Capítulo Tres

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Fluke le había mentido deliberadamente.

Sí, todo había sido una gran mentira.

Pero aún debía determinar el cómo y el dónde. Desde luego no le había ocurrido de camino a casa después de salir del Toucan.

Y la historia que le había contado del atracador era sin duda una gran mentira también. Ohm había visto muchas heridas de bala, y la que le había rozado el brazo no había salido de una pistola que un supuesto atracador hubiera sacado rápidamente y disparado a quemarropa.

No, la herida de Fluke había sido causada por un arma de mayor calibre, disparada a cierta distancia; diría que al menos a veinticinco metros.

Eso descartaba un asalto cerca de su apartamento. Y para confirmarlo, nadie había denunciado ningún alboroto... Había llamado y lo había comprobado cuando Fluke se había quedado dormido.

Y también estaba la mentira del trabajo.

No había estado en el Toucan; y eso lo sabía porque él había estado allí.

Ohm observó a Fluke dormido en su cama, con la cara pálida descansando sobre el almohadón de seda azul marino. ¿Dónde habría estado esa noche?

En la ciudad no había habido demasiado lío para lo que solía haber en Nueva Orleans. Pero en Algiers, al otro lado del río, la cosa no había estado tan tranquila.

En cuanto se le ocurrió esa idea, Ohm la descartó. No, Fluke no podía estar implicado en el tiroteo del muelle DuBay.

Pero incluso mientras rechazaba la idea, recordó cómo había encontrado el escenario del crimen; el muelle de DuBay hecho serrín tras haber sido acribillado a balazos por un arma de gran calibre. El estómago le dio un vuelco. ¿Sería coincidencia que el muelle no estaba lejos del mercado de DuBay, el cual regentaba la madre de Fluke? ¿O que la flota pesquera de Blu estuviera amarrada a menos de una milla, en River Bay?

Ohm reflexionó sobre una veintena de posibilidades y maldijo en voz alta. ¿Y si Mickey Burelly se hubiera topado con el caso del siglo? ¿Y si en ese caso hubiera estado implicado Blu?

Goddard había mencionado a un renegado, o alguien que buscaba hacer dinero rápido. Todos los que conocían a Blu conocían también su situación financiera. Todo el mundo sabía que los Diablos de Natouch, la flota de Blu, iban renqueando, condenados a caer en cualquier momento. Solo las facturas de las reparaciones de las viejas embarcaciones eran enormes.

Sabiendo lo que Fluke sentía por su hermano, todo lo que Blu necesitaba era llorar un poco y esa maldita lealtad de los Natouch aparecía para lo que necesitara.

Ohm creía firmemente que Fluke arriesgaría la vida por su hermano si le pareciera necesario. ¿Habría sido necesario esa noche?

‐ ¡Maldición!

Ohm se fijó en el bello y orgulloso rostro de Fluke. Era un adolescente curioso cuando lo había visto por primera vez, y tan bello que le habían dolido los ojos de mirarlo. Se habían conocido por casualidad. Una noche, detrás del mercado de pescado de los padres de Fluke, se había topado con él y un joven demasiado excitado; el chico había intentado aprovecharse mientras veían una película en el auto‐cine.

Ohm había jugado a ser el policía malo esa noche. Había ahuyentado al chico y de pronto se había quedado encandilado con la belleza perfecta de el muchacho, que lo había mirado con los ojos abiertos como platos y claramente impresionado por sus payasadas de caballero andante.

Aquello había alimentado su ego, y así había comenzado la obsesión de un hombre hecho y derecho por un adolescente doce años menor que él.

Durante los tres años siguientes Ohm se había mantenido a distancia, aunque veía a Fluke de vez en cuando en el mercado de pescado ayudando a su madre. Todo había empezado de la manera más inocente, o al menos eso había querido creer él. Solo que sabía que jamás había sido inocente: lo había deseado desde el primer día.

Reencuentro con el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora