. Se dejó caer en su cama y cerró los ojos, intentando encontrar algo de paz.

-¿Por qué no pueden simplemente dejar de pelear? -murmuró para sí mismo, sintiendo el peso de la soledad y el estrés acumulado.

Sacó su cuaderno y empezó a escribir, algo que siempre le había ayudado a aclarar su mente. Escribió sobre su día, sobre conocer a Claudia, sobre la confusión que sentía con Daniel, y sobre la constante tensión en casa. Las palabras fluían como un torrente, liberando algo de la carga que llevaba en su corazón.

Esa noche, mientras intentaba dormir, Christian reflexionó sobre el día. Había sido una mezcla de momentos buenos y malos, pero la amistad de Claudia le daba una nueva esperanza. Quizás, pensó, este año realmente podría ser diferente. Con ese pensamiento, finalmente se quedó dormido, listo para enfrentar un nuevo día.

A la mañana siguiente, se levantó con renovada determinación. Sabía que habría desafíos, pero también había oportunidades para cambiar su situación. Mientras se preparaba para otro día de clases, se recordó a sí mismo que no estaba solo. Tenía a Claudia y, quizás, a otros nuevos amigos que podría conocer en el camino.

Con un último vistazo al espejo, salió de su habitación y se dirigió a la escuela. Los pasillos estaban llenos de estudiantes, pero esta vez, Christian caminó con la cabeza un poco más alta. Tenía un largo camino por delante, pero estaba decidido a enfrentarlo, paso a paso.

Caminos de Sombras y LucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora