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La mano de Haerin, tenerla apresando la suya. Era ya una costumbre, como si con eso pudiera sobrevivir todo el año. Todos los días, sin ningún rasguño en su piel.

—Esta es tu aula. Creo que debo irme  —la despedida, era lo que más odiaba.

Cuando la alfa parecía no querer irse y la abrazaba un poco, acariciaba su cabello y espalda para dejar un beso en su frente.

—Nos vemos en el almuerzo. ¿De acuerdo?

—Ujum… —solo observó y soltó su mano con cuidado.

La cercanía de Haerin siempre la ponía feliz, después del incidente con su celo. Tuvo que faltar dos días y estar en casa recibiendo mensajes de Haerin, había sido divertido verla trepar por su ventana para entrar y abrazarla toda la tarde. Solo calmando los malestares de su cuerpo.

Aunque, debe admitir que fue muy tierno. Fue menos doloroso que sus otros celos, había sido cómodo tenerla al lado. Y su lobo parecía tranquilo con solo olfatearla.

Sobre su aroma, seguía oculto. Solo Haerin lo sabía, sin embargo, no había dejado de usar los supresores.
Suspiró, estaba cansada, y usando un suéter que no era suyo. Al menos eso era bueno.

—Así que, tú eres la beta por la que Haerin no nos quiere —la queja a su espalda la hizo girar.

Seis chicas la observaban con enojo, demasiado lindas y con cuerpos tal vez más elaborados que el suyo. Pero, no tenía la culpa de gustarle a Haerin.

—Permiso.

Las apartó, no quería pelear. Solo evitar los problemas, era la mejor opción, eso no ganaba golpes cuando no sabía defenderse.

—Beta inútil, no podrás darle una familia a Haerin y nosotras sí podemos.

—No, no puedo, y aunque ella lo quiera no podré. Sin embargo, ella lo sabe. Y aún así sigue a mi lado, sigue dándome cartas, flores pequeñas y llevándome a citas —comentó —. Ella no gusta de lo que puedo hacer, sino de lo que soy. ¿No lo entienden?

—Un alfa siempre va a querer una familia.

—Y yo seré su familia…  —se enojó, nadie podía decirle que no era mucho.

Nadie podía recriminar ante lo que Haerin quería.

—Yo soy su complemento, que su lobo se emocione por mí, es amor. Que ella haga lo posible por alejarme de los problemas, es amor. Ustedes no merecen eso, ninguna de sus ilusiones serán cumplidas. ¿Por qué? Porque yo le gusto.

Callar las bocas era mejor, tal vez aprendió a no dejarse humillar con palabras.

...

Salir de clases, después de cuatro semanas llenas de citas, pasar todos los almuerzos con Haerin, había resultado mejor de lo que creyó.

Tener que reír siempre que Haerin intentaba decir algo lindo, o sentirse amada ante los abrazos.

—Nariz de botón y apachurrable —su nariz fue tocada por uno de los dedos de su mayor. Jugando de ese modo —. Y tus mejillas, las amo mucho más.

—Alfa, ya basta… —podía sentir las miradas por cada paso que daba.
Con su mayor jugando con cualquier parte de su cuerpo.

—Oh, y mira esta cintura —las manos de la alfa fueron a su cadera. Arriba de ella, donde su cuerpo tenía la figura ya elaborada desde hace dos años.

Se detuvo, se sonrojó ante la presión en ese lugar.

—Wow, tu cintura es pequeña —bajó sus manos, era la única forma para saber la figura que tenía.

Fue donde notó la cadera ancha, la forma tan bonita en la que la falda le decía el límite. Detuvo el toque, tenía el cuerpo pequeño.

—Alfa, no debería tocarme.

—Elle, tu cuerpo es muy bonito —sonrió, tomándola y jalandola hacia su pecho —. Sí sí, eres perfecta. Incluso si estuvieras llenita, serías muy muy perfecta.

—Haerin.

—No no, ya lo sé. Tú eres mía, y yo soy tuya. No es necesario que te marque, porque tienes toda mi atención.

—Haerin, la gente nos está viendo raro.

Ups, tenía razón. Todas las personas parecían verlas con amor, otros con envidia. Y los universitarios con un poco de odio.

Notó que el aroma de Danielle no aparecía. Ella en verdad deseaba tenerlo, obtener ese aroma lindo cada mañana. Tal vez rodearla con sus brazos siempre que pudiera.

—Danielle ¿Por qué sigues usando supresores? —fue más tarde, donde le preguntó.

—No quiero que sepan que soy omega, tampoco deseo ser marcada por un alfa tonto en celo.

Agradecía estar en una banca en el parque, o sino se habría caído de la sorpresa.

—Elle ¿Tienes miedo de que un alfa quiera tener algo contigo?

—Soy joven, unnie, en una semana tendré dieciocho y si llego sin marca a esa edad, tal vez será un logro. Al menos mi familia no quiere que me empareje sin su aprobación.

—¿Por qué me dijiste que eras una omega inútil?  —las manitas de Danielle tomaron una grande de la alfa para colocarla en su abdomen.

—Soy una omega pura. Los que son como yo, no pueden tener cachorritos. Tal vez solo uno, pero hasta ahora mi familia solo ha tenido una.

—¿Pura? ¿Dices que eres pura? —hubo una sonrisa y emoción.

Danielle solo asintió, fue tal vez donde recibió un beso en su mejilla.

—¿No crees que tener uno es suficiente? Digo que, si tú quieres, claro está. Yo podré estar contigo y tener uno. Si no podemos, hay varios cachorritos queriendo ser adoptados.

Comprendió que las personas eran distintas por el pensamiento. Por la forma en la que se dirigían con las demás personas.

—Si mi lobo acepta al tuyo, tal vez podamos tener solo uno. Sino, adoptaremos muchos.

—Muchos, muchos. Los que tú quieras —un beso más en sus manitas.

Ni siquiera entendió como la alfa se levantó y agachó delante de su abdomen para pasar sus manos y sonreírle.

Era como si confiara demasiado en tener uno solo. O adoptar.

—Me gustas, y te quiero a mi lado. No importa si tú te consideras inútil, para mi eres perfecta.


Te amo, creo que podré darte más que solo una familia.

LAZO | Daerin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora