Capitulo Dos

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—¿Que diablos te ha pasado, Fluke? En el baño hay sangre por todas partes.

Había estado esperando a que Ohm hablara. Cuando lo hizo, Fluke apenas pudo reconocer al hombre tras el imprevisible tono de voz. Un tono más alto que de costumbre, con un matiz amargo. Aquel no era el sereno detective que había conocido un par de años atrás.

‐¿Esa mirada turbulenta quiere decir que me vas a echar a la calle, detective Thitiwat?

‐Ahórrate lo de «detective».

Soltó la pistola y en dos pasos se plantó junto a la cama. Ohm tenía cara de pocos amigos.

Fluke no se intimidó y se arrimó al cabecero. No quería demostrar el dolor tan agudo que tenía en el brazo; ya le dolía bastante su orgullo. Ceder a la sugerencia de Blu y presentarse a la
puerta de Ohm le había costado muchísimo esfuerzo.

De algún modo, había conseguido llegar al Nightwing después de que él y Blu abandonaran el muelle, pero en esos momentos todo el episodio se le antojaba borroso. Lo único que recordaba era a Alex tirando de él para subirlo al barco y, después, que había soltado unas cuantas palabrotas al verle el brazo. Segundos después el Nightwing surcaba el río a toda velocidad hacia Nueva Orleans.

Fluke estudió el apuesto rostro de Ohm. Siempre lo había encantado mirarlo, apreciar la mezcla de facciones suaves y fuertes al mismo tiempo, curtidas por el sol tejano. Tenía los ojos más azules que había visto en su vida; la intensidad de esos ojos magnéticos junto con aquel suave y acento de Texas era la combinación más peligrosa de todas. Claro que en ese momento su deje no resultaba tan ronco y sensual, ni sus ojos tan tiernos.

Se estremeció cuando él se sentó a su lado.

‐La sangre que hay en el cuarto de baño sugiere que esto es más que un rasguño, Fluke. Necesito ver lo que tenemos entre manos.

‐Siento cómo te he puesto el baño. Pensé que podría curarme yo solo. Cuando estuve a punto de desmayarme me di por vencido y busqué una cama.

‐Nunca te gustó demasiado la sangre, y menos la tuya propia. ¿Cómo has llegado aquí?

Fluke vaciló, sin saber qué decir.

Ohm levantó la cabeza y lo miró.

‐¿Fluke? ¿Quién te ha traído aquí?

‐Nadie ‐mintió‐. Yo... tomé un taxi.

Desvió la mirada para no sentirse tan incómodo. Distraídamente estudió el amplio dormitorio decorado en azul marino y gris perla. Había oído que Ohm se había comprado una casa, pero hasta que Alex no lo llevó a la casa de estilo criollo de dos plantas en el Distrito Jardín, Fluke no se había imaginado que fuera tan bonita. El rumor de que Ohm había vendido su parte del rancho familiar en Texas debía de ser verdad. Desde luego, explicaría el dinero que habría tenido que desembolsar para comprar una casa como aquella.

‐Ahora voy a retirar la toalla ‐le dijo Ohm en tono más suave.

Su manera de hablar transportó a Fluke al pasado. El roce de sus manos también suscitó en él recuerdos que había luchado por olvidar. A cualquiera que conociera la historia que él y Ohm habían compartido, le parecería extraño que hubiera ido a buscar refugio en su casa. Pero la idea de Blu había sido ingeniosa.

Bueno, al principio a Fluke no se lo había parecido, pero después, cuando había tenido tiempo de analizar las pocas opciones que tenía, le había dado la razón a su hermano. ¿A quién se le ocurriría buscarlo en casa de uno de los detectives de homicidios más respetados de Nueva Orleans?

Y le estaban buscando. Alex había señalado varios reflectores peinando el río mientras salían a toda prisa de Algiers.

Hacía más de cuatro horas que había entrado en casa de Ohm como un ladrón, colándose por un agujero en el seto que Alex había encontrado por casualidad. Una vez en la puerta de la casa, había urgido a Alex a que volviera al Nightwing y buscara a Blu.

Reencuentro con el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora