Cuéntame un poco de ti, tu dolor lo sentí
Aunque te cueste hablarlo me lo puedes decir
En tus ojos verdes vi un poco de gris
Pásame tu abrigo, abrázame
No soy buena para el frío ni seré
Pero esta noche contigo encontraré
Mi cama en tu sofá
Tu brazo...
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–Bienvenida de nuevo, cariño –Lurdes, la recepcionista, me entregó las llaves de mi habitación, del hotel de Madrid–. ¡Cómo has crecido, Mara! –sorbió su nariz, triste.
–Lurdes, solo han pasado un par de años –la abracé–. No llore, aún me queda guerra por dar.
–Me alegro de que hayas decidido venir.
–Y yo, la verdad –reí–, no estaba segura si venir. Hay muchos jugadores nuevos.
–Bueno, nuevos y de tu edad –me contestó con un tono pícaro–. Varios. Tienes para elegir –reímos.
–¿Peque? –una voz detrás de mí llamó nuestra atención.
–¡¡Álvaro!! –corrí a sus brazos a lo largo del pasillo. Me agarró entre ellos, abrazándome con fuerza.
–¿Pero de qué vas? Vienes y ni te dignas a avisar –negué con la cabeza ante su indignación–. No me creo que estés aquí –me abrazó de nuevo.
–Os quería dar una sorpresa, pero te me has adelantado –reí, mientras me soltaba y rodeaba mis hombros con su brazo.
–Me alegro de que estés aquí ¿como estas?–sonrió.
–Yo también. Bien, tranquilo.
Nos despedimos de Lurdes y caminamos hasta la oficina del equipo técnico. Mi padre es uno de los analistas de la selección española, y desde que tenía apenas dos añitos, lo contrataron. Y yo, como buena aficionada al fútbol, de vez en cuando acompañaba a mi padre a trabajar.
Le acompañaba, y le acompaño vaya, porque el cargo que tengo es una excusa. Básicamente, me negué a venir gratis a la Eurocopa de Alemania. Entonces, como la gran mayoría del equipo técnico quería que volviera, empezaron a intentar convencerme, y eso llegó a los oídos de Luis de la Fuente, mi padrino, uno de los mejores amigos de mi padre, y ahora, por supuesto, el entrenador de la selección –yo muy contenta por él– y por él es por lo que estoy aquí.
Atención con la excusa que me vino; "Necesito que me ayudes con los análisis de los partidos".
Me reí en su cara. Encima el tío me lo dijo con una cara que parecía de verdad que lo decía en serio. Es verdad que, de acompañar tanto a mi padre, se me da muy bien –no es por ser egocéntrica– analizar los partidos, los onces, las demás selecciones... Al final llevo toda la vida haciéndolo, inconscientemente.
¿Pero sabéis cuál es el colmo de todo esto? Que acepté, claramente con varias cosas a tener en cuenta –no cobrar (me negaba a que me pagaran. Encima me pagaban el viaje, la estancia, la comida... no permitía que encima me pagaran por ayudar a mi padre.)– pero acepté, y aquí me tenéis.