Capítulo 20

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El sol se alzaba en el horizonte, iluminando suavemente las aguas cristalinas del Caribe. Clara y Jacques, recién casados, se encontraban en un resort exclusivo en las Islas Vírgenes, un paraíso tropical elegido cuidadosamente para su luna de miel.

La elección del destino no había sido fácil. Querían un lugar que combinara la belleza exótica con un toque de historia y romanticismo, algo que simbolizara tanto sus raíces europeas como su deseo de aventura. Finalmente, las Islas Vírgenes emergieron como el destino perfecto, prometiendo días de sol, arena y exploración, y noches de tranquilidad y conexión.

Al llegar, fueron recibidos con collares de flores y bebidas refrescantes, cortesía del resort. Su villa privada, situada frente a la playa, era un refugio de lujo con una vista panorámica del océano, una piscina infinita y una terraza donde podían disfrutar de sus desayunos bajo el sol.

—Esto es como un sueño —murmuró Clara, mirando el paisaje mientras Jacques la abrazaba por detrás.

—Y lo estamos viviendo juntos —respondió Jacques, besando suavemente su cuello.

Sus días en las islas eran una mezcla de aventura y relajación. Desde el primer amanecer, se entregaron a la belleza del lugar, explorando cada rincón con una mezcla de asombro y alegría.

Una de sus primeras aventuras fue una excursión en barco para hacer snorkel en uno de los arrecifes de coral más famosos de la región. El agua era tan clara que podían ver hasta el fondo del océano, lleno de vida marina vibrante. Tiburones pequeños, peces de colores y corales de formas caprichosas creaban un espectáculo que los dejó sin aliento.

—Nunca había visto algo tan hermoso —dijo Clara, saliendo del agua y sacándose las gafas de buceo.

—Es increíble cómo algo tan diferente puede hacernos sentir tan conectados —respondió Jacques, sosteniendo su mano mientras el bote los llevaba de regreso a la costa.

Otra tarde, decidieron explorar la jungla que rodeaba el resort. Con un guía local, caminaron por senderos llenos de vegetación exuberante, descubriendo cascadas escondidas y observando la fauna nativa. Se detuvieron en un claro donde el guía preparó un picnic con delicias locales: frutas frescas, pescados ahumados y panes tradicionales.

—Este lugar es mágico —dijo Clara, saboreando una piña recién cortada.

—Es como si cada día nos ofreciera una nueva aventura —concordó Jacques, mirándola con amor.

Las noches eran igualmente especiales. En su villa, disfrutaban de cenas privadas a la luz de las velas, con el sonido del océano como telón de fondo. Una de esas noches, mientras compartían una botella de vino tinto francés, Clara se abrió sobre sus sueños y miedos.

—A veces, me asusta lo rápido que todo ha cambiado —confesó, jugueteando con su copa—. Pero al mismo tiempo, nunca me he sentido tan segura de algo en mi vida.

Jacques tomó su mano y la miró a los ojos.

—Lo que hemos construido juntos es real, Clara. Y no importa lo que venga, siempre estaremos juntos para enfrentarlo.

Su conexión se profundizaba con cada conversación, con cada mirada compartida. La intimidad que encontraban en estos momentos, ya fuera bajo las estrellas o durante una caminata por la playa, era el corazón de su luna de miel.

Un día, decidieron hacer una excursión a una isla cercana conocida por sus ruinas históricas y playas solitarias. Al llegar, encontraron un lugar que parecía detenido en el tiempo, con antiguos edificios coloniales rodeados por la naturaleza que lentamente los reclamaba.

—Es como estar en un libro de historia —dijo Clara, explorando las ruinas mientras Jacques tomaba fotos.

—Y pensar que estamos creando nuestra propia historia aquí —respondió Jacques, guardando la cámara para unirse a ella.

Operación ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora