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No había nada mejor que el frío que sintió en su espalda. Los apretones leves en sus omóplatos mientras había algo en su nuca.

Abrió los ojos poco a poco, su entorno diferente a la última vez. Entendió donde estaba, solo al notar la cortina azul delante de ella.

—Haz más presión, si se queja es bueno —la voz de una mujer la hizo fruncir el ceño.

Cuando un jadeo adolorido salió de sus labios al sentir presión en su espalda. Quería llorar, dolía. Pero al mismo tiempo era refrescante.

—Se despertó —esta vez observó como la enfermera de su universidad se agachaba y le sonreía levemente —. Danielle, soy Chou Tzuyu, tu compañera te trajo y necesito que no te muevas mucho.

—¿C-Compañera?

—Si, Haerin me está ayudando a bajar la inflamación de los golpes. Tienes tu espalda lastimada, tu cabeza no tiene nada, pero solo un golpe pequeño. Tus oídos recibieron el daño, pero están bien.

La caricia en su mejilla la calmó, la enfermera era una beta de treinta y dos años que atendía cualquier problema en los alumnos. De hecho, ella era la única que sabía que era una omega, después de llegar corriendo con ella pidiéndole supresores para su celo.

—Aquí, intenta apretar solo un poco.

La presión cambió arriba de su cadera, el frío capaz de apoderarse de esa zona. Al mismo tiempo que parte de los dedos tocaron su piel.

—Bien, esa zona pierde el color rojo. Y eso es bueno. Deberías de venir más seguido para ayudar.

—No gracias. Yo solo quiero ayudar a Danielle.

—¿Es tu pareja o algo así? ¿Eres consciente de que una alfa no puede tener hijos con una beta?

Hubo un silencio, uno donde Danielle quiso saber la respuesta. Donde la presión cambió, y el toque de sus manos apareció en su espalda baja.

—No es mi pareja, pero eso no significa que no la quiera para lo que sea. Es una decisión que ella debe tomar. Ahora no me importa si se puede o no tener una familia.

Las lágrimas bajaron, momentos donde prefirió irse. Donde no tardó en moverse, se sentó bajando su camisa y tomando su suéter que estaba en la silla para ponérselo.

Solo con la mirada de Haerin en ella y la enfermera sorprendida.

—Danielle aún no-

—Déjame.

Soltó su agarre, solo bajó y tomó su mochila para irse. Sabía bien que la hora de clases había terminado, al menos la hora en el reloj de su muñeca le avisó.

Hizo un ruido bajo con su boca, le seguía doliendo su espalda. Pero no podía volver, no cuando Haerin estaba ahí.

¿Cómo podía decir que no le importaba no tener una familia? ¿Por qué desechaba la idea solo por ella? No, seguro era la confusión del momento, algo dicho solo por el sentimiento que ahora poseía.

—Tú no entiendes, solo soy una omega pura. No puedo darte ningún cachorrito, ni siquiera creo que te llegue a gustar mi aroma —susurró.

No sé sintió bien. ¿Cómo explicas esa tristeza que tu lobo tiene al saber que no sirve como omega? ¿Cómo puedes siquiera respirar? Si no eres útil para lo que necesite, no puedes darle algo que tu alfa quiera, que tu familia necesite.

—Inútil... solo una inútil omega —era odio, a sí misma.

Lo que ganó con el tiempo, con el tipo de familia que vivía. Al deshonrar a sus padres presentándose como es. Y para el colmo trabajaba en secreto por sus cosas que siempre eran maltratadas.

—¡Danielle! ¡Espera!

No quiso, siguió. Las lágrimas en sus mejillas no eran algo lindo de apreciar.

—Danielle, por favor —el café llegó hasta su nariz, cuando su mano fue tomada —. No quise decir algo malo. Escúchame, por favor.

—No es necesario. No quiero nada, no deseo pareja, no necesito de nadie. Yo sola puedo.

—Danielle, aunque seas una beta me vas a seguir gustando. Que una alfa y una beta no puedan tener hijos, eso no impide mi felicidad.

—Yo no podré dar una familia nunca —se soltó, convivir algunos días con la alfa había sido lo mejor que ocurrió en su vida.

Recibir abrazos y reír a su lado fue divertido, aunque ocultó las muecas de dolor. Los gritos de ayuda que quería soltar.

—Danielle, me gustas por tu actitud, por ser linda y mucho más tierna que el resto. Me gustas porque tú no deseas y aceptas las cosas fácilmente. Tú sabes en que momento tomarlas.

—Aunque te guste no podré ser nada tuyo.

—Elle ¿Yo te gusto?

Dejó de pensar, por un segundo su mundo estuvo vacío y el ruido desapareció.

¿Le gustaba? ¿La mandíbula perfecta y piel suave, los labios delgados y el pequeño hoyuelo que se formaba cada que sonreía? ¿El cabello sedoso cuando bajo el árbol del campus se permitía juguetear? ¿Le gustaba el aroma que desprendía? La respuesta era fácil. Decirlo, no tanto.

—Lo entiendo, no sirve si solo yo gusto de una chica bonita. No hay problema, sé probablemente que no quieras a ningún alfa cerca. Pero yo no planeo humillarte, tampoco golpearte o que seas un juego. Yo solo deseo conocerte.

—No puedes. Nadie puede, nadie deja de verme con asco. Ninguno puede tan solo mantenerme la mirada porque el odio aparece. Yo no lo entiendo. Solo quiero tener amigos y divertirme, pero... —comenzó a temblar —, s-se vuelve complicado.

Sollozó, sus manos pequeñas apretando sus párpados cerrados. Su boca haciendo ruido ante su respiración agitada.

Lo que no esperó fue el par de brazos que la tomaron y apretaron al pecho firme.

—Si vas a llorar, yo seré tu hombro. Si vas a reír, te escucharé. Si tienes miedo, seré tu escudo y ante los problemas, tu defensora. De este modo te declaro y te pido permiso para cortejarte como se debe.

Su corazón sensible volvió a su ritmo acelerado, su lobito se levantó contento y de algún modo esas palabras lograron causar algo más que impresión.

—¿Puedo cortejarte como una buena alfa? Tendrás la atención y amor que yo te ofrezco.

—Haerin...

—Dame la oportunidad de demostrarte que deseo algo más que solo un nosotras.

Entendió, para el amor no hay barreras. Y si estas no existen no se puede evitar perderse entre las ramas de la pasión.

Desea una familia, tal vez la luna te escuche.

LAZO | Daerin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora